Secundarios
Ya no tengo la misma puntería que antes con el mando distancia. Estoy toda la jornada a la captura de las tres principales liebres de marzo, juraría que apostado en el lugar más conveniente de la cacería de cristal, y resulta que sólo pillo piezas muy menores, avefrías de coto andaluz, o enormes elefantes ultraconservadores tipo safari norteamericano. Hoy, por ejemplo, luego de un frenético zapeo en plan metralleta, cuando ya es hora de faxear el artículo, todavía no he logrado saber por dónde rayos andan de mitineo los tres caballeros. Lo lógico es que consultara al periódico, pero a mí me pagan por estar aquí, sentado y tiritando de frío delante de la influyente pantalla, encerrado con un solo juguete informativo.En cambio, les puedo contar con detalle minimalista (sección realismo sucio) las idas y venidas de Chaves, Arenas y Rejón. Llevo todo el santo día viéndolos y escuchándolos en las más variadas y pintorescas posturas oratorias, cadena tras cadena, torpemente acalorados con sus pequeñas trifulcas surenas, y digo yo que un masaje así en un medio tan todopoderoso algo tendrá que influir en el voto nacional. Es como si en uno de. esos superestrenos de Hollywood, salieran más en la peli los secundarios que las grandes estrellas. Con una diferencia notable, esta vez. Los secundarios del celuloide de importación suelen ser personajes magníficos, un añadido imprescindible en cualquier género mayor de la ficción, y desde mucho antes de que Walter Brenan cojeara agarrado a una botella de whisky hasta mucho después de que distinguiéramos con toda precisión cinéfila las viruelas aventureras de Harvey Keitel de las de Tommy Lee Jones. Mientras que la pelmaza, blandorra y descontrolada actuación diaria del trío Chaves, Arenas y Rejón va camino de destrozar las muy cuidadas campañas de sus jefes.
Poco importa que Felipe bizquee hacia el rojo con su viejo resuello, que la pericia de Aznar para no desviarse un solo bit de la hoja electrónica roce ya la perfección cibernética, que Anguita truene como sólo el cielo sabe, si luego, sin la menor transición, aparecen en pantalla sus respectivos secundarios con la rebaja paleta, tan provincianos. Mucho cuidar las rayitas azules-corbata Hermés de Aznar; mucho paseo platónico de Anguita por el Madrid de los Austrias; mucho videoapocalipsis en plan Perro andaluz (volvió Umbral a acertar), si acto seguido resulta que Arenas sale leyendo una cuartilla con chillón jersey amarillo de señorito no sólo pijo sino demodé, que el tal Rejón, desde su absurda prosodia de cura opaco, no acaba de rematar la faena del gran regenerador de las Españas, y que Chaves, a pesar de su acento de chiste, resulte más soso, antiguo y blanquinegro que Karl Malden.
En cuanto a la otra gran interferencia observada hoy, poco que añadir. Buchanan, el líder conservador de la Metrópoli, se llevó de calle las primarias de New Hampshire haciendo lo contrario que su homólogo español. Con una agresiva campaña de publicidad negativa, proclamando su dependencia de la Coalición Cristiana y llamándose todo el tiempo por su verdadero nombre.
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