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El apoyo de la ultraderecha permite al conservador Klestil ganar fácilmente la presidencia de Austria

El conservador Thomas Klestil (OEVP), de 60 años, será el nuevo jefe del Estado austriaco durante los próximos seis años. Su victoria sobre el socialdemócrata Rudolf Streicher (SPOE) fue arrolladora: un 57% contra un 43%, con un 72% de los votos escrutados. El fin de la época Waldheim, que aisló internacionalmente al país, supuso un terremoto político en Austria y abre la puerta a una eventual entrada en el Gobierno de la extrema derecha, liderada por Joerg Haider (FPOE), cuyo partido apoyó -de forma indirecta, pero decisivamente- al candidato conservador.

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Klestil quiso distanciarse inmediatamente de este estigma e indicó que el resultado indicaba que "Austria está saliendo de la estructura partidaria, para decantarse por personalidades". El nuevo presidente reconoció que no se esperaba un éxito tan rotundo. En la primera vuelta, Klestil obtuvo tan sólo un 37,2% de los votos, contra un 40,7% para Streicher. El resultado de ayer supone la mayor diferencia obtenida por un candidato presidencial en la historia de la II República. También por primera vez los conservadores ganaron en Viena. Sin embargo, Halder asumió sin remilgos el papel de triunfador. "Es el fracaso de la Austria socialista", dijo. "El canciller Vranitzky ya no es capaz de tomar decisiones". El líder del FPOE apuntó la posibilidad de convocar elecciones en otoño de este mismo año, que, en su opinión, podría "producir una constelación interesante". Haider considera que el partido conservador debe salirse del abrazo mortal de la socialdemocracia.

Derrota sin paliativos

Para los socialdemócratas es una derrota sin paliativos. El SPOE no ha podido recuperar la presidencia del país, que ocupaba tradicionalmente hasta la llegada de Kurt Waldheim en 1986, pese a que se trataba de salir airosamente del aislamiento internacional en que Austria quedó sumida desde que se descubrió el pasado nazi del presidente conservador. Streicher reconoció inmediatamente la derrota y felicitó al ganador. En la sede del partido la desolación era evidente. "Podemos albergar muchos sentimientos, pero no la alegría", reconoció el canciller socialdemócrata Franz Vranitzky. En el campo conservador todo fueron esfuerzos para desmarcarse de la extrema derecha. Poco después de conocerse las primeras proyecciones, el secretario general del OEVP, Maier, negó que hubiera una relación entre la victoria de Klestil y el apoyo de Haider: "Se ha elegido una personalidad y no una forma de Gobierno".

El vicecanciller y jefe del partido conservador, Erhard Busek, dijo que "en esta elección se ha votado por una personalidad y no para inventar coaliciones", aunque reconociera que su candidato obtuvo los votos del FPOE.

La habilidad de Klestil a lo largo de la campaña ha consistido en mantener aparentemente limpia su candidatura del contagio de la extrema derecha, sin dejar de lanzar mensajes subliminales que atrajeran a los votantes del FPOE, cuya candidata, Heide Schmidt, obtuvo en la primera vuelta cerca de 800.000 votos. Ayer Klestil se hizo con 600.000 de estos sufragios.

"Todos los partidos que están en el Parlamento son democráticos", había dicho el ya nuevo jefe del Estado durante la campaña, rompiendo así el tabú que pesa sobre el viejo partido liberal desde que el carismático Heider se hizo con el control del mismo.

Klestil tomará posesión el próximo día 8 de junio, cerrando así definitivamente una presidencia maldita. Waldheim reconoció recientemente en un entrevista que considera "un milagro" el haber conservado tanto Ia salud física como la mental" durante los seis años de su gestión. Ávido de reconocimiento público, hace dos domingos abrió al público las puertas del palacio presidencial de Hofburg y recibió a miles de austriacos que llegaron de todas partes del país. Durante varias horas dio la mano a cada uno de ellos e intercambió palabras con muchos de ellos. Pese a todo no pudo escapar a su pasado y sufrir una nueva incomodidad cuando, ante las cámaras y con el micrófono abierto, un anciano le saludó efusivamente agradeciéndole el haber devuelto el honor a la generación de la guerra.

Su gran obsesión, en estos momentos, es poder volver a entrar en Estados Unidos, donde vivió durante muchos años cuando era secretario general de las Naciones Unidas. El descubrimiento de su pasado como oficial nazi en Yugoslavia supuso que las autoridades norteamericanas le pusieran en la Watchlist, la lista de indeseables que tienen prohibida la entrada en el país. Estos días, sus colaboradores más cercanos están siendo destinados a puestos en la embajada de Viena en Washington, con el sólo propósito de conseguir que el nombre de Waldheim sea sacado de la lista.

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