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"Paisa, no té, olvidamos"

Los vecinos de San Blas depositan flores en el lugar donde fue asesinado un vendedor ambulante

Mohamed el Fejoua era un hombre querido en San Blas Por su talante cordial. Llevaba años recorriendo estas calles con su mercancía. Su muerte, apuñalado por un toxicómano que le intentó robar, ha entristecido al vecindario. Las flores se acumulan en el lugar donde este vendedor ambulante marroquí de 37 años cayó asesinado el pasado martes 25 de enero, un cruce entre las calles de Alberique y Amposta.Paisa, te queremos y no te olvidamos", dicen varios carteles, entre estampitas de santos y cruces de cartón. Un espontáneo homenaje a alguien que vino de lejos hace diez años y llegó al corazón de esta barriada obrera.

Los restos del malogrado vendedor reposan ya en su localidad natal, El Kelaa des Sraghna, una población de varias decenas de miles de habitantes a 45 kilómetros al norte de Marraquech. Los gastos del traslado del cadáver, unas 400.000 pesetas, los han costeado entre diversos compatriotas. Allí ha dejado una viuda y tres hijos pequeños, de siete, cinco y tres años. A ellos y a sus padres ancianos les enviaba la mayor parte del dinero que ganaba.

Aquí sigue su hermano, que vino a recogerle desde Italia hace diez días para regresar juntos a Marruecos a celebrar el Ramadán. Él y un primo lejano suyo, Abderrahim, que regenta una tienda de alfombras en la calle de la Magdalena, intentarán hacer las gestiones necesarias para ver si a la familia le puede quedar algún tipo de ayuda.

El Fejoua cotizaba como autónomo a la Seguridad Social y contaba con permisos de trabajo y residencia desde 1984, cuenta Abderrahim. Compartía un piso de, la calle de Huertas con otra media docena de inmigrantes marroquíes. En esta vivienda, en el barrio de San Blas, donde vendía, y en la calle de la Magdalena, donde acudía a comprar género magrebí, transcurría su vida. Cada cuatro o cinco meses viajaba a su tierra para estar con su familia. Y luego regresaba. Algunos cuentan que fiaba los cilentes que no podían pagar al contado.

Llegó a Madrid hace una década buscando un trabajo que le permitiese mantener a su prole. En San Blas le recuerdan pateando las calles desde hace mucho tiempo. Se le conocía como Paisa, un apelativo habitual para referirse a los vendedores ambulantes de origen magrebí. Con su mercancía recorría bares, aceras y mercadillos.

"Hemos perdido a un buen amigo", repite Joaquín Zorita, dueño del bar El Mirador, muy cercano al lugar de los hechos. "Dicen que los hombres no lloran, pero yo no pude evitar las lágrimas al verle allí muerto", comenta. "Venía mucho por el bar con su mercancía, tomaba un café, siempre con una sonrisa, un hombre cordial", recuerda.

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"No bebía alcohol, ni fumaba, debía ser un musulmán estricto", añade. Los camareros rememoran un día que les pidió un bocadillo "de algo". "'Vale, pues uno de jalufo (jamón), le dijimos para chincharle", apostillan. "Él nos contestó que no, que no tomaba cerdo, y que mejor le pusiésemos uno de boquerones", concluyen.

Al mediodía del pasado 25 de enero, este hombre caminaba por la calle de Alberique, en el cruce con la calle de Amposta, junto al parque de Arcentales. Una zona donde, al mediodía, numerosos heroinómanos acuden a comprar su dosis a los camellos.

Hassan, otro inmigrante marroquí que trabaja de camarero en el bar El Mirador, barría la entrada del local. "De repente vi que un chico de unos 25 años, con pelo corto, rubio y rizado, vestido con una cazadora y deportivos y aspecto de yonqui con el mono le abordaba", explica este empleado. "Nunca le había visto antes por aquí; debió de pedirle dinero, quizá vio que había vendido alguna chaqueta de cuero en el mercadillo y le siguió", añade.

"Mohamed iba a dejar la mercancía para enfrentarse a él, y en ese momento el otro le pegó un navajazo en el cuello", apostilla, "Yo seguí al asesino, me amenazó con el machete, nos metimos por el parque de Arcentales y al final se me escapó", concluye Hassan, que desde entonces ha perdido varios kilos por el disgusto de ver morir así a su estimado compatriota.

El Fejoua falleció en el acto. Su agresor aún no está detenido. Doscientos vecinos le hicieron, un homenaje póstumo el pasado sábado en el lugar donde fue acuchillado. Algunos hablan hasta de colocar una pequeña placa que recuerde a este trabajador habitual de San Blas nacido al sur del Manzanares.

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