Carlsson se despide como primer ministro sueco en un polémico congreso
El Partido Socialdemócrata de Suecia inauguró ayer en la Casa del Pueblo de Estocolmo su congreso extraordinario en el que 350 delegados deberán trazar las líneas maestras de su política para los próximos años. Diversas circunstancias confluyen para dar un carácter histórico a esta reunión. Ingvar Carlsson, tras casi cuatro décadas en la lucha política, la última de ellas como primer ministro, pronunció ayer su discurso de despedida. Carlsson fue sustituido al frente del partido y en el Gobierno por Göran Persson, un hombre de la nueva generación.El congreso se produce en medio de fuertes controversias provocadas, entre otras cosas, por las políticas de ajuste aplicadas por el Gobierno que han determinado la protesta de las bases. Tales ajustes, que el Gobierno defiende como necesidad impuesta por las circunstancias, especialmente en lo que tiene relación con el déficit presupuestario y la deuda externa, y que las bases consideran una claudicación ante el embate del neoliberalismo, han recortado una serie de beneficios a los que estaba acostumbrado el pueblo sueco: asignaciones familiares, ayuda para el alquiler, seguro del paro, asistencia médica, sistema de jubilaciones...
Paralelamente, las denuncias, en muchos casos fundadas, de corrupción o uso indebido, de prerrogativas de altos funcionarios del Gobierno, contratos blindados, especulación y otros delitos económicos han creado un clima de crispación y descreimiento y polarizado las posiciones entre los que la derecha ha bautizado esquemáticamente como tradicionalistas y renovadores dentro del partido. De alguna manera, el partido ya ha pagado un precio por esta situación. Ha habido un corrimiento de su electorado hacia el Partido de Izquierda (ex comunistas) y el Partido del Medio Ambiente.
Los socialdemócratas han buscado como aliado el partido del centro. El congreso tendrá que definir las relaciones con la Unión Europea, en especial lo relativo a la moneda única.
