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Tribuna:CHERNÓBIL, CINCO AÑOS DESPUÉS
Tribuna
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El coste de un accidente

Acudí el pasado septiembre a la primera conferencia internacional sobre los efectos biológicos del desastre de Chernóbil. La organizó un grupo de ecologistas soviéticos y reunió a unos 200 delegados de la URSS y a 80 extranjeros en Zeleny Mys, una pequeña ciudad justo al lado de la zona de exclusión que rodea la central nuclear accidentada. Aparte de los actos formales, se nos dio la oportunidad de visitar la zona, un área de casi 4.000 kilómetros cuadrados, de la que fue evacuada la población en abril y mayo de 1986. La radiación en la zona varía de dos a 1.000 veces superior a los niveles naturales de fondo.Aunque me satisfacía obtener nueva información sobre anormalidades cromosómicas en las células de los pinos y de los ratones debidas a diferentes niveles de radiación, me interesaba más aún averiguar por qué se ha hecho pública una parte tan pequeña de la información única sobre la zona que se acumulada desde 1986. De hecho, no han aparecido artículos serios de investigación en publicaciones científicas o académicas, locales o internacionales, sobre los efectos radiobiológicos y radiológicos de Chernóbil en la URSS, o sobre la contaminación de los alimentos en áreas alrededor de la zona de exclusión.

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La razón es simple: los datos cuantitativos sobre el accidente son aún secretos. Incluso aquellos pocos informes que han dejado de ser secretos siguen sin publicarse.

Durante la conferencia se discutió exhaustivamente la salud de la flora y la fauna. Pero nadie sacó el tema de la salud humana. El Centro Radiológico de toda la Unión, en Kiev, se estableció en 1986 para vigilar la salud de la población local y de los voluntarios y personal de servicio que estuvieron expuestos a altos niveles de radiación. Pero se canceló la visita preparada al centro, lo que es inquietante, sin explicación alguna.

Informes no publicados

Los 1.000 médicos que trabajan en el centro examinan periódicamente a las más de 600.000 personas (incluidos 250.000 niños) afectados por el desastre, pero sus informes no han sido publicados. Y las agencias especiales de Naciones Unidas, como la Organización Mundial de la Salud y la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA), han realizado pocos estudios.

Ni el Gobierno soviético ni los cuerpos de Naciones Unidas han hecho auténticas estimaciones del daño económico de Chernóbil. El coste fue ridículamente establecido por el Gobierno soviético en cinco o seis veces menos que el coste del accidente nuclear de Three Mile Island, en 1979, en el que no hubo muertos, nadie sufrió enfermedades producidas por la radiación y no se produjeron evacuaciones permanentes.

Inicialmente, el Gobierno soviético informó de un coste de 2.000 millones de rublos (2.750 millones de dólares). Dos años después, la estimación se subió hasta 8.000 millones de rublos. De hecho, cuando las diferentes repúblicas estimaron lo que costaría reubicar a la población local que todavía vivía en distritos altamente contaminados, las primeras estimaciones empezaron a parecer ridículamente bajas. Bielorrusia, por ejemplo, recibió 17.000 millones de rublos durante el periodo 1990-1995 para "liquidar las consecuencias de Chernóbil". Ucrania gastará una cantidad similar, y a otras regiones se dedicaron unos 3.000 millones de rublos.

Pero nadie ha calculado el coste de las pérdidas de tierra (más de 10.000 kilómetros cuadrados han sido abandonados para fines agrícolas) o de propiedades (tres ciudades y casi 300 pueblos han sido evacuados permanentemente), porque la política económica soviética hace imposible evaluar la tierra y las casas en términos financieros. Las estimaciones del Gobierno incluyen modestas compensaciones a individuos por pérdidas de propiedades. Pero hay muchas otras desconocidas.

Nadie sabe, por ejemplo, cuánto han costado las nuevas medidas de seguridad, ni ha calculado nadie las pérdidas resultantes del cierre de numerosas plantas nucleares en producción o semiconstruidas y la cancelación de otras 10 propuestas. El plan de duplicar la energía eléctrica generada por reactores nucleares en 1985-1990 se ha ido a pique.

Grupos independientes evalúan el coste real de Chernóbil hasta el año 2000 de 170.000 millones a 215.000 millones de rublos. Pero estos cálculos no incluyen el coste adicional de descontaminación de la zona de exclusión.

800 cementerios nucleares

Hay casi 800 cementerios de residuos temporales y defilcientes alrededor de la planta de Chernóbil. La radiactividad procedente de ellos continúa contaminando las aguas superficiales. El reactor nuclear, ahora cubierto por un sarcófago de hormigón, todavía contiene 650 kilos de plutonio, 201 toneladas de uranio y cesio altamente radiactivo, estroncio y otros radionúclidos en condición muy inestable.

No se espera que el sarcófago dure más de 30 años. Está claro que o se construye una estructura nueva, más grande y más sólida, para encapsular el sarcófago o habrá que levantar el actual y desmantelar pieza a pieza el reactor destruido utilizando robots especiales, de forma que los restos puedan enterrarse apropiadamente. Nadie sabe cómo hacer esta operación, cuánto durará o cuánto costará.

No ha habido glasnost sobre Chernóbil. Sólo tenemos información fragmentada sobre sus causas y sabemos menos aún sobre sus consecuencias. El Gobierno soviético no tiene intención de hacer auténticas sesiones parlamentarias abiertas. Tampoco las agencias de Naciones Unidas tienen interés en un debate abierto y honesto. A otros Gobiernos parece que no les preocupa. Y las organizaciones independientes no tienen ni los medios ni la autorización para averiguar la verdad.

Hay mucho que decir. Por ejemplo, se sabe ahora (pero únicamente los expertos) que el impulso de potencia que causó el desastre no fue 100 veces sino 440 veces superior a la potencia total del reactor, y se debió a lo que se denomina punto crítico, que de hecho significa una explosión nuclear. Ningún sistema moderno de contención puede salvar el medio ambiente de un punto crítico. Tal información y las consecuencias aún inexploradas de Chernóbil podrían tener un enorme impacto en los planes mundiales de construcción de nuevas centrales nucleares.

Zhores Medvedev es investigador en el Instituto Nacional de Investigación Médica de Londres (Reino Unido) y autor del libro El legado de Chernóbil (1990).

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