Diálogo, no guerra
EL VIAJE a Madrid de Mohamed Abdelaziz, a pesar de su carácter privado, ayuda a actualizar el problema del Sáhara occidental, en el que España debe tener un interés especial para asegurar que la nueva soberanía de esa zona de África surja de una expresión limpia (de la voluntad, de sus habitantes, no sólo por la cercanía de ese territorio a Canarias, sino por nuestra responsabilidad histórica como antigua potencia colonial. El debate en el Consejo de Seguridad -en el que Marruecos está presente, lo mismo que España- no se presenta en las mejores condiciones para lograr una solución constructiva, sobre todo por la inclinación francesa a ceder ante las presiones de Rabat. París debería considerar que existe un interés europeo en que el conflicto del Sáhara se resuelva de una manera negociada, aunque ello exija tiempo, evitando que se vuelva al lenguaje de las armas.El Polisario existe y tiene apoyos internacionales en África y en otras partes del mundo, pese a los reiterados intentos de Marruecos por acabar con él. De haberlo conseguido, la celebración del referéndum no se discutiría en los términos en los que ahora se cuestiona. Una consulta realizada a gusto de Marruecos -o sea, desfigurando el censo realizado por España con los añadidos pedidos por Rabat y sin acuerdo con el Polisario- dejaría a España en una situación desairada y el propio Consejo de Seguridad -que había aceptado el censo español como base para el referéndum- sufriría un serio quebranto de su autoridad.
¿Hace falta acelerar una solución ahora cuando no se dan las condiciones para ello? Cerrar una herida en falso no es sino agravar la enfermedad. La primera de las tres opciones propuestas por el secretario general -continuar las negociaciones para que Marruecos y el Polisario se pongan de acuerdo sobre cómo actualizar el censo- tiene la ventaja de dejar muchas puertas abiertas. Incluso para considerar nuevas posibilidades -como fórmulas de tipo autonómico- susceptibles de obtener el consenso de las partes.
