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Tribuna
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Matices catalanes

Desde el 8 de septiembre vengo preguntándome, y preguntando a mis amigos, sobre los sentimientos lingüísticos de una parte considerable de la opinión pública catalana que no está fielmente representada por ninguno de los cinco partidos que compitieron en las recientes elecciones. En aquella fecha, como parte de la celebración anual de la Diada, di una conferencia en el Ayuntamiento de Barcelona titulada Sobre cultura lingüística y nacionalismo. Mi tesis general era que Cataluña, a través de su sistema escolar, y con una administración equitativa de la Ley de Normalización, tiene una oportunidad muy favorable de crear una auténtica sociedad bilingüe; que, igual que la transición a la democracia tras la muerte de Franco ha surgido como un modelo para muchos países de Latinoamérica y Europa del Este salidos de una dictadura, la convivencia de los idiomas y de las culturas catalana y castellana podría proporcionar un modelo más afortunado de bilingüismo que las situaciones que existen en Canadá o Bélgica.Uno de los efectos secunda rios sorprendentes de mi conferencia fue la cantidad de llamadas telefónicas de gentes que no me conocían personalmente, y la cantidad de comentarios de tenderos locales que sí me conocen, para decirme que agradecían escuchar a alguien decir cosas que piensan desde hace tiempo pero se sienten reacios a expresar en público. Después de 12 años viviendo en Barcelona, sé bien que muchas personas, especialmente entre los intelectuales y los políticos, sienten emociones muy intensas en torno a la cuestión lingüística. Pero me sorprendió que tantas personas me dijeran que yo expresaba cosas que. ellos no podían decir "sin quedar mal", o que incluso les podían perjudicar en su vida profesional.

Volviendo a la cuestión de cómo están representados los distintos sectores de la opinión pública en Cataluña en relación con la cuestión lingüística, ERC y Convergència i Unió desean, naturalmente, que el catalán se convierta en el idioma dominante. El PP, por otra parte, apela a los castellanohablantes y sus sensibilidades, y a la minoría, bastante significativa, de las clases medias prósperas que prefieren el castellano al catalán. El PSC e IC son menos nacionalistas que CiU, pero en los últimos años han sentido cada vez más presión para competir con Convergència y probar su catalanismo, por lo que han recalcado que también ellos se comunican principalmente en catalán.

Esto deja sin representación al número muy sustancial de ciudadanos, auténticos ejemplos (en mí opinión) del seny catalán, que quieren de verdad una sociedad bilingüe sin la atmósfera de competición y resentimientos mutuos que caracterizan a los nacionalistas, por un lado, y a los espanyolistas, por otro. Ningunode los cinco partidos políticos habla en nombre de esas personas, aunque la sociedad catalana está oficialmente comprometida con la igualdad de categoría de las dos lenguas maternas de su población mixta. Voy a intentar explicar este misterio.

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La Ley de Normalización, aprobada por consenso de todos los partidos del Parlamento catalán, pide la "inmersión total" en el catalán durante la educación de los tres primeros años, seguida por un uso aproximadamente igual de ambos lenguajes en todas las asignaturas de la educación primaría y secundaria. La inmersión total resulta razonable tanto para los hijos de inmigrantes recientes como para la probable mayoría de niños catalanohablantes cuyos padres, debido a los 40 años de dictadura franquista, no aprendieron nunca a leer y escribir catalán correctamente. Como los niños pequeños aprenden idiomas con facilidad, y el castellano y el catalán se parecen mucho, 20 o 30 años de normalización deberían producir una población que hablara con total fluidez y soltura en ambos idiomas.

El problema de esta ley excelente surge con su administración. Todos los sistemas escolares tienden a sufrir una falta de financiación, y si, además d buscar competencia en la materia de la asignatura, también se intenta que las asignaturas se enseñen mitad en castellano y mitad en catalán, por profesores que sepan bien los dos idiomas, el problema de falta de financiación es aun mas grave que en un sistema escolar monolingüe. Además, las profesores tienen emociones y ambiciones. Tal vez tengan una preferencia intensa por su lengua materna y/o la ambición de disfrutar de condiciones de trabajo más favorables por dar más importancia al catalán, que hasta 1980 fue el idioma menos favorecido, mientras que ahora ocurre lo contrario. Afortunadamente, una de las ambiciones de la mayoría de los profesores es ser entendidos por los alumnos, por lo que los profesores realmente dedicados, independientemente de sus preferencias personales, querrán utilizar de forma amistosa y lo más correcta posible los idiomas de los niños procedentes de familias catalanohablantes y castellanohablantes.

Hay dos dificultades políticas generales qué afectan especialmente a los profesores y funcionarios, pero que en alguna medida afectan a todas las personas del sector económico de los servicios. Una de ellas es la diferencia sabida pero no reconocida entre la letra de la ley y la administración preferida de dicha ley mientras CiU esté en el poder. En teoría, se supone que los dos idiomas deben enseñarse y emplearse por igual, pero de hecho el esfuerzo nacionalista es dar una preferencia clara y constante al catalán, con la justificación extraoficial (victimista) de que el catalán sigue siendo el idioma desfavorecido incluso después de más de una década de normalización. Por eso, los profesores que quieren realmente usar los dos idiomas son vistos con malos ojos por- la Administración. Un resultado práctico es que las escuelas empresariales y universidades tienen que enseñar castellano a los alumnos procedentes de institutos locales.

Además, hasta ahora, el predominio político-institucional de CiU ha hecho que el PSC e IC recalquen su propio catalanismo, pero la pérdida de la mayoría absoluta y el auge del PP podría llevar a una administración de los idiomas en el sistema escolar que fuera más conciliadora, o sencillamente más honesta. intelectualmente. Pero yo confío -y estoy seguro de que ésta es también la esperanza de la gente no representada a la que, me he referido-, en que todos los partidos catalanes se comprometan, honestamente con la letra y el espíritu de la Ley de Normalización que aprobaron en su día por consenso.

En mis conversaciones con intelectuales catalanes. he notado otro rasgo curioso y desgraciado. Casi nadie habla del bilingüismo como un enriquecimiento cultural, como una oportunidad de hablar, leer y escribir en dos idiomas. Casi toda la discusión gira en torno a presiones competitivas y diferencias entre "ellos" y "nosotros". Sin embargo, la mejor oportunidad de que Cataluña sea una sociedad europea singular, próspera y culta está precisamente en la colaboración voluntaria de sus dos culturas lingüísticas. Y en el seny de sus ciudadanos de a pie, frente al esnobismo cultural de gran parte de su élite.

Gabriel Jackson es historiador.

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