Descentralizar la gestión
En este segundo artículo, el autor mantiene su defensa de la segregación del Instituto Nacional de Industria (INI). Cuervo propone, entre otras medidas ,el desarrollo de un modelo de subholdings con una adecuada asignación de responsabilidades que descentralice la gestión lo máximo posible.
Ante estas razones quizá conviene recordar que equipos directivos bien cualificados, así como e5cientes sistemas de dirección e información, pueden ser obtenidos en el mercado con igual o menor coste. En un país desarrollado, esto no justifica la existencia de un conglomerado, ni los servicios centrales que habrá que arbitrar para gestionar esa nueva tarea. En este punto existe un error de planteamiento como consecuencia de la óptima financiera que predomina en el conglomerado, puesto que no se considera relevante que los directivos conozcan la tecnología, negocios y mercados de los negocios que gestionan, por lo que son perfectamente intercambiables.Algo similar puede decirse del resto de políticas horizontales que podrían arbitrarse en un conglomerado, como son, por ejemplo, la promoción e implantación de sistemas de gestión de calidad, la explotación de una imagen de marca y tecnología. No hace falta tener una infraestructura grupa] para ello; los costes que originen y la rigidez administrativa que provocan contrarrestarían los beneficios que pudieran derivarse de ellos.
Conviene recordar que un conglomerado, por definición, acoge empresas muy distintas, por mercados, tecnologías y forma de gestión. El INI es paradigmático en eso. No hay, pues, posibilidad de explotar de forma conjunta actividades relevantes en campos como el asesoramiento, marketing o la investigación científica. Para comprobarlo sólo se requiere analizar la lista de empresas y los sectores en que actúa. La propia imagen de marca parece de difícil empleo en empresas que trabajan en negocios totalmente dispares. Eso si no acaba por ser contraproducente, al extrapolar la imagen de un sector público anquilosado e ineficiente a nuevos mercados.
En los conglomerados públicos existen razones adicionales, tales como hacer posible el desarrollo de sectores estratégicos y la defensa de intereses nacionales. Esto nos plantea la cuestión de qué consideramos como bienes estratégicos. En un entorno de mercado único ha perdido relevancia económica tal definición, así como la apelación al recurso de la titularidad pública como paradigma de defensa de los intereses nacionales; la inminencia de la unión económica y monetaria obliga a redefinir lo nacional, al convertirse España en una provincia de Europa, las una salida de maquillaje financiero a corto que quizá presupone que las primeras, por la mera adscripción a un subholding, estarán sometidas a una lógica de gestión privada, sometidas a la disciplina que la posibilidad de quiebra implica y al objetivo de maximización de valor de la empresa sin interferencias de las administraciones públicas. Mientras que las no rentables son empresas inviables económicamente, cuya supervivencia se vincula al presupuesto y los acuerdos con Bruselas.
Actividades rentables
De la segregación de las actividades rentables -"núcleo de oportunidad"- del resto, por medio de la creación de dos subholdings o empresas, INISE e INISA, no parece posible esperar cambios significativos en el comportamiento de las empresas públicas y de sus principales agentes. Sin duda se debe aprovechar la oportunidad que ofrece la nueva situación para replantear el papel del INI como conglomerado, dado que sus supuestas ventajas no son tales; de hecho, los grupos empresariales tienden a estructurarse alrededor de negocios relacionados, no conforme a los viejos modelos de los conglomerados.
.Es el momento de revisar la propia razón de ser de los conglomerados, más que plantear cómo reordenarlos. El conglomerado de negocios no relacionados no conduce a la creación de valor para sus accionistas.
Los contrastes empíricos muestran que la diversificación a través del conglomerado no supone comportamientos más eficientes que la llevada a cabo por los accionistas directamente a través del mercado. El mercado de capitales descuenta el factor conglomerado, como confirman los contrastes (*). Los grupos más rentables tienen una característica común: se dedican a unos pocos negocios y no forman grupos muy diversificados.
Los argumentos empleados para justificar la existencia de las corporaciones empresariales que gestionan los conglomerados son muy discutibles, como hemos visto. Las ventajas unidas al hecho financiero, tales como reducción del riesgo, costes de capital más bajos, mayor disponibilidad y asignación más eficiente de fondos, no son claras. La diversificación de riesgos no es objetivo del conglomerado, sino de sus accionistas, que en el caso del Estado tienen otros fines y, en el peor de los casos, otros medios para alcanzarlos. Las supuestas economías de escala a partir de una dimensión en la obtención de fondos son irrelevantes. Finalmente, la asignación de fondos a partir del conglomerado presenta problemas serios de ineficiencia.
Las razones vinculadas a la explotación de sinergias entre empresas del conglomerado, originadas por la prestación de servicios comunes y las economías que pudieran emanar de su poder de mercado, también son cuestionables. Muchas sinergias sólo existen sobre el papel; sin contar con que no basta cualquier sinergia para justificar la puesta en común de una actividad. La realidad es más bien la contraria. Con el fin hipotético de aprovechar sinergias derivadas de compartir funciones muy concretas, y en muchos casos irrelevantes, se genera un nivel organizativo adicional sobre las empresas, con unas competencias y un nivel de intervención que no sólo es una carga, sino que sobrecarga la gestión de las propias empresas. No es fácil la explotación de sinergias, dado que no basta con que existan, sino que es necesaria una organización que pueda explotarlas. Compartir capacidades y habilidades entre negocios no relacionados parece dificil. Además, en muchos casos se explotan sinergias irrelevantes, que no compensan esa infraestructura organizativa que precisan. Los servicios centrales deben justificar su coste, crear valor, y las divisiones o empresas, comprarlos en libertad y a precios de mercado. Ello justificaría la reducción o el incremento de prestaciones a las unidades de negocio. Cada empresa debe poder valorar lo que le aporta y le cuesta la oficina central. En el presente parece que del INI llega el dinero a las empresas, y ésa es quizá su justificación real: la capacidad para negociar y obtener fondos dentro y fuera del mercado.
Pesadas burocracias
Como recogía en un excelente informe sobre International Finance la revista The Economist (27 de abril de 199 1): "No existen sinergias en la diversificación. No es posible la aplicación de las habilidades directivas y del personal a los diferentes negocios. La creación de los conglomerados en los años sesenta es uno de los mayores errores colectivos del mundo de los negocios americanos y británicos, al crear pesadas burocracias integradas justo cuando las empresas japonesas iniciaban su competencia internacional con sus ligeras estructuras de interés y acuerdos entre empresas. Fue un colosal error hecho por los directivos para los directivos".
La ordenación de un grupo de empresas debe orientarse a explotar las interrelaciones que existan entre ellas cuando pueda obtenerse una ventaja competitiva derivada de compartir recursos. actividades. conocimientos y experiencias. El aprovechamiento de las supuestas sinergias tecnológicas, productivas y comerciales entre las empresas del grupo está más que justificado cuando el grupo está formado por negocios relacionados.- Así sí se aprovecharán también las habilidades y los conocimientos de los directivos.
En los últimos años, el conglomerado está cada vez más en entredicho, como hemos comentado; puesto que sus supuestas ventajas son cuestionables tanto por los contrastes empíricos como por la propia fundamentación teórica de las mismas. Los procesos de compraventa de empresas y negocios en los grupos europeos siguen en la actualidad una pauta de búsqueda de negocios relacionados, poder de mercado y reparto de costes fijos en investigación, producción y distribución.
La corporación añade valor al grupo conglomerado cuando se comporta como un accionista activo, más ágil y exigente que el mercado de control societario. Por ello, la creación de corporaciones a partir de los conglomerados de empresas a priori no añade valor si no se plantea desde una lógica básicamente industrial. No basta con hacer del INI una corporación o dos, hay que definir su estrategia futura y diseñar los sistemas de organización y gestión del grupo que deban ponerse en práctica.
Quizá sea el momento de replantearse la existencia del INI como tal frente a modelos como Repsol, es decir, grupos plenamente autónomos de empresas en negocios, tecnologías y/o mercados relacionados. En definitiva, desarrollar el modelo -de subholdings o divisiones de negocios hasta sus últimas consecuencias, con una adecuada asignación de responsabilidades que deje las decisiones de gestión de los negocios al nivel más bajo posible y se asigne al holding la responsabilidad de decidir en qué negocios quiere estar; lo que no requiere oficina central significativa, sino la que posee cualquier holding financiero privado de similar dimensión. En caso contrario, el paso del INI al INISE tan sólo sería un cambio semántico.
Véase Z. Fernández, 'Las corporaciones, una nueva imagen para los viejos holdings'. Revista de Economía número 9, 1991, páginas 37-41.
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