Publicinio
Que raras formas adopta la publicidad. El otro día, en el programa Un, dos, tres, la pareja concursante rechazaba uno de los premios fantasmas y el conductor del concurso revelaba a continuación su contenido: un lote de productos La Piara. Los concursantes saltaban de alegría por haberse librado de lo que parecía un horrible regalo, mientras el conductor del programa, tras dejar pasar unos segundos, añadía que aún había más: un cheque de 30 millones de pesetas.El gesto de alegría de los concursantes se transformó de súbito en una mueca de dolor acentuada por una sonrisa trágica que intentaba restar importancia a lo sucedido. Evidentemente, lamentaban la pérdida de los 30 millones, no la del lote de productos La Piara. ¿Es eso publicitar un producto? Imagino que esa pareja, que pasó de la alegría al infarto en cuestión de segundos odiará el resto de sus días el paté, y todos los derivados del cerdo, especialmente los de aquella marca que estuvo a punto de sumir en la locura ante la mirada de media España.
Al final del concurso se produjo la misma situación, sólo que al revés. Era el último regalo, aquél con el que tenían que irse a la calle. El conductor del programa reveló su contenido: un maravilloso lote de turrones El Almendro, que, como siempre, vuelven a casa por Navidad. La pareja concursante, que ya no dominaba el movimiento de sus músculos faciales, ensayó una sonrisa decepcionada. Pasar tantas calamidades para eso, para llevarse un lote de turrón. Qué vida. En esto, el conductor continuó leyendo; había algo más: en este caso, un apartamento. La pareja volvió a dar saltos de alegría. Tenían que cargar con el turrón, pero les daban un apartamento a cambio de tal sacrificio.
¿Será esto publicidad? ¿Será patrocinio? ¿Publicinio quizá?
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