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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El plan de Clinton para los Balcanes

EL NUEVO secretario de Estado de EE UU, Warren Christopher, ha dado por fin a conocer el plan del presidente Clinton para la paz en los Balcanes. Algunos círculos habían anunciado que Washington tomaría una iniciativa al margen de lo hecho hasta ahora por Europa y la ONU; corrieron incluso rumores de la dimisión de los mediadores Vance y Owen. No ha sido así. El plan de Clinton no es una alternativa al presentado por la CE y la ONU. Como primer punto, Clinton decide poner a contribución todo el peso diplomático de Estados Unidos para lograr una solución aceptada por las tres partes (bosnios, serbios y croatas). Se designa para ello un emisario especial, Reginald Bartholomew, al que los españoles conocemos como un negociador duro pero flexible. Su presencia debe dar mayor peso al esfuerzo de los mediadores Vance y Owen. El primer viaje de Bartholomew será a Moscú para gestionar una mayor ayuda rusa, sobre todo con vistas a las presiones que hace falta ejercer sobre Serbia.Con el plan oficial sobre la mesa se desvanecen ciertos temores europeos a que EE UU iniciase una acción unilateral. Lo que indican los primeros pasos de Clinton en política exterior es un deseo de cooperación con la ONU. Pero si el plan de Washington no es una alternativa al de Vance y de Owen, sí contiene puntos correctivos importantes, que van en un sentido favorable para lograr una solución. Para Serbia supone una seria advertencia para que abandone sus planes expansionistas y acepte unas condiciones que garanticen la permanencia, de verdad, de una República de Bosnia. Cabe esperar que ello per inita corregir los puntos más débiles del plan Vance Owen. Asimismo, EE UU insiste en medidas para que sea efectivo el embargo contra Serbia, escanda losamente violado hasta ahora. Una propuesta importante de dicho plan es la de crear un tribunal para juzgar los crímenes de guerra. Ante los datos que abundan sobre horrores indescriptibles hace falta que se sepa que los responsables serán busca dos y perseguidos.

Pero el hecho nuevo más importante no estriba en los puntos concretos del plan, sino en que EE UU ha decidido comprometerse a fondo en la solución del problema balcánico y que anuncie su disposición a enviar tropas -en el marco de la ONU o de la OTAN- para garantizar la aplicación del plan dé paz que haya obtenido la aprobación de todas las partes. No cabe duda de que ello modifica el escenario diplomático de los Balcanes.

Es natural que no sea muy agradable para los

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europeos la sensación de que hemos sido incapaces de tener una política enérgica en el problema de la antigua Yugoslavia, y de que ahora EE UU, con una iniciativa que en gran parte es continuación de lo que ha hecho Europa, venga a poner los puntos sobre las íes y, quizá, abrir el camino de una solución pacífica auténtica.Pero de poco sirve lamentarse de una realidad tristemente evidente: Europa por ahora no está en condiciones de realizar una política exterior común. Sus esfuerzos han sido positivos en el terreno humanitario, pero no se ha logrado el cese de las hostilidades. El paso que acaba de dar EE UU crea, en estos momentos, mayores posibilidades para que la partes acepten un plan basado en presupuestos sen satos y viables. Hay, además, una advertencia muy clara de EE UU a Serbia de que no es tolerable que el conflicto se extienda a Kosovo; se trata de impedir que se generalice la guerra con la entrada de Albania y Turquía.

Queda en pie una pregunta esencial: ¿y si una de las partes -la única hipótesis imaginable es que fuese Serbia- se negase a aceptar un plan de paz que haya obtenido un apoyo de las otras partes y de la comunidad internacional? El plan de Clinton se enfoca hacia una solución pacífica, y el envío de tropas se prevé para garantizar y vigilar la aplicación de una solución de ese. género. Pero en la eventualidad (le, que sea indispensable una acción militar, decidida por la, ONU, para romper la resistencia de una parte que pretenda imponer su dominio contra viento y marea, Christopher no ha excluido que EE UU. participe en tal acción al lado de las fuerzas que la ONU o la OTAN dediquen a tal misión.

Esta disposición por parte de Washington es un factor de disuasión, quizá el más poderoso, para que ninguna de las partes, y concretamente Serbia, se lance por el camino de sabotear las negociaciones e imponer a la comunidad internacional que tenga que recurrir a la fuerza.

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