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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cooperación antiterrorista

LA DISCUSIÓN sobre si los socialistas franceses ayudan bastante o bastante poco en la lucha por acabar con el terrorismo rebrota siempre que ETA comete una nueva barbaridad. Pero los términos en que se plantea son con frecuencia demagógicos, cuando no simplemente anacrónicos. Es cierto que durante años la izquierda francesa fue reticente a colaborar abiertamente con las autoridades democráticas españolas en esa materia. Pero esa actitud desapareció hace tiempo y resulta un poco absurdo -o escapistavolver a sacar el asunto cada vez que ETA mata, acusando de ello a la pasividad francesa o a la falta de energía del Gobierno español para exigir que detengan a Artapalo.

Aquella reticencia se manifestaba, por ejemplo, en la oposición de los intelectuales de izquierda -nostálgicos de los años del antifranquismo- a las extradiciones de activistas. Posición, por cierto, que entonces era compartida por el nacionalismo vasco democrático, incluyendo el Gobierno de Vitoria. Se manifestaba también en el apoyo de significados dirigentes socialistas a la hipótesis de una negociación política con los terroristas. El giro de ese sector de la opinión pública ilustrada y de la clase política francesa se produjo fundamentalmente tras la serie de atentados de radicales árabes en París, a mediados de los ochenta.

La conmoción que aquella escalada produjo hizo que la coalición de centro-derecha que alcanzó la mayoría y formó Gobierno en 1986 manteniéndose Mitterrand en la presidencia- incluyese entre sus prioridades programáticas la lucha contra el terrorismo, y expresamente el incremento de la cooperación internacional para erradicarlo. La intensificación de la colaboración con España que a partir de entonces se produjo fue efecto, por tanto, de los propios compromisos electorales del Gobierno francés, y no el fruto de pactos bilaterales que implicasen contrapartidas. Esa no supeditación a cambiantes factores externos fue a su vez determinante en la continuidad y eficacia de las medidas que se pusieron en práctica a partir de entonces.

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Tiene razón, por tanto, la derecha española cuando recuerda que fueron fundamentalmente sus homólogos quienes dieron el impulso decisivo. Pero es injusto ignorar que tras el regreso de los socialistas al Gobierno, poniendo fin al periodo de cohabitación, las autoridades del vecino país no sólo no han dado marcha atrás, sino afinado los mecanismos de cooperación, sin los que no hubieran sido posibles éxitos como las detenciones en los últimos dos o tres años de casi toda la cúpula dirigente de ETA. Es cierto que el famoso Artapalo sigue en libertad, y que su detención es hoy un objetivo decisivo. Pero es dudoso que ello dependa de la energía con que se reclame. Entretanto, Rafael Vera afirma públicamente que los que de verdad mandan en el tinglado terrorista son determinados miembros de Herri Batasuna. Esto debe significar que tiene pruebas para asegurarlo. ¿A qué aguarda entonces para ponerlos a disposición de la justicia?

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