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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Atentados en Italia

LOS ATENTADOS de la madrugada del pasado miércoles en Milán y Roma han añadido una nota de sangre, crimen y misterio a la extraña convulsión política por la que está atravesando Italia. No cabe duda de que detrás de esos actos de barbarie, realizados por el mismo procedimiento en las dos ciudades, existe una organización criminal cuyo carácter no es posible definir por ahora, pero en la que pueden estar involucrados desde la Mafia hasta algunos residuos de los servicios secretos desmantelados por el hundimiento del sistema político. Parece un fenómeno inexplicable, pero no se puede olvidar que Italia ha conocido ya, con la logia Propaganda 2, una trama criminal en la que coincidían políticos de alto rango, los jefes del espionaje y personas ligadas al crimen organizado.En los últimos atentados aparece un rasgo insólito, sin precedentes: el ataque a monumentos artísticos que siempre habían quedado al margen de los actos terroristas de las Brigadas Rojas o de la Mafia. La bomba que dañó la galería de los Uffizi de Florencia fue el primer ejemplo de esta modalidad criminal; ahora se ha repetido en Roma. No basta para explicarlo el atribuirlo a un deseo de sabotear el turismo; todo indica que estamos ante un estilo que desprecia vidas y obras de arte con igual frialdad.

Italia está viviendo un proceso político tan alejado de la lógica que, a primera vista, los atentados pueden beneficiar objetivamente a cualquiera de los diversos protagonistas que intervienen en dicho proceso: a la Liga, en la medida en que su efecto inmediato -como ya lo ha reflejado el presidente, Oscar Luigi Scalfaro- puede precipitar las elecciones y el relevo de la clase política. Y, en sentido contrario, a los diputados que desean retrasar la disolución de la Cámara, a partir del argumento de que no es aconsejable celebrar elecciones en medio de una situación cada vez más caótica. Lo que resulta evidente es que prolongar la actual situación, en la que el Estado se descompone sin que aparezcan las fuerzas nuevas que pueden recomponerlo, es permitir que las organizaciones criminales -tan entroncadas con el viejo aparato político- levanten la cabeza.

En ese orden, la táctica que ha seguido hasta fecha reciente la Democracia Cristiana (DC) de prolongar un Gobierno y un Parlamento que ya no tienen ninguna representatividad es hoy totalmente inviable. Así lo demuestra el que la propia DC ha celebrado una asamblea en la que se tomaron todas las medidas para su disolución en un congreso previsto para noviembre. Ha escogido incluso un nuevo nombre, el de Partido Popular, volviendo a la terminología fundacional de Dom Sturzio. Es el tercer partido italiano que se decide a desaparecer. Primero fue el Comunista, que adoptó el nombre de Demócrata de Izquierda. Después fue el Socialista, crucificado entre sus diversas fracciones. Pero el caso de la DC reviste una trascendencia mucho mayor porque se trata del partido que ha sido dueño y señor del Estado durante casi medio siglo. Ahora que la degradación de los servicios policíacos alcanza su máxima cota conviene recordar que la DC, en su larga relación con el Ejecutivo, jamás abandonó el Ministerio del Interior.

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En los momentos presentes, lo que se puede desear para el bien de Italia y para su mejor contribución a Europa es que sepa concluir correctamente el proceso de transición que vive. La nueva ley electoral, que introducirá un sistema principalmente mayoritario, está prácticamente aprobada. De un Parlamento semimuerto sólo cabe esperar que la vote definitivamente, creando así las condiciones para que las elecciones puedan celebrarse en un plazo breve: será el momento en que se producirá el vuelco de la clase política. Tendremos después una Italia con nuevas caras, muchas de ellas desconocidas. Será, sin duda, una especie de salto en el vacío en el que, además, un movimiento tan escasamente democrático como la Liga obtendrá previsiblemente unos buenos resultados. Será, pues, una etapa con serias dificultades, pero, también, esa modificación de la ley electoral y la celebración de nuevos comicios será la única vía susceptible de devolver al país la estabilidad política imprescindible para superarlas.

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