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28 MAYODUELO AUTONÓMICO: BALEARES

Un pleito político y personal

Cañellas considera a Triay un perdedor y éste le acusa de estilo caciquil

Gabriel Cañellas (PP) y Francesc Triay (PSOE) hace años que no conversan en profundidad. Cuando se cruzan, se intercambian un frío y protocolario gesto. A veces, Cañellas menta el vinagre al ver a Triay y en las pasadas Navidades pregonó que le regalaría un bozal.Es una síntesis de un pleito político y personal, una especie de reconstrucción de la vida electoral de la primera mitad del siglo en Baleares. En los orígenes del duelo está el control de un auténtico poder, el uso del territorio, capital del archipiélago. Triay va de protector de la costa y el interior para frenar al presidente Cañellas, desarrollista y urbanizador según él.

Una explicación previa: Cañellas fue gerente y consejero de la empresa familiar Salinera Española, propietaria de una extensa área de playas, montes y zonas húmedas de Ibiza y Formentera. Desde hace decenios, los socialistas y los ecologistas intentan proteger estas salinas. Por un palmo de terreno se han librado grandes dramas rurales y permutado gobiernos locales.

Triay y Cañellas libran una batalla salinera de origen y complicada. Ambos se repelen y desprecian. Cañellas da forma desde hace 12 años al poder insular, teje la gran red de influencias del PIP y no negocia con nadie que no sea afin. Triay, en voz alta le llama corrupto y caciquil.

Cañellas habla de "los rojos" y se amuralla con "los nuestros". Se considera hegemónico e incompatible con sus adversarios o críticos: Esta actuación se ampara en casi la mitad del electorado. El líder conservador se atribuye la interpretación honesta, tranquila y liberal de la sociedad balear en un toque mesiánico y telúrico. Triay aboga por el numantinismo ideológico y el combate anticonservador para "dar paso a las ideas".

A Cañellas no le gusta ni la playa ni el mar ni el sol, aunque es el líder social de una comunidad turística, el 85% de cuya riqueza depende de la costa y que recibe más de ocho millones de visitantes al año. Es un terrateniente y agricultor aficionado. Aprecia, socarrón y estratega, el duelo, que se presenta desigual, y no quiere que una minoría nacionalista o centrista le frene la ansiada mayoría absoluta.

El opositor socialista no está solo. La situación es, en realidad, de todos contra el PP, una lluvia permanente de denuncias sobre supuesta corrupción y un recordatorio de sentencias adversas a cargos públicos conservadores. El presidente regional se indigna, hace victimismo y representa escenas de teatro de chismes y chanzas. Está de gira permanente, como un actor de animación. Los mítines son una secuencia de sonrisas y aplausos. En un acto reciente se comparó a Ulises para despreciar a Penélope Triay porque éste deshacía todo lo que el Gobierno realizaba. Cañellas no es un lector de los clásicos griegos ni de teoría política.

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Triay es secundario en la realidad, pero no se amilana. Es un amante de la música clásica, del teatro, de la lectura larga, de los viajes europeos. Trabaja como ingeniero, dirige obras en Palma y planifica. el territorio: "Con Cañellas no coincido en nada y, como ciudadano privado, nunca hemos ido a los mismos actos".

El discurso de Triay, largo y plano, rompe el hielo con el ciudadano de manera esporádica. Reflexivo y contundente como un martillo pilón, no da pie a las sonrisas. El mensaje anticorrupción retumba contra el PP, pero su izquierda no entra a chorro en el corazón de la gente que rompe las mayorías.

Por ello, el presidente le machaca y le considera un perdedor habitual y sin ideas: "Triay es un obsesivo y un fanático y a los socialistas no les hacen ni caso los suyos en Madrid. Aquí no se pueden ni ver. Son como ovejas a punto de esquilar."

Sin gran corte interna en el PSOE ni gran aparato de apoyo, Triay predica con paciencia. Es un vigilante del PSOE en la costa ante la estatua salinera conservadora que prevalece desde 1983. El socialista, en tres elecciones, ha sido perdedor: dos veces fue segundo y una cabeza de cartel.

"Cañellas", indica Triay, "representa la derecha más derechista de toda España, que configura un estilo caciquil. No existe el mensaje supuestamente ético de Aznar. Aquí no han llegado las reformas anticorrupción, el frenar los negocios privados y los cargos públicos. El presidente es el paradigma de lo que dice el PP que no se ha de hacer".

Las urnas, las denuncias judiciales y las operaciones de acoso mutuo han abierto una brecha insalvable. Cañellas quisiera dejar a Triay arrinconado para siempre y el PSOE disfrutaría si Cañellas se convierte en una estatua de sal, en un gobernante que perdió la mayoría.

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