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Los investigadores sospechan que Aldaya estuvo secuestrado en Francia

Los miembros de ETA que tuvieron secuestrado a José María Aldaya quitaron las etiquetas a todos los productos que entregaron al empresario vasco durante su cautiverio, entre los que figura un chándal o pasta de dientes. Este detalle hace sospechar a los investigadores que el industrial pudo estar recluido en algún lugar del sur de Francia. Aldaya y su familia viajaron ayer a Grecia para pasar unos días de vacaciones.

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Ayer se conocieron otros detalles de la declaración que el empresario realizó en el Juzgado de Irún ante el juez de la Audiencia Nacional Javier Gómez de Liaño. A todos los productos que recibió a diario o de forma extraordinaria se les había retirado la etiqueta. La pasta de dientes, por ejemplo, la recibía diariamente en un vaso y sólo la cantidad necesaria. Al agua embotellada se le había retirado la vitola de papel. Cada cuatro, días le daban una cuchilla, también sin marca, y un poco de espuma para que se afeitase. También le entregaron un chándal al que se le habían retirado las etiquetas. Esos detalles han llevado a los investigadores a sospechar que el industrial pudo pasar su cautiverio en Francia.Entre las novedades cabe. destacar que, en el momento de la liberación, los secuestradores entregaron a AIdaya un sonajero para su nieta, Mireia, nacida durante el, tiempo en que estuvo retenido. El juguete está en poder de la policía, que intenta encontrar huellas de los secuestradores.

El industrial relató que le cortaban el pelo cada cuatro meses y que siempre, en esas circunstancias, pensaba que le iban a liberar. Independientemente del corte de pelo, llegó a pensar en siete ocasiones que la liberación era inminente.

Narró que escribió seis cartas a familiares y amigos durante su cautiverio, aunque dijo que desconoce si los etarras las enviaron. y sí los destinatarios las recibieron. También leyó unos ochenta libros, entre otros, El Señor de los Anillos, de Tolkien, y otros de Isabel Allende, Pablo Neruda o Groucho Marx.

El industrial explicó que nada más ser secuestrado le quitaron su billetero y que se lo devolvieron cuando fue puesto en libertad. Las tarjetas de crédito que contenían no fueron usadas, aunque faltaba algo del dinero en efectivo que llevaba.

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Otra de las novedades de la declaración de Aldaya ante el juez es que durante los primeros siete meses de su cautiverio durmió con luz. Los etarras no permitían que apagase, la bombilla, si bien él siempre tuvo conciencia del día en que vivía al contar las comidas que recibía.

Aldaya dijo que nunca le habían pedido impuesto revolucionario y que el trato recibido de sus secuestradores fue bueno, ya que cuando sufrió una tendinitis su carcelero le dio un masaje y cuando tuvo una erupción cutánea le proporcionaron una pomada.

Fuentes que presenciaron la declaración del industrial señalaron que éste mantuvo en todo momento gran entereza y que estuvo muy dialogante y firme, sin incurrir en contradicciones de ningún tipo.

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