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Nuevos planes para la Universidad

Los planes de estudios de la Reforma Universitaria han levantado una creciente ola de insatisfacción tanto de profesores como de alumnos.Frente a la rígida estructura de los planes viejos, los nuevos planes presentan una riqueza de posibilidades inmensa que permite a cada universidad, incluso a cada. centro, completar la troncalidad de la titulación (los conocimientos mínimos indispensables) con créditos obligatorios y optativos que mejoren la adaptación del centro a su entorno de influencia.

Los estudiantes, a su vez, tienen la posibilidad de construirse su proyecto individualizado de formación al escoger los créditos optativos y de libre elección que más les plazcan.

Las directrices de los nuevos planes implican una reducción de créditos en la mayoría de carreras, una limitación razonable de la carga lectiva semanal y una limitación para la carga lectiva de la enseñanza teórica. Esto en aras a una' reducción de conocimientos para permitir una mejor asimilación y puesta en práctica de los mismos.

¿Qué ha fallado entonces? ¿Cuál es el problema subyacente de esta insatisfacción: la nueva estructura de planes de estudio o los pocos planes de las universidades para ponerlos en práctica?

La responsabilidad del buen funcionamiento de los planes es de la propia universidad que los imparte. El elevado margen de libertad que recae sobre las universidades y escuelas -toda libertad significa responsabilidad- así lo manifiesta.

Elaborar un plan de estudios no es tarea fácil y muchas universidades se han visto sorprendidas por premuras de tiempo, lentitud de procesos e influencias de la vieja estructura. La solución más sencilla, reconvertir en todo lo posible el plan viejo al nuevo orden, se ha impuesto en muchos casos. Esto ha llevado a no reducir los contenidos de forma adecuada e, incluso en algunos casos, a ampliarlos con el pretexto de las asignaturas optativas. Si a esto añadimos un cambio de estructura anual a cuatrimestral que han sufrido muchas carreras, la mayoría de planes de estudios han quedado fragmentados sobremanera y los alumnos atosigados por un ritmo desbocado en los muchos frentes de batalla que les toca afrontar.

Se ha perdido, así, el espíritu de la reforma. Se ha usado la libertad más para mantener una situación anterior que para innovar en nuevos frentes educativos: medio ambiente, desarrollo sostenido, dirección de proyectos y equipos de trabajo, calidad total, etcétera. Se han mantenido programas sin casi pararse a pensar en la posibilidad de seguirlos y muchos menos valorando las horas de dedicación que el estudio requiere. Se ha confundido el nivel del titulado con la cantidad de conocimientos teóricos (debería decir enciclopédicos) que se le han mostrado en la carrera. Y poco o nada se ha hecho para adaptar el nivel de los primeros cursos a los cada vez más numerosos estudiantes de reforma de la secundaria, todo un reto de aquí al año 2000.

Hubiese sido un cuento de hadas si todo hubiera rodado bien a las primeras de cambio; estamos aún en el proceso de adaptación y no hay que esperar una contrarreforma sino aplicar correctamente la reforma actual.

Joan Fábrega i Peinado es subdirector de Ordenación Académica de la Escuela Universitaria Politécnica de Mataró.

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