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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¡Qué mujeres!

¡Qué pesadas, estas tres mujeres! Abuela, madre, hija: una demostración de las similitudes genéticas (además, hay un solo padre: el autor) en cuanto a quejosas, reprochadoras, gruñonas, fastidiosas. Se comprende el drama del único hombre; pero él, por lo menos, tomó la casa y la hija de una, y es el padre de otra y tiene ese sino trágico del hombre que trabaja incesantemente sin encontrar una satisfacción en el hogar. El malestar del padre de familia. Pero ¿y yo? ¿Qué hago yo en este patio de butacas oyendo a tres mujeres pesadísimas, charlatanas incesantes, groseras, mal educadas, regañonas? Además, hay cucarachas, muchas cucarachas. Alguna hasta la enseñan, cogida por una patita, sacada de la sopa. Y hay azúcar. La insistencia entre estos tres elementos -cucarachas, azúcar, insecticida- es demasiada para que no signifique algo. Los intérpretes afectan la voz de una manera especial cada vez que pronuncian estas palabras: algo va a pasar, además de las escenas costumbristas que, fuerza es decirlo, no son poco frecuentes en algunas casas madrileñas, donde los abuelos tanto fastidian. Y las cucarachas, y alguna detestable ama de casa.Y pasa: la glotona abuela toma el nuevo y excelente insecticida por ¡azúcar!, lo pone en su leche y en el alimento del abuelo; el ama de casa lo ve todo y, en un ataque de eutanasia, no lo impide. Para que no haya duda de que lo sabe, una luz rojiza la envuelve en ese momento; y en su conversación por teléfono insiste en que "se entera de todo", de una manera también muy recalcada. ¿Eutanasia? ¿O el egoísmo? Es una duda del mundo contemporáneo acerca de ese tipo de muertes. El hecho es que en la casa desaparezcan, al mismo tiempo, las cucarachas y los abuelos, con una considerable mejoría. Pero hete aquí que la tercera mujer, la hija, propone a los padres irse a vivir con ellos al casarse. Hay también palabras recalcadas sobre cómo todo volverá a ser lo mismo, cómo tratará a su madre como su madre trató a la abuela... Y estremecimientos histeroides y premonitorios de la madre, que se ve robando el azúcar-veneno en el futuro, mientras a su hija le sale un halo rojo.

Volver a plantar celindas,

de Manuel Carcedo Sama. Intérpretes: Olga Peiró, Yolanda Kaballero, Asunción Sancho, Teófilo Calle. Montaje y dirección: Julio Pascual. Teatro Reina Victoria, 16 de-abril..

La moraleja está muchas veces repetida, y alguna por Benavente -de cuyo costado, y del de Buero, nace este autor-: la manta de caballo con la que se tapa al abuelo para que no ensucie las buenas, y que el nieto quiere guardar para cuando su padre envejezca; o la escudilla de madera para que el abuelo coma sin romper la vajilla, y que luego... Es un viejo pensamiento que a lo largo de siglos no ha conseguido mejorar la situación de los ancianos. La novedad principal, aquí, está en la cuestión de las cucarachas.

Hay también la alusión costumbrista a la desgracia de todas las edades Todo está hecho con tan buen naturalismo que se soporta mal la estancia en ese salón. En el teatro. ¡Qué mujeres!

Salvo la satisfacción de volver a ver a Asunción Sancho y a Olga Peiró y naturalmente a Teófilo Calle; y de entablar buen conocimiento con la joven Yolanda Kaballero (ella lo escribe así), no tuve ninguna otra. A no ser la de esperar que el autor, joven y con un accésit de teatro en un concurso en el que el primer premio fue Mendizábal (lo cual ya es una indicación de calidades), salga adelante.

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