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20 estudiantes de la Complutense montan un vivero de árboles en un solar abandonado

Antonio Jiménez Barca

A principios de curso, 20 estudiantes de la Facultad de Biología se enteraron de que allá por la Facultad de- Medicina había unos invernaderos desocupados. Fueron a verlos -el sido concreto es un solar abandonado anexo a Medicina- y decidieron utilizarlos. Pidieron permiso a los dueños, miembros del departamento de Genética, y se pusieron a trabajar llenando de tierra y semillas 300 tetrabrik. Ahora esperan a que pasen los exámenes de febrero para comprobar si los robles, los nogales, los quejigos o los castaños han sobrevivido al Invierno.

Los tres invernaderos rescatados por estos 20 miembros del Grupo de Estudiantes de Biología (GEB) presentan aún un estado lastimoso. Muchos cristales han desaparecido o están rotos y el viento se cuela por todos lados. "Pero, a pesar de todo, vamos a intentar reparar al menos dos invernaderos con todas las piezas sanas", comenta Pedro, uno de los estudiantes.Pero que las instalaciones no puedan emplearse aún no ha impedido que los futuros biólogos comenzaran una campana de repoblación a base de semillas de especies resistentes y tetrabrik. Pidiendo a amigos, colocando carteles en la facultad, buscando en cualquier sitio, los alumnos reunieron más de 300 envases a comienzos de curso y los llenaron de tierra de cultivo y de semillas de especies autóctonas que pueden soportar el frío: nogales, quejigos; en definitiva, "árboles de aquí que no sean ni el pino ni el eucalipto, que es con lo que se repuebla normalmente y que no hacen sino desertizar la tierra", aclara otro de los biólogos. Algunos, como Pedro, aprovecharon sus viajes a Asturias, donde viven sus padres, para traer y aportar semillas de roble recogidas directamente del monte.

'Tetrabrik'

Lo de los tetrabrik tampoco es una manía: el material del que está hecho este envase no es biodegradable y emplearlo como tiesto es una manera de que no se convierta en basura permanente. "Además, pesan menos que las macetas de cerámica y son más manejables", especifica Jorge, otro de los futuros biólogos."Cuando llegamos aquí esto parecía una chatarrería", cuenta Pedro. "Hierros por todas partes, malas hierbas, una carretilla que nadie sabía por qué estaba aquí... Nos costó bastante adecentarlo", prosigue Pedro, que exhibe orgulloso el solar en donde se asientan los viveros y, al lado de ellos, los 300 tetrabriks cultivados. En cuanto terminen los exámenes de febrero, comenzarán a arreglar los cristales, para empezar, con el verano, a cultivar dentro plantas que no soportan el frío de Madrid. Ahora, con la sombra que da la mole del edificio de Medicina, no se puede aspirar a nada más.

"Lo que hemos planteado no necesita más sol; con la luz que hay ya crecerán", asegura Pedro. Han aprovechado todo lo que les brindaba el terreno, en este caso chatarra y escombros. "De una oxidada rejilla de ventana que andaba por aquí tirada hemos hecho una criba, y hemos utilizado también la tierra que tenían las macetas de los experimentos de los de genética, que ya no las usaban para nada", comentan.

Al lado de los tetrabriks todavía perduran las macetas de barro de los antiguos experimentos de genética. Son cientos de macetas amontonadas que los futuros biólogos no están muy dispuestos a utilizar todavía, mientras queden provisiones de tetrabriks.

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Van a trabajar en las hora libres, cuando se suspenden clases, incluso en vacaciones. "En navidades nos turnábamos para venir a regar, claro. Y en verano, haremos lo mismo", dice otro de los repobladores. No les vendría mal ayuda: "Apunta que todo el que quiera colaborar tiene hueco", asegura uno de los alumnos.

Utilizan una manga de riego encontrada por pura casualidad, y ahora, además de ocuparse de arreglar los cristales, han cavado un agujero en el terreno cultivable del solar, que debe de ser bueno, porque espontáneamente han crecido zarzas y cañaverales. "El hoyo parece una tumba, pero es simplemente para plantar otras cosas", dice Pedro.

La recompensa a todo este trabajo tardará en llegar, pero llegará. Dentro de unos dos años, estos alumnos de Biología irán al monte con los árboles que hayan sobrevivido y allí los trasplantarán. "Pero seguro que cuando los viveros estén arreglados y funcionando nos lo quitan todo: los viveros y el solar", se lamenta Jorge.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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