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Tribuna:FERIA DE SAN ISIDRO
Tribuna
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Pepe-Hillo, en el 190 aniversario de su muerte

Se cumplen hoy 190 años desde que José Delgado Guerra, más conocido como Pepe-Hillo (Illo o Yllo) fuera literalmente destrozado, si nos atenemos a su autopsia, por un toro llamado Barbudo en la plaza de Madrid, allá por las afueras de la Puerta de Alcalá.Ha sido Delgado uno de los toreros más queridos y admirados en la villa a lo largo de la historia de las fiestas de toros que en ella se han celebrado, y desde que, por primera vez, sirviera corridas en 1777, fecha de su primera actuación en la corte, más probable que la de 1774 que cita Cossío debido a que fue, precisamente, en ese año cuando se anunció por primera vez como espada en Málaga.

Fue Hillo el prototipo de torero romántico de finales del XVIII. Gallardo, atrevido y jaranero, capricho de marquesonas y amorío de manolas, gustaba en la lidia de la movilidad, gracia y ligereza que, a partir de él, quedarían como arquetipos de la escuela sevillana frente al toreo adusto y sin concesiones del que fijera su gran rival, Pedro Romero.

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Muchas fueron las ocasiones, desde 1777, en que la junta de hospitales de Madrid le contratara para servir corridas, bien alternando con su maestro y mentor Joaquín Rodríguez Costillares, o en feroz competencia con el de Ronda; pero ha sido de dos, sobre todas, de las que nos ha quedado noticia.

Fue la primera el 28 de septiembre de 1789, con ocasión de las funciones reales que se dieron para festejar la jura de su majestad Carlos IV.

Fue en la plaza Mayor y ocurrió que, habiéndose emplazado el toro en el rincón del Peso Real, entre las calles de la Sal y de Felipe III, a unos cien metros del lugar en donde doce años después sería sepultado, entró a matar con el resultado de ser empitonado y herido, para ser llevado a curar al balcón de la duquesa de Osuna que, en palabras de Cossío, "con la de Alba compartía el cetro de la elegancia y el copete".

La segunda fue la última. Diecisiete toros, de los que cinco había traído de Alcobendas Vicente Perdiguero, sobrino del tío Gayón, esperaron en el Arroyo Abroñigal el momento de la corrida. Ocho fueron estoqueados por la mañana por José Romero, Antonio de los Santos y el propio Pepe-Hillo, que resultó levemente herido en una pierna. Por la tarde, con todas las localidades ocupadas y el corregidor en la presidencia, se produjo la tragedia. Salió a la arena, con divisa morada, el séptimo, Barbudo, negro zaíno, procedente de la vacadade Don José Joaquín Rodríguez que pastaba en tierras de Peñaranda de Bracamonte, que fue cobardón y al que sólo pudieron colocarle tres o cuatro varas.

Ensartado por el vientre

Tras recibir cuatro pares de banderillas a manos de Antonio de los Santos, Joaquín Díaz y Manuel Jaramillo, salió Delgado armado de estoque y muleta, instrumento dos pases naturales y uno de pecho, se cuadró en corto ante Barbudo y se fue a él a vuelapiés como le había ensefiado su maestro Costillares, dejando media contraria y siendo entonces prendido con el pitón derecho y lanzado al suelo donde el toro hizo por él, ensartándole por el vientre y suspendiéndole en el aire durante largo tiempo, hasta que, prácticamente exánime,volvió a dejarle en tierra.

Fue trasladado el cadáver al hospital General para, desde allí, ser conducido al día siguiente por calles repletas de gente hasta la del Arenal en cuya parroquia de San Ginés, donde cristianara Quevedo y, desposara Lope, se dió tierra al cuerpo del que, además de primer tratadista taurino a través de la pluma de José de la Tixera, fue hombre admirado. En palabras de Manuel Sánchez, más conocido como Ojo gordo, que fue su banderillero, "no se podía tratar sin quererle, porque era de lo que no hay en el mundo".

Juan Santiago es abogado

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