_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los problemas de Ucrania

La última cumbre entre el presidente de Rusia, Borís Yeltsin, y el presidente de Ucrania, Leonid Kravchuk, el pasado 15 de enero, ha dejado claro no sólo que Ucrania no quiere reforzar políticamente la Comunidad de Estados Independientes (CEI), y por eso no firmará sus estatutos (lo que ya estaba claro antes), sino también que Rusia, que está interesada en este reforzamiento, está obligada a tener en cuenta la posición de Ucrania y debe renunciar a ejercer presión económica sobre ella. Simultáneamente, Ucrania no se opone a la CEI y a su amorfo Estado actual. ¿Qué se oculta tras esta posición aparentemente ambigua y falta de lógica?La CEI, que sustituyó a la URSS, no es sólo un fruto de las tradiciones. Es un reconocimiento, voluntario o forzado, de que los nuevos Estados son demasiado débiles y están demasiado ligados entre sí por una larga historia de vida en común y por la economía militarizada y centralizada soviética para echarse a nadar en solitario por los mares políticos. Es un reconocimiento de grado o por fuerza de que los nuevos Estados pueden evitar conmociones y reforzarse sólo si mantienen sobre sí un tejado común, aunque al principio éste sea sólo simbólico. Por decirlo de otro modo, el mantenimiento o el fortalecimiento de la Comunidad es el único método civilizado de construir los Estados que se encuentran en ella.

Otras dos federaciones comunistas no crearon ningún tipo de comunidad al desmoronarse. Las repúblicas de Yugoslavia y de Checoslovaquia, que surgieron en el siglo XX, no estaban tan históricamente ligadas como las ex repúblicas soviéticas. Además, para la mayoría de las repúblicas de Yugoslavia, el desmoronamiento se ha convertido en una tragedia. Aquellas repúblicas que evitaron la tragedia (por ejemplo, Eslovenia) tenían algo que faltaba en las repúblicas soviéticas: la estructura nacional homogénea y cierta preparación para integrarse en el futuro próximo al mercado occidental. A lo mismo aspira la República Checa, que, junto con Hungría y Polonia, está dispuesta a abrirse camino en la zona de influencia occidental.

Ninguno de los Estados de la CEI puede contar hoy en día con ello. Por eso tienen que conservar su mercado común, lo que, teniendo en cuenta el papel dominante del sector estatal de la economía, resulta imposible sin la creación de ciertas estructuras supraestatales de coordinación al menos. Ésta es la idea principal del presidente de Kazajstán, Nursultán Nazarbáyev, que insiste desde hace mucho en ella sin éxito, debido a la posición singular de Ucrania.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Tras la posición de Kiev río se esconden las ambiciones personales de Kravchuk o de alguna otra persona, sino otras realidades particulares. Ucrania es el único de los cuatro grandes Estados de la CEI cuya aparición fue precedida por la actividad de un movimiento político de mayor o menor influencia, representado por el Ruj. El movimiento. democrático de Rusia no fue nacional, sino anticomunista (y sólo de este modo, antúmperial); en Kazajstán y en Bielorrusia no hubo ningún tipo de movimientos de masas organizados. La posición de Ucrania fue el factor decisivo en la liquidación de la URSS, en diciembre de 1991. En aquel entonces, en esta república no había ninguna agrupación política dispuesta a firmar el nuevo Tratado de la Unión ni a aceptar la conservación del centro gorbachoviano ni siquiera en una forma laxa.

Y ahora, un año después del desmoronamiento de la Unión Soviética, Ucrania se ha encontrado en una situación muy complicada y en una especie de trampa política y económica. Las élites políticas ucranias, sean cuales sean los colores o los matices de sus partidos, no pueden rechazar la idea del distanciamiento de Rusia, porque en la memoria popular Rusia y el centro imperial son casi lo mismo. Por tanto, no pueden encontrarse a gusto en la CEI, donde Rusia, y no sin razón, aspira al liderazgo.Cuanto más se aísla Ucrania, más grave es la, crisis en la que se sumerge su economía, atada a machamartillo a la economica rusa, y también su sistema estatal. Los intentos de dar le peso y autoridad, aspirando a la posición de potencia nuclear (algo que no se declara abiertamente, pero que está muy arraigado en la conciencia de la mayoría de los líderes políticos), pueden llevar sólo al aislamiento total.

En primer lugar, eso llevará a Ucrania al aislamiento de la comunidad mundial, la cual, por supuesto, no se reconciliará ni con la proliferación de las armas nucleares ni con el retraso artificial en el cumplimiento de los tratados ya firmados. Y sin el apoyo de esta comunidad, Ucrania no puede sobrevivir hoy.

En segundo lugar, tal actitud por parte de Ucrania provocará el mayor aislamiento de Rusia y el reforzamiento de las tendencias.imperiales, que ya son bastante fuertes: el trauma causado en la conciencia estatal de Rusia por la liquidación de la URSS es muy grave y se cura con dificultad; mejor dicho, de momento no se cura en absoluto.

A partir de febrero de 1992, la Fundación Opinión Pública realizó encuestas regulares de la población de Rusia y de Ucrania (excepto en las zonas occidentales) sobre los problemas básicos de la economía, la política y la ideología. Las encuestas se hacen aproximadamente una vez cada tres meses, tanto entre la población en general como entre los grupos de mayor importancia social (directores de las empresas estatales, jefes de kojoses y de sobvjoses, obreros, empresarios privados, granjeros, oficiales, etcétera). El total de personas encuestadas va de 2.500 a 4.000 cada vez.

Los datos obten dos demuestran que los ciudadanos de Rusia no pueden, reconciliarse con el hecho de que Ucrania ya no es una parte de Rusia, sino un Estado independiente, igual a Rusia en el sentido político. El 70% de los encuestados apoya la creación del Ejército ruso, pero sólo el 20% de la población apoya la creación del Ejército ucranio, y más de la mitad lo rechaza. La gente se alegra de la posibilidad de organizar como quiere su vida y se irrita cuando el vecino hace lo mismo. Sin embargo, no hay que interpretar estos sentimientos como una expresión de júbilo por la victoria conseguida, sino como una respuesta de la conciencia imperial traumatizada por el reto de Ucrania y otras repúblicas de la ex URSS.

Por si fuera poco, los habitantes de Rusia tienen una actitud más que benévola en relación a la posible desintegración de Ucrania. Por ejemplo, uno de cada dos aplaudiría que Crimea se separara de Ucrania, y sólo uno de cada cinco estaría en contra. Y los datos son aún más elocuentes en algunos grupos. Por ejemplo, casi los dos tercios de los directores de las empresas estatales rusas están por la secesión de Crimea de

Pasa a la página siguiente

Ígor Kliamkin es analista político y fundador de la Fundación Opinión Pública.

Los problemas de Ucrania

Viene de la página anteriorUcrania, y análoga actitud tiene la misma cantidad de los empresarios privados y de granjeros.

En estas cifras hay poco de democracia, pero en ellas está la conciencia imperial herida.

"Ya que nos habéis abandonado, ahora, que lo paséis lo peor posible", parecen decir.Este estado de ánimo es peligroso tanto para el destino del sistema estatal ruso como para el sistema estatal ucranio. En cualquier caso, lo es para las dos democracias. Los datos dan fe de que en Rusia existe un terreno psicológico que puede llegar a ser político para la actividad de los nacional patriotas y los neocomunistas, que añoran la restauración del imperio soviético. Y cuanto más se aleje Ucrania de Rusia, más fructífero será este terreno, no sólo en Rusia, sino también en la misma Ucrania, donde 11 millones de rusos temen quedarse aislados de su patria histórica.

Y finalmente, en tercer lugar, este alejamiento puede aislar a las actuales élites políticas ucranias de su propia población. Hace un año no había ninguna contradicción notable entre los de arriba y los de abajo. Ucrania votó casi unánimemente por la independencia y reaccionó tranquilamente ante la liquidación de la URSS. Y las opiniones de los rusos de Ucrania, por cierto, no se diferenciaban mucho en aquel tiempo de las opiniones de los ucranios. La mayoría percibía la idea de la independencia no como una idea étnica y ni siquiera como una idea política, sino sobre todo como una idea económica. El nivel de vida en Ucrania a finales de 1991 era más alto que en Rusia y, por eso, a muchos les parecía que la independencia estatal y la separación de Rusia podría ser la principal garantía de un futuro floreciente. Pero resultó que esto no sucedió así, y, cuando la economía ucrania se encontró al borde del desastre, las opiniones comenzaron a cambiar de forma vertiginosa.

Los primeros en preocuparse, según nuestros datos, fueron los rusos de Ucrania. Ya en el verano del año pasado se registraba una diferencia de un 20% a un 25% entre los rusos y los ucranios en sus actitudes ante todo lo que estuviera relacionado con la liquidación de la URSS y el distancianmiento de Ucrania de la CEI y de Rusia (la creación del Ejército, las perspectivas de introducir una divisa propia y, más aún, la salida de la CEI).

A finales de año, las posiciones habían vuelto a converger, pero no porque los rusos comenzaran a pensar de manera distinta, sino porque los ucranios se habían acercado a los rusos. Esto se reflejó, por supuesto, en la mentalidad de la población de Ucrania en su conjunto.

Si en marzo tan sólo el 35% de los habitantes de Ucrania condenaba la liquidación de la URSS, en noviembre este porcentaje aumentó hasta un 60%, casi tanto como en Rusia. Después del fracaso de la introducción de cupones, se registró también un descenso abrupto en el entusiasmo acerca de las posibilidades que brindaba la introducción de la divisa nacional, sin hablar ya de la salida de Ucrania de la CEI. La popularidad de Kravchuk se redujo casi a la mitad. A finales de año, su índice de popularidad era de un 26%. Para comparar, hay que decir que en verano la popularidad de Kravchuk era considerablemente mayor que la popularidad de Yeltsin en Rusia. En otoño, la popularidad de Kravchuk era ya inferior a la de Yeltsin.

Éste era el estado de la sociedad ucrania antes de que el impopular Gobierno de Vital¡ Fokin fuera sustituido por el Gabinete de Leonid Kuchina, que, en una situación política y psicológica más que desfavorable, se atrevió a introducir la divisa nacional y a comenzar unas reformas extremadamente dolorosas, que se reflejaron sobre el nivel de vida de la población.

Y, sin embargo, muchos depositan aún sus esperanzas en el nuevo Gobierno. Ucrania dejó pasar demasiado tiempo antes de comenzar sus reformas, y la gente, por lo visto, se acostumbré a la idea de que lo principal era empezar, salir del punto muerto. En enero del año pasado, Rusia tenía una actitud semejante ante Yegor Gaidar, pero, al cabo de unos meses, la mayoría le había dado la espalda. Esta perspectiva se divisa ante los actuales líderes ucranios, incluido el presidente.

Esta es la razón por la cual, pese a todos los temores ante el fantasma del imperio que bloquean cualquier integración más o menos seria en el marco de la CEI, los líderes de Ucrania se ven obligados a buscar puntos de contacto con Rusia y a no romper definitivamente con la Comunidad. Además, los industriales les empujan cada vez con más insistencia. Sobre todo los dirigentes del complejo militar industrial, cuya producción es una de las pocas fuentes de ingresos en divisas que no pueden existir y desarrollarse sin unos estrechos vínculos con el complejo militar industrial de Rusia.

Para salir de esta situación embarazosa, los líderes de Ucrania esperan promover la idea de una integración económica en vez de una integración política mediante los estatutos de la CEI. Pero, si se tiene en cuenta que no se podrá parar en breve plazo el descenso del nivel de vida y la inflación, su futuro político no parece muy despejado. Además, no se puede excluir la posibilidad de que el centro de la vida política se traslade de Kíev a la provincia durante este año.

La élite política de Kiev, los líderes de los partidos y movimientos de la capital, dependen demasiado de los estados de ánimo de esta ciudad, cuyos habitantes viven la idea de la independencia completa de Moscú casi con tanta intensidad como los habitantes de las regiones occidentales de Ucrania. Por esta razón, el poder y todos los grupos políticos, desde los liberales hasta los ex comunistas, están preocupados sobre todo por no perder, el apoyo en la capital y no convertirse en un blanco cómodo de las acusaciones de haber traicionado la causa de la soberanía coqueteando con Moscú y cosas por el estilo y, de este modo, prestar un servicio a sus adversarios políticos.

En las regiones del sur y del este, sin embargo, donde está concentrada la mayor parte de la industria del país, incluida la de defensa, comienzan a formarse las fuerzas políticas (entre ellas el Partido del Trabajo) que se apoyan en los industriales y en los obreros de estas regiones y no temen exhortar a la integración con los países de la CEI. En caso de que fracasen los reformistas de Kiev y aumente el malestar social, las perspectivas políticas de estas fuerzas pueden resultar muy significativas. Tanto más cuanto que están muy vinculadas con un grupo tan influyente en Rusia como la Unión Cívica.

Tal desarrollo de los acontecimientos parecerá aún más probable si se tiene en cuenta que Ucrania, como Rusia, no podrá evitar las elecciones anticipadas el año próximo, por lo menos las parlamentarias. Teniendo en cuenta la victoria de Brazauskas en Lituania, se puede pronosticar sus resultado con bastante seguridad.

Al igual que en Lituania, las ganará muy probablemente, la izquierda, pero, a diferencia de Lituania, será la izquierda orientada no sólo hacia los intereses nacionales, sino también a la profundización de la integración en nombre de los intereses nacionales. Serán fuerzas que se apoyarán sobre todo en los industriales y especialmente en los dirigentes y los trabajadores del complejo militar industrial. Por lo visto, dondequiera que estén, estas empresas del antiguo complejo militar industrial soviético no pueden prescindir las unas de las otras, y no sólo cuando fabrican tanque! y aviones, sino también cuando pasan a producir mercancías civiles. Y no sólo cuando actúan según las leyes de la economía comunista, sino también cuando pasan a la economía de mercado.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_