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La encrucijada vasca

El verano del 92 figuraba dentro del calendario de actividades del País Vasco como un verano de vacaciones. No nos tocaban ni Juegos Olímpicos ni Expo, tampoco íbamos a ser la capital cultural, y el Tour nos ocuparía un fin de semana. Puestas así las cosas. y haciendo un alarde de ejercicio de autodeterminación, deporte por el que existe una gran afición por estas latitudes, hemos decidido entre unos y otros disfrutar de un verano para la política. Extraña forma de disfrutar, que diría más de uno, pero que una vez mas certifica que los vascos seguimos empefíados en marcar la diferencia.En este caso, el esfuerzo puede merecer la pena, ya que la pacificación definitiva está en juego y, lo que es más ¡inportante, si cabe, el escenario de la política vasca para el día después está ya.en fase de ensayo.

Mientras sigue estando presente la amenaza de ETA, los recientes posicionamientos de HB, KAS y EA en favor de consignas como La autodeterminación, a la Constitución superan incluso las ambiciones de la alternativa KAS. Entretanto ETA recompone su santuario y su organización, las reivindicaciones de ciertos grupos sobrepasan el posibilismo esgrimido por algunos dirigentes etarras desde el exilio.

Se trata de una más de las paradojas de la política vasca, el hecho de que, cuando empieza apercibirse el entierro de las armas, algunos grupos democráticos, como EA, desde la política, aceleran el paso reivindicativo incluso más allá que quienes han llevado durante años su radicalidad hasta la muerte. Sin el ánimo de compartir una estrategia política que no lleva a Euskadi a ninguna parte, debemos constatar que tal dinámica representa por sí misma la negación de la utilidad de la lucha armada. Antxon podrá estar ahora preguntándose si llegado el momento, de su sprint final no va a verse desbordado por algunos velocistas de última hora.

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En todo caso, nunca es tarde para que quienes siguen circulando en el coche escoba de la política vasca vayan enten.diendo que en democracia toda reivindicación es planteable sin el chantaje armado y con la fuerza de los votos.

En paralelo al debilitamiento de ETA, estamos asistiendo en Euskadi a una clarificación del pelotón de la política: con una inclinación de HB y EA hacia posiciones autodeterministas, con un proyecto de convergencia socialista entre PSE-EE asentado en la defensa de la autonomía y del constitucionalísmo, y con un PNV que gobierna contl PSE y EE, sin dejar,de hacer guiños hacia el bando radical. Estamos instalados en el preludio de la fase definitiva de normalización política de la sociedad vasca, en el momento en el que hay que lanzar mensajes nítidos y claros a una ciudadanía que ha estado ingiriendo durante muchos años excesivas dosis de irredentismo nacionalista.

El radicalismo político del bloque ETA-HB ha venido condicionando el discurso político incluso de partidos más moderados en sus posiciones nacionalistas, como el PNV, dándose un fenómeno de vasos comunicantes en La ideología nacionalista que no se correspondía con la estrategia política netamente diferencia da de unos y otros. No obstante, este fenómeno era disculpable, e incluso no era, excesivamente arriesgado, ya que la violencia etarra marcaba las distancias. En el escenario de salida de las armas, tales ambigüedades no tienen cabida, y menos aún en partidos que asumen los compromisos de Maastricht en favor de la unión política europea. En la Europa comunitaria, los rumbos de la política son convergentes: convergen los Estados plurirregionales y convergen también las nacionalidades y las regiones. Si de algún modelo de tratamiento de la cuestión nacional está alejado no ya el Tratado de Maastricht, sino la concepción de Europa de las grandes familias europeas (conservadoras, democristianas, socialistas), es del modelo seguido en los países de la Europa no comunitaria.

Para los vascos, incorporarnos al proceso de unión pplítica europea supone asumir una filosofía de construcción europea desde la convergencia de las realidades estatales, sin pretender saltos autodeterministas en el vacío que no encajan con un proceso de construcción europea suficientemente cargado de otro tipo de complejidades.

El papel que le toca asumir al proyecto socialista vasco que queremos conformar entre PSE y EE es el de marcar con nitidez la senda europea por la que tenemos que transitar los vascos, una senda que tiene dos cimientos incuestionables: la defensa de la autonomía y el respeto a la Constitución democrática. Y lo hacemos con la convicción de que en la presente encrucijada política un posicionamiento de este tipo va a acabar moderando el nacionalismo del PNV, resolviendo esa cuestión pendiente de los vasos comunicantes en la ideología nacionalista. Sin duda, el tiempo del radicalismo nacionalista no ha finalizado aún en el País Vasco, pero el avance de la unión europea y el aterrizaje de los radicales en la vida institucional se encargarán de ir difuminando lo que tan sólo debe entenderse desde la historia como una moda pasajera.

Nos queda aún la cuestión pendiente de la violencia de ETA. El hecho de que todo eso esté pasando a pesar de ETA indica que la política del país sígue derrochando vitalidad mientras la organizaciónarmada está parada. La mejor contribución que podemos hacer los partidos democráticos que suscribimos el Pacto de Ajuria Enea es hacer avanzar la política sin menoscabar ese acuerdo esencial del mismo que es conveniente volver a recordárselo a quienes siguen empeñados en el chantaje de las armas: que no cabe la negociación política con quienes siguen amenazando con la muerte.

Jon Larrinaga Apraiz es secretario general de Euskadiko Ezkerra.

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