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La memoria musical de un siglo

La Sociedad Filarmónica de Bilbao celebra durante 1996 el primer centenario de su existencia. Lo celebra sin campañas de publicidad ni grandes alharacas; como una etapa más de una trayectoria. Hace unos días, Esa-Pekka Salonen dirigió una memorable versión para orquesta de cámara del Cuarteto de cuerda número 2, de Schönberg, siendo aclamado hasta el delirio por un público entendido y expectante; después del verano, C. Zacharias comenzará un prometedor ciclo de sonatas de Schubert en el marco de una temporada que sobrepasa los 30 conciertos. La Sociedad Filarmónica de Bilbao, presidida actualmente por Asís de Aznar, mira al futuro sin temor y al pasado sin arrogancia. Cuenta con la fidelidad de más de 1.000 socios que abonan 20.000 pesetas por trimestre, con el orgullo de una tradición elaborada paso a paso con tenacidad, y con unos planteamientos musicales modélicos. No reciben un duro de subvenciones públicas, lo cual no les ha impedido este año encargar tres nuevas obras a Luis de Pablo, Carmelo Bernaola y Antón Larrauri.La sala de conciertos que poseen en propiedad es de una acústica y dimensiones idóneas para la música de cámara. Tiene un encanto especial, comparable al Wigmore Hall de Londres o al Musikverein de Viena. Sus camerinos son un reflejó de la memoria musical del siglo. Por la Sociedad Filarmónica han pasado cantantes como Marian Anderson, Elisabeth Schwarzkopf o Victoria de los Ángeles, violinistas como Kreisler, Milnstein, Heifetz o Szeryng, o pianistas como Rubinstein, Horowitz, Benedetti-Michelangeli o Clara Haskil.

Compositores como Ravel, Falla, Granados, Hindemith, Enesco o Guridi han participado como instrumentistas en diferentes conciertos. Otros, como Montsalvatge (actualmente socio de honor), han visto estrenadas allí obras como Uno más trece. Claudio Abbado se quedó sorprendido hace unos años en una visita al ver en una de las fotos que adornan las paredes a su padre, Michelangelo, también director de orquesta.

Entre las actividades de la Sociedad Filarmónica en Bilbao se cuentan los cuatro años consecutivos en que invitaron en los cuarenta a la Filarmónica de Berlín con directores como Klemens Krauss y H. Knappertsbusch (obteniendo beneficios, asómbrense), y la actuación de la Filarmónica de Viena con Karl Böhm en los cincuenta. Antes de finalizar el año aparecerá un libro de Ramón Rodamilans haciendo recuento de toda una manera de sentir la música.

¿En qué consiste el milagro de la Sociedad Filarmónica? ¿Cuál es la clave de la fuerza que posibilita esta continuidad? No es fácil responder sin caer en tópicos, pero yo destacaría un sentimiento y actitud profundamente bilbaínos, un bilbainismo que no tiene nada que ver con la fanfarronería y que se manifiesta tanto en la identificación emocional como el espíritu, lo cual, explica también la participación activa de la Sociedad Filarmónica en la creación del Conservatorio de Bilbao o en grupos de cámara y orquestales locales.

Al igual que las sociedades filarmónicas de Las Palmas, Barcelona o Málaga, la de Bilbao surgió como una iniciativa de las burguesías cultas del XIX, inspirándose, en modelos que funcionaban con éxito en Inglaterra desde el XVII o en Alemania y Francia desde el XVIII. De algo pueden estar seguras. Una parte de la cultura musical más verdadera de nuestro país se ha generado gracias a sus actividades. Es algo que se nota inmediatamente en cuestiones tan esenciales como la tensión con que se respira la música en sus conciertos, tensión que: se reparte a partes iguales entre el escenario y la sala.

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