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El Gorbachov 'posperestroika'

Gorbachov ha publicado en este mismo periódico un artículo importante sobre el proceso político de Rusia, bajo el título Una ocasión perdida.Gorbachov sigue siendo una figura importante. En el inicio del trance que vive Rusia fue, nacional e internacionalmente, la figura clave. Luego, su imagen se ha ensombrecido en el juego implacable de la política. Pero él fue quien dijo "la verdad", contra la mentira del socialismo "real", en el momento histórico en que habla que proclamarla urbi et orbe. La pólítica es un arte complejo en el que el culto a la verdad no goza, de especial privilegio. Pero sí no a la corta sí a la larga, la verdad prevalece, es más fuerte que todos los artilugios de la política.

La verdad, y sólo ella, da la libertad: ése es su gran privilegio. Como está escrito: "La verdad os hará libres". Ella es la que da la libertad, luego sólo el que está en la verdad vive la libertad. Por eso Lenin, que creía religiosamente en la verdad del comunismo, pudo decir a nuestro Fernando de los Ríos -que tenía fe en el socialismo, pero no tanta en Lenin-: "Libertad, ¿para qué?". Hay que repetir esta importante anécdota.

El zarismo había absolutizado el poder civil, incorporando a él el absolutismo religioso (la fe religiosa tiene que ser absoluta). El zar era una persona sagrada ante quien el pueblo se arrodillaba.

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Lenin había sido consciente de ese peligro intentanto una moderada economía privada, la NEP. Stalin, un loco exacerba. do, radicalizó brutalmente, al más alto costo social, la economía soviética, hasta alcanzar el siniestro nivel -mejor desnivel- descrito por Gorbachov. Esta locura se encarna en el muro de Berlín, del que algunos en España todavía son nostálgicos.

Hundido el mito de la economía socializada, vino también el hundimiento del imperio comunista, con el resurgir de las nacionalidades que la integraban y con ello el problema dificilísimo de dar forma a una Rusia plural y democrática. Y éste es el dilema que ahora Gorbachov, en el artículo que comentamos, plantea.

Sabida es la amistad de Gorbachov con Reagan, o por mejor decir, con Norteamérica. Pues bien, sus reacciones sobre el momento actual del problema político de Rusia son esquemáticamente las siguientes: ve un gran peligro en la apresurada aspiración a extender hacia el Este las fronteras de la OTAN, así como en la línea de la Asociación para la Paz. El ingreso de naciones de Europa central y del Este en la OTAN llevaría, a su juicio, a una nueva división en Europa y a un nuevo "telón de acero". Se quisiera o no, se volvería a un enfrentamiento bipolar.

Pero para Gorbachov también es inaceptable la Asociación para la Paz. Cree que se trata de un paso cauteloso para darse por enterados de los problemas de las naciones de Europa central y del Este, pero sin enfrentarse demasiado a Rusia. Se expresa con estas palabras: "De modo que tenemos que decir a nuestros amigos estadounidenses que el objetivo de organizar un mundo unipolar no puede sino aumentar la irritación de Rusia, que se sentirá excluida del club de las grandes potencias". Y también: "En cualquier caso, la ampliación de la OTAN sería interpretada por Rusia como un intento de aislarla, pero es imposible aislar a Rusia".

Gorbachov cree que a Rusia hay que tratarla "de igual a igual", sin caer en la tentación de aprovecharse de su debilidad pasajera. La humillación del prestigio y de los intereses rusos provocaría hostilidad e indignación en amplios sectores de la opinión pública, ya sea favorable al Gobierno o a la oposición, ya sean nacionalitas, conservadores o reformistas.

Gorbachov ve en el resultado de las últimas elecciones la consecuencia inevitable de un programa de reformas mal concebido. Para él, el fracaso de la línea Gaidar, que acaba de presentar su dimisión, estaba descontado, pero rechaza que exista un peligro concreto de una oleada de fascismo, o que Zhirinovski llegue al poder, no lo cree en absoluto, porque, aunque es verdad que existen fuerzas reaccionarias extremistas, éstas existen en todos los países y sería sorprendente que no las hubiera también en Rusia.

Para Gorbachov es imposible un retorno al pasado comunista, porque no existen fuerzas capaces de lograrlo. Lo que hace falta son unas reglas claras del juego que colaboren para atraer a la inversión privada y renovar la fuerza industrial rusa. Rusia tiene que encontrar por sí misma su rumbo en la transición del totalitarismo a la democracia. No se pueden aplicar allí las medidas clásicas del FMI. Tiene que empezar desde el principio, con unas circunstancias históricas específicas, transformando radicalmente la psicología de las gentes.

En el fondo, Gorbachov, tan anticomunista, es un nostálgico de la bipolaridad Estados Undios-Rusia (no soviética, pero Rusia). Su reacción de fondo es contra la unipolaridad; en otras palabras: es un nostálgico del imperio ruso, el imperio que construyeron los zares encarnando el espíritu de la religión ortodoxa, ya sin zares, pero con prepotencia. Es decir, lo que rechaza Gorbachov es el liderazgo americano.

Pero un liderazgo lo ha habido siempre en la historia: lo tuvieron los imperios asiáticos, lo tuvo Alejandro Magno en su corta vida, lo tuvo Atenas y lo tuvo espléndidamente Roma; no ha habido liderazgo imperial histórico comparable con el suyo. En Europa lo tuvieron Carlos V, Luis XIV, Inglaterra, contra el cual reaccionó Napoleón e intentó establecer el liderazgo europeo de Francia; Hitler intentó hacer lo mismo con Alemania, bajo la locura del racismo nazi.

La democracia no es lo contrario del liderazgo, más bien éste es consustancial a la verdadera democracia. La democracia funciona bien cuando a través de ella surge un auténtico líder, que lidera respetando las leyes democráticas que rechazan el líder absoluto.

Para Gorbachov no existe liderazgo europeo, y en verdad es así. La clave de Europa está en Alemania y Francia, en ese orden; los demás países de la Comunidad giran en tomo a ese eje. El Reino Unido, siempre aislado, aun hoy, a pesar del túnel del canal de la Mancha, está y no está en la Comunidad Europea.

Pero en Europa no hay un líder, falta totalmente. Si lo hubiera, no viviríamos la vergüenza y el horror de la balcanización balcánica. Cuando lo haya, Gorbachov no podrá hablar de bipolaridad, sino de tripolaridad. Es decir, habrá una democratización del liderazgo, y esto es mejor que la unipolaridad americana o la bipolaridad de Gorbachov.

Las naciones son las unidades en las que se estructura la humanidad civil, así como las religiones son las unidades del culto sobrenatural. No es contemplable ni una nación ni una fe que engloben a todos los hombres; pero el ecumenismo, es decir, la universalización en el mayor grado posible, política y religiosa, es un ideal difícil, pero no utópico.

Antonio Garrigues y Díaz-Cañabate es embajador de España.

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