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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Evocación de amigos muertos

Tras una espléndida versión y ejecución de la obertura Leonora número 3, de Beethoven, Daniel Barenboim actuó con la Sinfónica de Chicago en su doble condición de director y pianista. Hizo delicias prodigiosas en el Concierto en sol mayor número 17, de Mozart, una de esas invenciones rebosantes de felicidad en las que canta con la naturalidad de un pájaro.No en vano la obra está ligada a la célebre anécdota del estornino que entonaba el tema del final, un claro preaviso del de Papageno en La flauta mágica. También Barenboim dio con esa increíble naturalidad, pero sostenida siempre por una inmensa sabiduría. Las ovaciones no tenían fin.

John Corigliano (Nueva York, 1938) es un auténtico colocado en la música estadounidense, como lo demuestra el hecho de que en su viaje anterior la orquesta de Chicago programara otra obra suya, la obertura Tournament. Formado con Paul Creston y Otto Loening, principalmente, Corigliano ha dado con un estilo de moderno eclecticismo, lo que algunos han bautizado ingeniosamente con el término modernicola.

Sinfonía para el sida

Madrid Cultural/ Fundación Caja de Madrid. Orquesta Sinfónica de Chicago. Director y pianista: Daniel Barenboim. Obras de Beethoven, Mozart y Corigliano. Auditorio Nacional. Madrid, 8 de abril.

Como es frecuente en los norteamericanos, domina el compositor todos los secretos de la orquesta, y en el caso de la Sinfonía número 1, escrita por encargo de la Sinfónica de Chicago, buena parte de la actualidad, la difusión y el éxito han venido impulsados por el problema del sida, ya que en los tres tiempos de la obra Corigliano evoca a amigos queridos que murieron a causa de la terrible enfermedad: dos pianistas y un violonchelista diletante.

Personalmente, me produce cierta repugnancia este género de promiscuidades. Vaya usted con músicas al padre o al hijo de quien ha muerto por el sida, por bien intencionadas que sean las actitudes, que, de todos modos, producen nombradía y dinero.

Hay grandes problemas -el sida, el hambre, la tortura- imbatibles desde el pentagrama, ni siquiera mínimamente. Por lo demás, la sinfonía, de extraordinaria efectividad, no añade un ápice a la evolución de la música contemporánea y hasta cae en sentimentalismos, como el de la recurrencia del tango de Albéniz, tocado fuera de la escena y que era pieza favorita de la primera víctima recordada.

La versión fue, eso sí, impresionante, y ante los aplausos Barenboim y su centuria regalaron un poquito de polka vienesa y otro poquito de viejo jazz.

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