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El pasado de Aznar vive en Castilla

Claras contradicciones entre las promesas que el lider del PP expone como candidato a jefe del Gobierno y su gestión anterior en la Junta autonómica

"Aznar no cumplió ni el 10% de lo que prometió en su discurso de investidura como presidente de la Junta de Castilla y León". Así de contundente es José María Monforte -uno de los dos dirigentes del Centro Democrático y Social (CDS) que compartió mesa de gobierno con el actual presidente del Partido Popular (PP)- a la hora de enjuiciar la labor de José María Aznar entre junio de 1987 y septiembre de 1989. Por supuesto, esa opinión no es compartida por el actual presidente de la Junta, Juan José Lucas, uno de los hombres de confianza de Aznar: "Con los socialistas, el Gobierno de Castilla y León era un club de amigos. Él despierta la Comunidad, le da entusiasmo y confianza".A medio camino entre ambas posturas se encuentra la de los agentes sociales: "Parecía que estaba pensando en otros objetivos". Muchos opinan que Castilla y León fue su banco de pruebas. Él ha señalado varias veces que su gestión al frente del Gobierno de esa comunidad le avala como gestor, puesto que ya ha puesto en práctica sus ideas. De hecho, varias de las actuales propuestas del PP tuvieron su versión autonómica.

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Uno de esos guiños del PP es la reducción de ministerios. Pretende convertir los 17 actuales en 12. Esta propuesta no es nueva para Aznar. Ya rebajó de siete a cinco el número de consejerías existentes en la Comunidad Autónoma de Castilla y León.

No obstante, la realidad le ha dado un pequeño revolcón, puesto que sus sucesores desandaron el camino emprendido por el candidato del PP a la presidencia del Gobierno. Posada creó la sexta consejería (Medio Ambiente), y Lucas completó hasta siete con la de Cultura, que Aznar había refundido con Sanidad. Además, las direcciones generales de Urbanismo, Comercio y Turismo, suprimidas en el esquema administrativo inicial de Aznar, también reaparecieron.

Esa idea de reducir el aparato burocrático también la puso en práctica el candidato popular a La Moncloa con la supresión de 63 delegados territoriales (uno por cada consejería en las nueve provincias de la comunidad). Sin embargo, el diseño alternativo consistió en "54 jefes de servicio de libre designación, más nueve delegados territoriales únicos y que actuaban, cada uno en su provincia, como una especie de gobernador civil bis", recuerdan en el CDS.

Estos cambios se tradujeron, según los datos del PP, en un incremento de los gastos de personal del 35% durante el periodo 1987-1989. Los populares aseguran que "este aumento se debe al ejercicio y desarrollo de las competencias asumidas, que fueron transferidas con una dotación de personal y medios materiales muy reducidos".

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Paro y diálogo social son otras dos de las constantes del manual de campaña 1993 de José María Aznar. No obstante, en ninguna de ellas tuvo éxito en los dos años largos de presidencia.

Sobre la evolución del empleo en Castilla y León en ese periodo se ha desatado una auténtica guerra de cifras. El PP defiende que la media anual de parados en 1987 fue de 163.900 personas, en tanto que en 1989 fue de 163.300, es decir, unos 600 menos. En España hubo 400.000 parados menos en ese periodo. El PSOE, por su parte, argumenta que el paro aumentó en 2.000 personas en Castilla y León, puesto que realiza la comparación entre el segundo trimestre de 1987 y el segundo trimestre de 1989. Los populares aseguran que entre 1987 y 1989 se registraron 45.248 colocaciones, contra los 830.000 en toda España. Los socialistas dicen que sólo se crearon 18.000 puestos de trabajo.

Sean las cifras que sean, lo evidente, es que Castilla y León se comportó muy por debajo de la tendencia nacional. "Las rigideces estructurales de nuestra economía hacen que la reducción del paro comience más tarde que a nivel nacional. A pesar de esto, la tasa de paro regional siempre se mantuvo por debajo de la nacional", justifica el Partido Popular. Para el Partido Socialista Obrero Español no hay duda: "Política equivocada y efectista, como demuestra el fracaso del Plan Joven".

El empleo, en la picota

El Plan Joven fue el intento de Aznar de reactivar el empleo para personas menores de 25 años. Su intención era dictar una normativa que integrase las ayudas de tres consejerías (Economía, Agricultura y Ganadería, y Cultura y Bienestar Social), para el acceso de los jóvenes a la formación para el empleo, la contratación y el autoempleo.

Según el PSOE y las organizaciones sindicales, su resultado fue la resolución de unos centenares de expedientes, cuya mayor parte se refería a líneas de ayuda ya existentes con anterioridad o de ayudas a la contratación y autoempleo financiadas directamente por el Estado y gestionadas por la comunidad autónoma.

Los datos del PP aseguran que el número de parados menores de 25 años se redujo en un 38%, datos que coinciden con los manejados por la patronal de Castilla y León (Cecale). El secretario general de esta organización, Francisco Javier Alonso, recuerda que "este plan tuvo éxito en sus inicios, pero careció de continuidad". Pasa a la página 22

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El diálogo social tampoco fue uno de los rasgos característicos de la época de Aznar. "Apenas nos reunimos con él dos o tres veces, y todos los encuentros fueron muy superficiales", recuerda Javier Fernández, secretario general de la Unión Regional de Castilla y León de CC OO. Algo parecido rememora el máximo responsable de UGT en la región, Alfonso Maroto, aunque reconoce: "tampoco nosotros le remitimos excesivas demandas". Los empresarios agrupados en Cecale opinan de la misma forma: "Escasos contactos, aunque agradables". Unos y otro coinciden, además, en que "parecía como si estuviera de paso. Sus sucesores, Jesús Posada y Juan José Lucas, han Sido mejores que él. De hecho hemos firmado con cada uno de ellos sendos pactos sociales, algo impensable con Aznar, a pesar de que los tres han gobernado un tiempo similar, dos años".

El Gobierno del candidato a La Moncloa no impulsó en tierras castellanas otro de Sus dogmas de fe: las privatizaciones. Aznar no privatizó ni una sola de Sus siete empresas públicas, creó seis más.

Parque para una empresa

El desarrollo industrial en el periodo de Aznar tuvo una bandera: el Parque Tecnológico de El Boecillo, en el que se invirtieron unos 6.000 millones. En la actualidad, sólo hay realmente instalada una sola empresa, Crystaloid. Esta compañía, especializada en el tratamiento de cristales, empezó su actividad con mayoría de capital en manos de una sociedad denominada Comelta, controlada por el empresario Efrén Beltrán. La espiral de pérdidas en la que se sumió Crystaloid obligó. a la Junta a suscribir diversas ampliaciones de capital hasta hacerse, recientemente, con el 100% de las acciones. La sociedad Comelta suspendió pagos a finales del año pasado.

A pesar del evidente fracaso de esta iniciativa, Juan José Lucas considera que, "cualquier parque tecnológico necesita un periodo de tiempo más amplio para fraguar", y recuerda que "varias empresas tienen terrenos comprados con compromisos adquiridos, así como muchos contactos en marcha".

Una de las decisiones más conflictivas de Aznar, según recuerdan PSOE y CDS, fue plantear, en un primer momento, que la atención a los toxicómanos se prestara en los centros de salud mental. Posteriormente, a mediados de 1989, se creó una red de atención específica para toxicómanos de la Cruz Roja Española, cofinanciada por las transferencias del Plan Nacional sobre Drogas a la Junta, la Comunidad y el Ministerio de Sanidad.

Otra de las críticas que sufre su gestión es que no aprobó casi ninguna de las leyes que prometió. En su discurso de investidura, Aznar anunció hasta 10 proyectos de ley reguladores de la acción pública, que abarcaban desde la agricultura hasta el comercio, la educación y el urbanismo. Además, prometió un proyecto de Ley de Reconocimiento de la Comarca de El Bierzo (León) y tres proyectos de supresión de organismos autónomos.

De todas estas promesas, la más rápida en cumplirse fue la eliminación de los organismos autónomos, seguida de la Ley de, Acción Social y Servicios Sociales (diciembre de 1988). Sin embargo, ahí se paró todo. La Ley de Reconocimiento de la Comarca de El Bierzo fue aprobada justo después de que Aznar abandonara la presidencia de la Junta. El proyecto de ley referente a Agricultura, Ganadería, Montes. y Conservación de la Naturaleza quedó convertido en la Ley de Concentración Parcelaria durante el Gobierno de Jesús Posada. Algo muy similar sucedió con la ley referida a Educación, Cultura, Juventud y Deportes, que vio la luz como Ley de Deportes tras su marcha a Madrid. La falta de pulso de la actividad legislativa en Castilla y León y el precipitado desembarco de Aznar en Madrid aclaran su incompleta labor. Una tarea cuyo mayor logro fue la Ley de Sedes, que aglutina la vida política y administrativa de la comunidad en Valladolid, puesto que se convierte en la sede de la Junta y de las Cortes.

De cualquier forma, la presencia en la vida parlamentaria de José María Aznar fue casi nula mientras presidió la Junta. El principal reproche del resto de los grupos políticos es que jamás celebró un debate sobre el estado de la región. Tan sólo accedió a la tribuna de oradores del castillo de Fuensaldaña, sede del Parlamento de Castilla y León, con motivo del debate de investidura

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(julio de 1987), en un breve comentario circunstancial tras la aprobación de la Ley de Sedes (diciembre de 1987) y para la justificación del Gobierno de coalición PP-CDS (mayo de 1989).Precisamente este Gobierno de coalición nació de una de sus más serias derrotas parlamentarias. Su proyecto de ley de Presupuestos para 1989 fue devuelto tras prosperar la correspondiente enmienda a la totalidad, algo que nunca había ocurrido ni se ha vuelto a producir en Castilla y León. Posteriormente, ya con el apoyo del CDS, se aprobaron los Presupuestos. Aunque ello le supuso a Aznar dar entrada a dos consejeros del partido centrista (José María Monforte y José Luis Sagredo) y sacrificar a su vicepresidente, Jesús Posada. Las cuentas de la comunidad presentadas por el Gabinete de Aznar siempre estuvieron en el punto de mira de la opinión pública. Especialmente polémicos fueron y siguen siendo los remanentes de tesorería, que en alguna ocasión llegaron a superar el 20% de lo presupuestado.

Según el PSOE y el CDS, "esta incapacidad de gastar lo presupuestado revela una clara ineficacia en la gestión. Por este procedimiento todos los años, y ya prácticamente sin control parlamentario, el Gobierno del PP aplica los remanentes genéricos del año anterior a obras para los suyos, encaminadas a fomentar descaradamente el clientelismo político", recoge textualmente un informe del partido centrista.

"Esos remanentes, que provienen de presupuestos anteriores incumplidos, se distribuyen en subvenciones de todo tipo, que, afectan a diversas actividades y sobre cuya eficacia y rentabilidad no hay controles a posteriori", subrayan los socialistas. Las subvenciones a empresas privadas pasaron de 3.835 millones en el Presupuesto de 1987 a 10.976 millones en 1989. Los cálculos del PSOE apuntan a que los remanentes se multiplicaron por cuatro en dos años, cifras a as que el PP responde que pasaron de 23.510 millones a 50.653 millones en el período en el que Aznar presidió la Junta. Lucas, que acusa de "cinismo estadístico" a la oposición, asegura que el grado de compromiso y de ejecución de los Presupuestos de Aznar superó con creces "el 90%".

Su andadura política y su talante personal concitan recuerdos contradictorios. Zenón Ridruejo, Antonio de Meer y Jaime González, consejeros en el Gobierno regional del socialista Demetrio Madrid, rechazan la idea, manejada en La Moncloa durante mucho tiempo, de que José María Aznar, es "incapaz". Se revuelven a coro y unánimes: "El mayor error es pensar que es tonto. Aznar es duro como la piedra y siempre da donde más duele".

Su actual sucesor, Juan José Lucas, lo define en negativo: "No es san Juan Bosco, es una persona normal; no es Suárez, no es Felipe González, pero en la intimidad es un diez " En el centro del arco, Monforte, consejero de Fomento en el Gobierno de Aznar, dispara sin miramientos: "Un bluff, pero peligroso".

Aznar llega a Castilla y León como un perfecto desconocido en la región. Tanto, que en 1982 hay que empadronarle a toda prisa ¡en la sede de Alianza Popular en Ávila!, para que pueda presentarse a las elecciones autonómicas por aquella provincia. Octavio Granados, senador socialista por Burgos, reconoce que se equivocaron en su diagnóstico: "Era un desconocido, un cunero, nos pareció que no tenía el menor peligro, en medio de la tormenta de caciques de AP".

En mayo de 1987 concurre como candidato de AP a la presidencia de la Junta, pega un bajón considerable a los votos de Alianza Popular -de 40 escaños en 1983 pasa a 32-, pero empata con los socialistas, y el 21 de julio de aquel año logra la investidura con el apoyo de un procurador del PDP, otro de Solución Independiente -la formación del alcalde de Burgos, José María Peña- y la abstención del CDS. Con esos mimbres forma Gobierno en minoría y asienta el gran pilar de su futuro.

Aznar ha cumplido 34 años en febrero de 1987, se instala con su mujer y sus hijos en el noveno piso de un edificio de la calle Acera Recoletos, en Valladolid, y allí les nacerá el tercero, al que bautizan con un nombre castellano, Alonso. Lucas rechaza como "injusto el decir que utilizó a Castilla y León como trampolín", pero lo cierto es que Aznar otea desde Valladolid el guirigay de su partido en Madrid y la orfandad de liderazgo y aprovecha la situación al límite.

Desde Castilla y León, Aznar logra huecos en la prensa nacional con críticas a Pinochet o descalificando una propuesta de federalismo hecha desde Barcelona por el socialista Raimon Obiols, mientras AP no da síntomas de existir. Para entonces, periodistas de Madrid han empezado a visitar Valladolid con alguna frecuencia, en viajes propiciados por la Junta, y, apenas ocho meses después de haber jurado como presidente de Castilla y León, se siente fuerte para llegarse a Madrid y lanzar, el 29 de febrero de 1988 en el Club Siglo XXI, un alegato regeneracionista para su partido que es un disparo mortal para Antonio Hernández Mancha. Para entonces ya cuenta con el visto bueno del gran patrón, Manuel Fraga.

El primer pie de Aznar ya está en Génova. El segundo llegaría poco después, justo para presentarse a las elecciones generales de 1989. Tras él quedaron dos años de gestión castellana. Representantes sindicales, políticos y empresarios. coinciden en que su sucesor, Jesús Posada, tiene logros mucho más importantes para la autonomía de Castilla y León. También Juan José Lucas, ahora al frente del la Junta consigue mejor evaluación.

Quienes trataron con él como presidente lo recuerdan distante, quizá tímido. Casi nadie es capaz de ofrecer una imagen definida del personaje que conocieron en Valladolid, salvo el presidente Lucas, que lo resume "con un diez", aunque matizando que "en la intimidad", o José María Monforte, que fue consejero de Fomento en el Gobierno de Aznar, y traza un retrato inmisericorde: "Era pueril, soberbio e insolente". Según Monforte, "muchos lo recuerdan con miedo".

Uno de los colaboradores más directos de Aznar, consejero en su Gobierno de Castilla y León, miembro de AP y ahora del PP, que exige para hablar la seguridad de que no se mencione su nombre, completa el retrato en la misma dirección. Además, de algún insulto grueso -probablemente motivado por navajeos políticos internos-, afirma que a Aznar "le costó tanto llegar que no dejó ningún cabo suelto, pero es muy difícil que nadie pueda ofrecer una imagen completa de él. No se sinceró del todo, nunca; nadie lo conoce a fondo. Es trabajador, pero la que sabe de verdad es su mujer, que, de vez en cuando, le tiene que dar marcha porque él es muy triste". El boceto lo remata así: "No le he visto nunca sacar un duro del bolsillo para pagar".

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