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Solzhenitsin arremete contra el mariscal Zhúkov, héroe de la II Guerra Mundial

Pilar Bonet

El escritor ruso Alexandr Solzhenitsin ha tomado posiciones contra el creciente culto oficial al mariscal Georgui Zhúkov, el caudillo que condujo al Ejército Rojo hasta Berlín en 1945, con un destructivo retrato literario de este personaje, que acaba de ser publicado en la revista Novi Mir, coincidiendo con el 500 aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi. Las autoridades rusas, para quienes la figura de Zhúkov (1886-1974) resulta más cómoda que la de Stalin, han convertido al mariscal en el principal héroe de este aniversario.

En diversas ciudades, incluidas San Petersburgo y Yekaterinburgo, han aparecido monumentos a su memoria, y el presidente Borís Yeltsin inauguró la estatua ecuestre de Zhúkov erigida en el centro de Moscú, que ahora está decorada por gigantescos retratos del militar.Yeltsin, que ha impartido las primeras condecoraciones con el nombre de Zhúkov, ha calificado a éste como uno de los símbolos de la "gloria militar rusa" y un "genio militar". Visto por Solzhenitsin, sin embargo, el héroe es un personaje embrutecido por su participación en el cruel aplastamiento de un motín de campesinos hostiles al poder soviético en la región rusa de Tambov en 1920-1921.

Solzhenitsin ha dedicado a Zhúkov el relato Na kraiaj (traducible como En las provincias), que ha aparecido en Novi Mir junto con otro relato dedicado precisamente a la sublevación de Tambov, encabezada por Alexandr Antónov, un antiguo revolucionario y policía. Ambos relatos, escritos durante los meses de marzo y abril, según una portavoz de Novi Mir, constituyen la primera producción literaria de Solzhenitsin desde que el laureado con el premio Nobel de Literatura regresó a Rusia en mayo de 1994.

Como punto de partida, SoIzhenitsin ha tomado las memorias que Zhúkov escribió después de ser acusado de bonapartisino y defenestrado por Nikita Jruschov en 1957. Estas memorias, que Zhúkov se vio obligado a modificar y rehacer en función de las exigencias del Kremlin, han sido reeditadas este año sin los cortes exigidos antaño.

Na kraiaj constituye un contrapunto a las memorias de Zhúkov, ya que el escritor se sitúa en la perspectiva del mariscal y desarrolla una reflexión interna, supuestamente autobiográfica, que sitúa en un escenarlo siniestro los episodios que Zhúkov describió de forma convencional y con estereotipos ideologizados. Solzhenitsin describe las operaciones del Ejército para "limpiar de bandas" las provincias que, como Tambov, se oponían a las duras exigencias del poder soviético respecto a los campesinos. Los encargados de la represión, con Zhúkov entre ellos, entraban en los pueblos y fusilaban arbitrariamente a sus habitantes, hasta que los supervivientes delataban a los cabecillas rebeldes.

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Indiferencia ante las bajas

Zhúkov "se embruteció" y "se convirtió en un combatiente encarnizado" en aquellas acciones de castigo, afirma Solzhenitsin, que hace especial hincapié en la indiferencia del militar respecto a los costes humanos de sus victorias. En Mongolia, en 1939, Zhúkov mostró un "mando inflexible" y lanzó a sus tanques a un ataque frontal, sin esperar artillería e infantería, perdiendo dos tercios de sus efectivos, pero logrando "achicharrar a los japoneses". En Berlín, actuó con los mismos criterios para tomar la ciudad antes de que lo hicieran los aliados. Atacó frontalmente y perdió 300.000 personas en la operación, y sus hombres soportaron sufridamente porque "todos comprendían que estaban transcurriendo horas estelares del pueblo soviético".

Sobre el telón de fondo de la guerra de Chechenia, los dos relatos de Solzhenitsin adquieren nuevas dimensiones y propician una reflexión sobre los métodos que los dirigentes rusos han empleado a lo largo de la historia. El relato de Solzhenitsin concluye con un lamento del mariscal por no haber dado un golpe de Estado.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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