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Triple asesinato en Aravaca

Jan Martínez Ahrens

JAN MARTÍNEZ AHRENS Uno tras otro. Jesús Ruiz, de 85 años, cayó con la cabeza destrozada en el recibidor; su esposa, Castora Cordero, de 63 años, murió apuñalada en el dormitorio, y su padre, Romualdo Cordero, de 90 años, perdió el aliento en el salón de seis cuchilladas por la espalda. Fue el lunes y en el número 12 de la calle de Húmera, en el distrito de Aravaca. Nadie oyó nada. Pero a todos les asesinó una misma mano, según la Guardia Civil, que imputa el triple crimen al hijo del matrimonio, quien, paradójicamente, se llama Inocente y tiene 36 años. El acusado, un electricista yonqui, separado y sin trabajo, fue detenido cuatro horas después de que él mismo denunciase el macabro hallazgo y acompañase a los agentes hasta el modesto domicilio paterno, donde él vivía desde su separación. La droga, la locura y la imposibilidad de conseguir dinero para la vena pudieron actuar, según la versión policial, como detonantes de la matanza. De hecho, la Guardia Civil manifestó ayer que el detenido, con antecedentes policiales, sufre trastornos psíquicios. Los vecinos recordaban que tenía atemorizados a sus parientes, a los que golpeaba con frecuencia. Tal era su distancia, que los progenitores le alojaron en un cobertizo del jardín con puerta de salida propia.

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El arma no ha sido encontrada, y la hora exacta del crimen se desconoce. La madre fue vista sobre las 12.30. Media hora más tarde, nadie de la vivienda respondió a la llamada del repartidor de butano. A las 19.30, Inocente acudió a un cercano ambulatorio y gritó: "¡Han matado a mi padre! ¡Está rodeado de sangre!".

PASA A LA PÁGINA 3

El detenido dijo haber encontrado los cadáveres al llegar a su casa

VIENE DE LA PÁGINA 1Alto, fuerte y moreno, la historia de Inocente Ruiz Cordero muestra dos caras. Los vecinos y allegados conocían la más salvaje. Aquella que se escribió en las espaldas de sus padres con gritos y golpes, con insultos y espumarrajos de abstinencia. El hombre, un electricista que se casó antes de los 20 años y que abandonó Aravaca para irse a vivir con su mujer a la vecina Móstoles, volvió a su casa natal -planta baja y mucho ladrillo sin revocar- hace más de cinco años. Se había separado. Dejaba atrás, cuentan sus allegados, dos hijas y mucho dinero invertido en heroína. Su regreso al hogar paterno no bastó, sin embargo, para ahogar los problemas. Seguía siendo un yonqui, incapaz de superar los programas de rehabilitación del ambulatorio de la localidad.

"Sus padres le temían. Les maltrataba para sacarles unos duros. Traía gente extraña a la casa. El padre contaba que Inocente iba a ingresar en prisión en enero si no pagaba una fianza de medio millón de pesetas. Esto le daba mucho miedo, él carecía de ese dinero", comentaba ayer un íntimo del padre.

La otra cara de Inocente, que tenía dos hermanos, emergía entre desconocidos, en ambulatorios y bares, como el Tapa-Tapa, donde se mostraba taciturno, pero pacífico. Un bebedor de zumos de naraja, aficionado a la bollería. "Quizá algo pesado pidiendo dinero", recordaba ayer un conocido suyo. En esos lugares jamás se mostró violento. Sólo inquieto por conseguir el pico. "Se movía mucho por Pozuelo, allí tenía pandilla", señaló ayer un sanitario que le trató.

Buscar una coartada

El día del triple crimen, de confirmarse la hipótesis de la Guardia Civil, los dos rostros de Inocente se mostraron en toda su plenitud. Primero, siempre según la versión policial, mató a su familia. Uno por uno. Después, corrió a buscarse una coartada al ambulatorio donde habitualmente le atendían -está situado a 500 metros de su casa-

"¡Me han matado a mi padre! ¡Está rodeado de sangre!", gritó Inocente al recepcionista del ambulatorio. Lucía pantalón vaquero, jersei beis y gafas. Temblaba. El personal sanitario alertó a las 18.55 a la Guardia Civil. Entretanto, le atendió una doctora. Inocente le pidió un sedante y le contó, entrecortadamente, que se había encontrado a su padre frío y sin respiración tirado en el suelo del recibidor. El reloj marcaba las 19.15.

Al llegar la Guardia Civil, reanudó la explicación. De camino a la casa, Inocente se separó para avisar a Jesús, su hermano menor, de lo ocurrido. Jesús trabaja de charcutero en el ultramarino El Niño, de Aravaca.

Inocente entró agitado en la tienda. Se dirigió al mostrador de cristal y le susurró la desgracia a su hermano. Ambos salieron disparados. Eran las 19.30. Recorrieron los 700 metros que les separaban de la casa de su padre, un albañil jubilado, nacido en Extremadura, al igual que su esposa, Castora.

La Guardia Civil entró en la vivienda con llave. Descubrió un espectáculo de horror ascendente. En el suelo del recibidor yacía Jesús Ruiz, con una brecha en el cráneo; su esposa se encontraba muerta en el dormitorio matrimonial, con heridas de arma blanca en espalda, cuello y cabeza. Su padre, de 90 años, estaba sentado en el salón, con la cabeza rajada y seis cuchillazos en la espalda.

Los hermanos, mientras, entraron en la casa de una vecina. Iban a llamar a la hermana mayor por teléfono. Inocente gemía, sentado en un rincón.

"Oye, parece que no pienses, más que en ti", le gritó Jesús, quien finalmente fue el encargado de comunicar los hechos a su hermana. A Inocente le sirvieron un vaso de leche.

Los dos hermanos permanecieron en la citada casa hasta las diez de la noche. Posteriormente, Jesús, que vive en Villaviciosa de Odón, regresó al ultramarino y preguntó si alguien podía alojar a su hermano. No hizo falta. La Guardia Civil detuvo esa noche a Inocente.

El detenido seguía ayer en las dependencias de la 112º Comandancia de la Guardia Civil, con sede en la localidad madrileña de Tres Cantos. La instrucción del caso ha recaído en el Juzgado de Instrucción número 14 de Madrid, que ha exigido a los investigadores que, pese a la alarma social suscitada, guarden silencio respecto a las pesquisas.

Fuentes cercanas a la investigación indicaron que Inocente Ruiz Cordero no ha confesado su participación en los hechos. Por contra, durante las horas en que se mantuvo junto al lugar del triple crimen mostró -insisten algunos testigos- una vivísima aflicción. ¿Cinismo? Para algunos vecinos este comportamiento arroja una sombra de duda sobre la supuesta culpabilidad.

Por contra, el hecho de que nadie gritase en la casa durante el triple crimen fortalece la hipótesis de que el autor fue alguien próximo a los fallecidos. En este contexto, algunos vecinos insisten en ofrecer como muestra de la agresividad de Inocente el que sus padres le alojasen en el cobertizo. Lejos del hogar.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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