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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los síntomas de la maestría

Es fácil percibir si en una película hay maestría absoluta, pues si la hay nos llega en forma de evidencia y esto es lo que ocurre en Belle époque. El talento se escapa a chorros de la pantalla, inunda la mirada del espectador y paraliza su capacidad para averiguar por qué lo que está viendo crea en él libertad, belleza e identidad entre dolor y placer, que horror y humor sean las dos caras de una moneda de puro oro cinematográfico.Talento

Lo que en cambio no es fácil -pues Belle époque, como todas las películas vivas, sigue su secuencia en la memoria después de vista- es detenerla en la imaginación un instante y en ese in terludio discernir los porqués de su perfección. Son muchos e in capturables, pues los mecanismos del talento son escurridizos y sólo algunas paradojas nos acercan a ellos.

Belle époque

Dirección: Fernando Trueba. Guión: Rafael Azcona. Fotografía: Alcaine. España, 1992. Intérpretes: Fernán Gómez, Jorge Sanz, Ariadna Gil, Maribel Verdú, Agustín González, Penélope Cruz, Gabino Diego, Miriam Díaz-Aroca. Cines Gran Vía, Luchana y Renoir.

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En estreno de época

Por ejemplo: ¿Cómo algo tan intransferible como el genio de un actor puede contagiar a quienes le dan la réplica y convertirles en eslabones del engranaje de un todo introceable? ¿Cómo se las ingenió el autor del filme -la piña humana que lo hizo- para, pese a comenzar por lo más alto, una escena de arranque literalmente de cumbre, seguir no obstante subiendo? ¿Y qué malábarismo de la mirada hace que del tragedión inicial brote después una comicidad subterránea irresistible? ¿Cómo puede el guión de Belle époque alcanzar un estilo tan vivo que parezca que se mueve a sí mismo? ¿Cómo el director logra que su presencia sea tan fuerte que no se vea? ¿Por simple don de transparencia?

Si es así, y así lo parece, no es asunto simple, sino tan complejo como que el final del filme sea su otro comienzo, que una fábula de muerte nos reconcilie con la vida y que una imagen del tedio sea pura diversión. Y más paradojas: sólo una imaginación colectiva en estado de gracia puede de lo oscuro sacar tanta luz, dar a lo quieto tal movilidad y con el viejo artilugio que todavía llamamos cine decir cosas nunca dichas. Hay quien grazna que no vale la pena seguir haciendo cine en España. Belle époque cierra el pico a los cuervos.

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