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Tribuna
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Vencedora del tiempo y la memoria

Una voz matizada por los tonos variados del lirismo y los años, identifica la presencia poética de esta escritora cubana, donde quiera que se asoma su palabra, su gesto, su ironía. Esta mujer ha vencido al tiempo de forma singular. Con el silencio grave y cargado de mensajes. Con la persistencia, insistencia y consistencia de su figura, aparentemente frágil, en el espacio creador y vital que le pertenece.Nacida en La Habana, en diciembre de 1902, después de algunas pocas publicaciones, no por esporádicas menos valiosas, se encierra en su mundo peculiarisimo, protegida de las acechanzas y solicitaciones de dentro y fuera de la isla; palacete encantado y encantador de el barrio de El Vedado.

En fecha tan reveladora para la historia de Cuba, como el 30 de diciembre de 1958, había aparecido en Madrid su libro Ultimos días de una casa, poema único y extenso, que parecía cerrar, por metódica destrucción estética, una creación literaria con terquedad de reclusión y misterio. La casa, animada de su propio discurso reflexivo y agudo, pasaba revista a una vida rica de experiencias familiares e íntimas, no alejadas de lo que sucedía en su alrededor, y de este modo proponía las más entrañables consideraciones sobre el tiempo y el destino del hombre.MemoriaLa memoria, que preparara su sorpresa en José Lezama Lima, la había guardado aquí como resistencia, cuajada en una poesía que pocos conocían hasta que en la década del ochenta fuera revelada a los actuales lectores cubanos, e ignorantes de que la isla guardaba celosamente una poeta mayor que se movía en su hogar con la altiva dignidad de un monarca escondido.

Pero no se conocen ediciones de Jardín, novela lírica, ni de Un verano en Tenerife. Rarezas de bibliófilos, de libreros antiguos, de amantes de la poesía. En 1992 se reunieron diversos textos en perfecta prosa poética de los denominados por la propia autora Poemas náufragos, restos temblorosamente líricos que quedaron al margen de las pocas ediciones ya señaladas, debido al excesivo pudor de la autora. Pero poemas en prosa de los que Dulce María Loynaz tiene el secreto y la maestría. Había sido Vestiarum, ejercicio juvenil y jocoso de años estudiantiles, de ellos no había por qué arrepentirse.

Reconocida con el Premio Nacional de Literatura de su país, el más alto galardón de Cuba, también ostenta la orden Féliz Varela, la Cruz de Alfonso el Sabio y el premio de periodismo, Isabel La Católica, entre otros. El Cervantes ayudará a conocer más a esta mujer de obra tan secreta.Poeta, escritor y ensayista cubano

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