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Adictos al empate

El Getafe cosecha su sexta igualada consecutiva ante el Marbella

Joseba Elola

Dicen que la primera vez no pasa nada, que el primer empate no engancha. A partir del tercero, se le empieza coger el gustillo a esa sensación de pseudosatisfacción, a ese sucedáneo barato de la Victoria. Al quinto empate, la mera visión de un marcador desequilibrado, provoca graves trastornos psicólógicos al bloque. Y cuando son seis las igualadas consecutivas que arrastra un equipo, ya se puede hablar de adicción, de patología. Y así vive el Getafe, enganchado al empate, subido a ese caballo que le permite, no obstante, seguir trotando a paso ligero por la categoría.Hay dos tipos de empate: los que dejan volar un punto y los que permiten. recuperarlo. El de ayer fue de los segundos y es, por sus benefactores efectos psicológico, el más recomendable para los adictos. Quedaban ocho minutos de juego, el Marbella estaba a punto de llevarse la victoria, y en eso apareció Guerrero, el mago de Las Margaritas. Con un potente disparo desde más de treinta metros devolvió el equilibrio al marcador. Su tiro aplacó síndromes de abstinencia en el equipo y relajó algún que otro rictus de virtual derrotado.

El partido fue del Geta. El Marbella se atrincheró atrás y apenas jugó la pelota. El contraataque era su única arma, y Lukic, la punta de lanza. El serbio demostró el peligro que cargan sus botas a los cinco minutos, con un balón, que Lucio salvó cuando se colaba en la portería. El Getafe dominaba, pero se entretenía con pases en el centro del campo, dejándose las ideas por el camino a medida que se acercaba a meta. A un minuto del final de la primera parte llegaba la bofetada de Lukic, un gol que congeló Las Margaritas.

En la segunda parte, el dominio fue total. Sánchez Duque arriesgó con un doble cambio que demostraba sus ganas de darle la vuelta a la tortilla: sacó a Paquito (que no daba ni una) y a Angelito, y metió a Mariano, lento y despistado, y al debutante: Peña.

Los mansos tiros lejanos, los balones a la olla y los barullos fueron la receta para la remontada. El Getafe tenía prisa por marcar, y con tanto corazón se olvidaba la cabeza. En el ecuador de este segundo tiempo se vivieron los momentos de asedio más calientes, con la afición volcada, ilusionada con la igualada. El gol de Guerrero fue la dosis necesaria para aplacar angustias y apagar ansiedades. Su potente chute ayudó a que el Geta se sacudiera el mono de empate.

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Sobre la firma

Joseba Elola
Es el responsable del suplemento 'Ideas', espacio de pensamiento, análisis y debate de EL PAÍS, desde 2018. Anteriormente, de 2015 a 2018, se centró, como redactor, en publicar historias sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la sociedad, así como entrevistas y reportajes relacionados con temas culturales para 'Ideas' y 'El País Semanal'.

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