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Fallece Timothy Leary, uno de los últimos gurús de la contracultura y el LSD

Abanderado de la comunicación ciberespacial, pensó en suicidarse a través de Internet

Timothy Leary, uno de los grandes gurús la contracultura de los años sesenta, murió en la madrugada de ayer en su casa de Los Ángeles. Leary, un abanderado del LSD y de la comunicación ciberespacial, tenía 75 años y, según explicaba su página electrónica en la red Internet, "murió en paz, en su cama favorita, rodeado de amigos". A comienzos de 1995 se le había diagnosticado un cáncer de próstata. Su vida fue una vorágine creciente de ingesta de drogas y filosofía radical; hace algún tiempo anunció la intención de retransmitir su propio suicidio a través de Internet.

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En su autobiografía, Flashbacks, Leary escribió que "quien muere por causas naturales es una ignorante víctima del suicidio administrado por el Estado". En una entrevista concedida a la revista americana Psychology Today publicada el año pasado, Leary explicó que "la muerte es un deporte de equipo" y que uno debía hacer de su vida y su muerte "una ceremonia, un viaje sacramental, siempre acompañado de otros". De hecho, al producirse ayer su muerte estaba acompañado de amigos y poco antes de expirar comentó: "¿Por qué no?"En los últimos años se había erigido en una de las personalidades más representativas de la liberadora capacidad comunicativa de la red Internet, anunció hace poco que iba a suicidarse con una sobredosis de droga mientras una cámara grababa el momento y lo retransmitía por vía electrónica a través del ciberespacio. Más recientemente, sin embargo, Leary se echó atrás en este proyecto, pero no cejó en su empeño de compartir con miles de usuarios de Internet los pormenores de su tratamiento médico hasta su última hora. Este tratamiento consistía en la absorción por todas las vías imaginables de medicamentos y drogas de distinto signo, desde un tanque de óxido nitroso (al que se refería como "gas de la risa") que tenía junto a su cama, hasta heroína y alucinógenos. También se fumaba un paquete de cigarrillos diario y no podía moverse de la cama excepto en una silla de ruedas eléctrica.

Leary estableció un paralelismo entre la experimentación con drogas y el uso de la red Internet: ambos eran para él una forma de rebelión frente al control del Estado. Antes de fallecer, Leary también habló de proyectos como el de congelar su cabeza mediante un sistema especial de conservación o el de quemar su cuerpo y esparcir las cenizas en el espacio exterior. Se dice también que el momento de su muerte fue grabado en vídeo. Como uno de los últimos supervivientes de la contracultura americana, Leary mantuvo contacto en los últimos años con personajes como Yoko Ono, Oliver Stone, Tim Robbins y Susan Sarandon, y con su ahijada, la actriz Winona Ryder.

Leary nació en Springfield en 1920, ingresó en la prestigiosa academia militar de West Point y le expulsaron, aunque luego sirvió en el Ejército. Doctorado en la Univeridad de Berkeley, en 1959, fue contratado como profesor de psicología por la Universidad de Harvard, en su estado natal. Ese mismo año se suicidó su primera mujer y tres décadas después una hija, tras ser acusada de matar a su novio.

Cobayas humanas

En Harvard, Leary empezó a experimentar con drogas sicodélicas junto con su colaborador, el también profesor Richard Alpert. Pero en 1963 les despidieron por usar a estudiantes como cobayas humanas. Ambos se instalaron entonces en una mansión del Estado de Nueva York para seguir tomando drogas en busca de la felicidad a través de la química, y a ese lugar acudían con frecuencia algunos nombres de la generación beat como William Burroughs, Jack Kerouac y Allen Ginsberg.La policía de California le metió en la cárcel por posesión de marihuana en 1970. Pero Leary se escapó y huyó del país, refugiándose en Argelia y luego en Suiza. Tres años después fue detenido de nuevo en el aeropuerto de Kabul (Afganistán) por agentes de la lucha antidroga de EE UU y estuvo en prisión hasta 1976. Desde entonces Leary se dedicó a escribir libros y dar conferencias.

El interés por la cultura ciberespacial le mantuvo ocupado durante los últimos años, y reencontró en ese ámbito la atmósfera anárquica y la experiencia global de décadas pasadas. "Soy un humanista", dijo en una entrevista. "Creo que la divinidad es la carrera humana más excitante. Será la carrera fundamental en el siglo XXI".

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