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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El SPD huérfano

LA DIMISIÓN de Björn Engliolm como líder del partido socialista alemán y candidato a canciller en las próximas elecciones generales deja a ese partido en una situación dificil. Aunque la consulta no se celebrará hasta finales de 1994, si se tiene en cuenta la tendencia creciente a personalizar al máximo las campañas y la propaganda, el SPD necesita una figura que sea capaz de encarnar una alternativa atractiva al canciller Kohl.La dimisión de Enghohn ha tenido lugar en unas condiciones sorprendentes si se compara la causa que la ha determinado con la podredumbre generalizada que sacude a parte de la clase política italiana, e incluso con los casos de corrupción que han afectado a diversos partidos en Francia y en España. En realidad, el delito de Engholm consiste en haber ocultado la fecha en que tuvo conocimiento de la campaña de calumnias que su opositor, Uwe Barschel, organizó en 1987 para derrotarle en las elecciones de Schleswig-Holstein. El efecto de dicha campaña -en la que Engholin era calificado de homosexual y acusado de evadir impuestos- fue el triunfo de Barschel. Pocos días después se denunció y publicó la maniobra imnoral. El triunfador en las elecciones dimitió y, algo después, apareció muerto en un hotel de Ginebra; sin duda se suicidó. Las siguientes elecciones dieron la victoria a Engholin, que desde entonces preside el Estado de Schleswig-Holstein.

El dato nuevo que motivó la dimisión es que, frente a la versión oficial hasta ahora de que Engholm no tuvo noticias de la conspiración montada contra él hasta después de las elecciones, se ha descubierto que la conoció una semana antes. En resumen, lo que no se le perdona es que haya mentido a la opinión pública, incluso en un tema que no tenía una trascendencia extraordinaria. Ha sido fiel así a cierta tradición existente en el SPD por la que los dirigentes presentan su dimisión en cuanto aparece algo en su conducta que, incluso sin ser delictivo, pueda suponer una mancha para la moralidad de la persona.

En todo caso, el problema fundamental actual para el SPD es escoger con rapidez un nuevo dirigente. Ello exigirá, probablemente, la celebración de un congreso extraordinario, ante lo cual ya han empezado apresentarse algunos candidatos. Los dos con más posibilidades son los presidentes de los Estados de Baja Sajonia, Gerhard Shröder, que gobierna con los verdes, y el de Renania-Palatinado, Rudolf Scharping, que lo hace con los liberales. Quizá la experiencia de este último, que ha separado en su Estado a los liberales de sus aliados nacionales en el Gobierno de Bonn, los demócratas cristianos, es la que puede proporcionar a la socialdemocracia un nuevo retorno al poder. Sin duda la dimisión de Engholm permitirá al SPD colocar al frente de sus destinos a una persona más ambiciosa y combativa, para una etapa en que la proximidad de las elecciones lo exige.

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