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El arquitecto que restaura la plaza de Chinchón quiere pintarla de azul

Juan Antonio Carbajo

Hoy se hablará de Chinchón en Venecia. Salvador Pérez Arroyo, el arquitecto que levantó el faro de Moncloa y restaura la plaza de Chinchón, expone en unas jornadas de la Unesco sus razones para que el histórico lugar sea pintado de azul. Un análisis confirmó que ése es el color que tenía la plaza en el siglo XVII. La tonalidad se obtenía de una mezcla de carbonato de plomo, azulete y aceite de linaza que además servía para repeler insectos. La Comunidad considera que la cuestión merece un referéndum informal.

Salvador Pérez Arroyo quiere que la plaza azul de Chinchón sea más famosa que su anís. De momento, hoy hará que expertos de varios países le escuchen hablar de este pequeño pueblo de 4. 000 habitantes en unas j ornadas sobre conservación y restauración de fachadas que se celebran en Venecia. El arquitecto quiere defender su propósito de devolver a la plaza su antigua tonalidad azul, descubierta en un análisis efectuado con motivo de su restauración.La investigación estatigráfica fue realizada por el Instituto de Conservación de Bienes Culturales del Ministerio de Cultura, que analizó las fachadas al microscopio, con rayos X y con infrarrojos. Conclusión: la plaza Mayor de Chinchón llegó a tener hasta seis colores diferentes, aunque el más antiguo de ellos era el azul.

"Después de este descubrimiento he propuesto que se recupere el color original", afirma el arquitecto que dirige las obras de restauración. Pérez Arroyo está interesado en la experiencia por algo más que la estética. "Aquella primitiva pintura se aplicaba siguiendo una técnica que prácticamente se ha perdido en España", explica. "Sólo quedan algunos ejemplos en pequeños pueblos de Aragón que ahora son objeto de estudio por la Dirección General de Bellas Artes".

La paredes azules se conseguían con carbonato de plomo y azulete, que se mezclaban en aceite de linaza. La sustancia, además de colorante, servía para repeler a los insectos. Esta vieja tradición se sigue aplicando en algunos pueblos del norte de Marruecos con el mismo propósito estético e insecticida.

Una decisión polémica

"Aquella mezcla de azulete debía retocarse cada tres años porque se cuarteaba con facilidad, por ello habrá que buscar una pintura que oponga mayor resistencia a la luz solar", explica el arquitecto. "Soy consciente de que va a ser una decisión polémica, pero es un asunto muy interesante". La Comunidad de Madrid, que patrocina las obras de la plaza, no se atreve a decidir sobre el asunto sin antes conocer la opinión de los vecinos. "Tengo dos posturas", explica Miguel Ángel Castillo, director general del Patrimonio Cultural del Gobierno regional. "Como historiador considero que lo más lógico sería restablecer el color original. Como director general creo que habría que consultar de alguna manera a la población. No me gustaría que por este asunto se criticara una intervención tan rigurosa y científica como la que se ha hecho en la plaza".

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La plaza central de Chinchón fue remozada por sexta vez con una tonalidad verdosa durante el primer tercio de este siglo. Antes había sido azul, marrón, gris... "Yo la he conocido desde pequeño con ese color verde persiana y entiendo que pueda haber cierta reticencia vecinal a cambiarlo", comenta Castillo.

La idea de la Comunidad es pintar de azul de forma experimental una parte de la plaza y esperar la reacción de la población. "Con la colaboración del Ayuntamiento se podría hacer entonces un referéndum informal", explica Castillo.

El Grupo Popular de la Asamblea apoya esta actitud prudente. "El color añil que tuvo la plaza responde a una moda de una determinada época", afirma el diputado del PP Pío García Escudero. "Pero eso no es motivo suficiente para pintarla de azul. Lo normal es hacer pruebas con varios colores y elegir la tonalidad adecuada de acuerdo con los vecinos". El arquitecto Pérez Arroyo tiene intención de poner unos paneles en la plaza para explicar su propósito.

La pintura de las fachadas de la plaza de Chinchón es el último trazo que le queda a una restauración que la Comunidad emprendió hace más de un año con un presupuesto de 90 millones de pesetas. Se ha pavimentado el perímetro de la plaza con piedra caliza y se ha preparado un sistema de drenaje para recoger el agua y la arena que corre por la plaza los días de lluvia. También se han reforzado las balconadas -algunas estaban en ruina-, y se han cambiado los colectores y la madera de las cubiertas.

Un vulgar aparcamiento

La plaza de Chinchón -conjunto histórico-artístico desde 1974-, cuando no está ocupada por toros y toreros, es un vulgar aparcamiento. Así lo considera Salvador Pérez Arroyo, el arquitecto que la restaura. Los coches ya han dejado su huella en el nuevo pavimento de caliza burgalesa, y la circulación amenaza la estructura de los edificios. Su desaparición sería la guinda que desea la Comunidad para rematar la restauración que está a punto de concluir.Saneados la plaza y sus balcones, resta acometeruna profunda reforma en sus 45 inmuebles. La Comunidad considera que ya ha hecho una labor que no le correspondía, y no quiere saber nada de la vieja estructura de las casas: "Nosotros no restauramos restaurantes", dice tajante Miguel Ángel Castillo, responsable del Patrimonio Cultural.

El 82% de los edificios de la plaza son restaurantes, y según Castillo y Pérez Arroyo, representan un riesgo. "En ellos se han hecho actuaciones de todo tipo y sin control", explica el primero. "Significa una sobrecarga de usos", remata el segundo.

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