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Barenboim dice que dejará Alemania "cuando el nazismo sea un hecho cotidiano"

El músico dirigió ayer en Madrid a la Orquesta Sinfónica de Chicago

Rocío García

Mientras yo pueda entender como fenómenos de un periodo de transición los actos de barbarie nazi que se están produciendo en Alemania podré vivir con ellos. Pero si estos fenómenos se convierten en manifestaciones de la vida cotidiana, personalmente no me podré quedar ni un día más". Así de tajante se mostró ayer el músico judío-argentino y director de la Ópera Estatal de Berlín Daniel Barenboim ayer en la Residencia de Estudiantes de Madrid. De su relación física con el piano y sobre todo de la música como filosofía para humanizar las notas habló ayer Barenboim, horas antes de dirigir a la Orquesta Sinfónica de Chicago.

Descamisado, distendido y sonriente, como bien le definió una persona asistente al acto, Daniel Barenboim, con 50 años recién cumplidos, se sometió ayer a las preguntas de un público con un solo nexo de unión: la melomanía. El músico se encuentra de gira en España con la Orquesta Sinfónica de Chicago, formación de la que es director musical desde 1991, año en el que sucedió a Georges Solti. En el concierto de ayer en Madrid interpretó a Haydn y Bruckner, y hoy les tocará el turno a Brahms y Chaikovski. En el encuentro en la Residencia de Estudiantes estuvo acompañado, por el director gerente de la orquesta de Chicago y de uno de los dos concertinos, Rubén González.

Un prodigio

Su biografía es la de un verdadero prodigio -actuó en público por primera vez a los 7 años, a los 12 grabó su primer disco y seis anos mas tarde ya había interpretado una gran parte de las sonatas de Mozart y de obras de Beethoven-, y puede dar la impresión de que todo su universo se resume en la música. Sin embargo, demuestra tener los pies muy en la tierra.Desde diciembre de 1991, este músico judío es el titular de la ópera Estatal Unter den Liden de Berlín, donde ha conocido con preocupación el auge del nazismo y los actos vandálicos de jóvenes alemanes. Barenboim niega que estos acontecimientos repercutan de forma directa en su trabajo en Berlín. "La ópera Estatal de Berlín siempre ha sido una isla.

Incluso durante los 40 años de régimen comunista en Berlín este, esta ópera fue una isla cultural, aunque fuera utilizada como un elemento de relaciones públicas del Gobierno de aquella época. Es un colectivo que estaba y sigue estando separado del resto del mundo. Trabajar en una isla está bien, pero no se puede vivir fuera de las realidades de la vida".

Barenboim considera la situación todavía soportable -"entiéndame la palabra, por favor"-, aunque califica de bárbaros y deleznables los actos de jóvenes nazis que han producido decenas de muertos. "La manifestación celebrada el pasado mes de noviembre, con asistencia de 400.000 personas, en protesta por el atentado en el norte de Alemania contra trabajadores turcos, me hizo pensar en que hay una comunidad mucho más fuerte que moralmente rechaza este sentimiento nazi", dijo Barenboim.

"Mientras yo pueda entender estos actos como fenómenos propios de un periodo de transición [la unificación de Alemania] podré vivir con ellos, pero si estos fenómenos se convierten en manifestaciones regulares de la vida cotidiana, personalmente no me quedaré ni un día más".

La filosofía ha sido para Barenboim algo fundamental como músico. "Hay muchas maneras de hacer música, hay algunos que piensan que, la música es poética. Para mí hacer música es humanizar las notas, los sonidos. La música no es sólo una colección de notas, sino una expresión orgánica y una unidad de contenidos y temperamentos. Por ello, la filosofía me ha sido muy útil", comentó.

Defensor de las grabaciones en directo por su fidelidad -"el adelanto de las técnicas de grabación es peligroso porque lo deshumaniza todo y ofrece un concepto falso"-, Barenboim cree que la verdadera comunicación entre el público y el músico nace de la fuerza y la energía interior que de la obra hace el músico, más que de la obsesión de este último por tratar de llegar a sus oyentes. "Ahí se pierde mucha energía y la energía hay que volcarla en la obra".

Para Barenboim no hay dudas de que "las grandes partituras no son nunca iguales". "Hay que tener la suficiente curiosidad, interés y coraje para contemplar las obras muy conocidas y no tratar de repetir. El peligro más grande se produce cuando se quiere repetir un concierto que ha salido bien".

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