_
_
_
_
_
Entrevista:

"La verdadera música no se aprende"

Con sus discos Bachata rosa (1990) y Areíto (1992), Juan Luis Guerra (Santo Domingo, 1957) ha situado la música de su país, la República Dominicana, en el mascarón de proa de la latinidad. Gracias a Guerra, el trepidante merengue y el romanticismo bolerístico de la bachata se han codeado con el rock en los últimos cuatro años, y las ventas de estos dos discos se cuentan por millones. El artista dominicano, regresa ahora con Fogaraté!, un trabajo que toma el nombre del polvillo que desprende una planta y que es sinónimo de energía y vitalidad: "Si una mujer tiene fogaraté, ya puedes salir corriendo", dice Guerra. En este trabajo, vuelve a mirar a África como fuente de inspiración, intenta alejarse del academicismo de sus estudios en el Berklee College, de Boston, y pretende enseñar nuevos ritmos. El autor de Ojalá que llueva café y La bilirrubina se plantea como nuevo reto divulgar una música de raíz, con enorme tensión rítmica y dinámica.Pregunta. Primero popularizó el merengue, después la bachata. Ahora intenta dar a conocer el perico ripiao.

Respuesta. La mecha que impulsó este disco fue cuando escuché a Fernando Ulloa y su perico ripiao. Es un ritmo del norte del país, que por mala suerte histórica ha topado con un muro en la sociedad dominicana y no ha llegado a todos los sectores. Tocar el perico de oído, con esa rapidez y virtuosismo, sólo puede salir del pueblo. Todos esos jaleos de acordeones y saxos están dictados con la boca, sin partituras. No es académico y esa es una virtud que hay que apoyar, porque el ritmo es contagioso y bailable. Nunca me siento satisfecho de lo que hago, pero sí lo estoy del rescate de músicos y ritmos dominicanos.

P. ¿Significa un alejamiento de la ortodoxia de sus estudios musicales en Estados Unidos?

R. Es el contacto con la verdadera música, la que se lleva dentro, la que no se aprende. Si no, pregúntale a Paco de Lucía. Me despojé del academicismo de la enseñanza estadounidense, pero siempre quedan los toques del rock. La idea de popularizar un aire tradicional como es el perico ripiao es una propuesta consciente de riesgo, algo inseparable a la evolución artística.

P. ¿El riesgo puede ser un camino para huir de la repetición de la fórmula del éxito?

R. La gente siempre espera algo diferente. Es una forma de situar la música dominicana en la vanguardia, de hacer lo que uno siente, y yo me siento merenguero y bachatero.

P. Parece un planteamiento a medio camino entre lo ideológico y lo musical.

R. Estoy satisfecho porque es un sentimiento dual, que toma aspectos de ambos. Mi ansia es enseñar a la gente nuestra realidad cantando y bailando.

P. La vertiente ideológica de sus canciones, ¿es una vacuna contra la presión de la popularidad?

R. No me cuesta salir de la presión del éxito, porque tengo la enorme suerte de que se acepta lo que hago. Mi negativa a repetir una fórmula musical se debe, entre otras cosas, a que los Beatles fueron mi escuela, y siempre salían con una cosa nueva y arriesgada. Me gusta la innovación, y lo hago con las músicas de mi país.

P. Su idea de mostrar la música autóctona de la República Dominicana contrasta con su mirada musical hacia África, iniciada en Areíto, que parece cada vez más evidente.

R. El merengue es tan fuerte que aunque se mezcle con el soukous zaireño mantiene su identidad. La tambora y la güira defienden el ritmo dominicano, que se enriquece con la guitarra africana de Diblo Dibala, con quien trabajé muy a gusto en Fogaraté! Es una buena persona, y las dificultades de comunicación -tremendo problema: él no habla inglés y yo no entiendo francés ni africano-, se solucionaron cuando establecimos códigos de trabajo y aprendió la palabra clave: ¡candela!

P. Su relación con la República Dominicana permanece semioculta. Dicen que allí ha creado una fundación.

R. Los recursos que obtenemos con nuestra música en nuestro país se quedan en la isla. Se utilizan en operativos médicos y en infraestructura deportiva, principalmente en baloncesto.

P. ¿Cómo vive la situación actual de la República Dominicana y la de su vecino insular, Haití?

R. Estamos en un periodo de indecisión. Tenemos que unimos y esperar. Lo de Haití es mucho más complicado; es una cuestión de planteamiento democrático.

P. ¿Nunca ha sido tentado para adoptar una opción política concreta, como su colega Rubén Blades?

R. Nací músico y es lo único que sé hacer. Nunca he tratado de involucrarme políticamente, aunque me gustaría que hubiera una nueva generación de políticos, que aparecieran nuevos líderes. Me cuesta trabajo llevar una orquesta, así que ¡como para pensar en llevar un país! Incluso en las pasadas elecciones quise apartarme y no definirme, aunque el día que me sienta comprometido con alguna opción política es posible que me decida a ejercerla. Por ahora, si aporto algo a la República Dominicana prefiero que sea a través del canto.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_