Una sinrazón
UNA VEZ más el concepto patrimonial de la Adminisista y traición -local en este caso-, el peso ordenancista burocrático y la torpeza de los administradores han vuelto a poner de relieve las diferencias entre la España anhelada y la profunda.El alcalde de Salamanca decidió hace tiempo que los bomberos de la ciudad no pueden desplazarse de la misma a cualquiera de los pueblos próximos sin su expresa autorización. A 28 kilómetros de la ciudad se incendió, el martes 12, una casa con el resultado de la muerte de un niño de cinco años. Llamadas angustiosas de sus familiares y vecinos, explicaciones, órdenes, sugerencias. Nadie se movió. El sábado 16, Gobierno Civil, Diputación Provincial, Cruz Roja e Inserso han decidido volcar su ayuda económica en los familiares en un gesto de cuando menos, doble interpretación: ayudar al necesitado y acallar posibles malas concienclas. Es lo que se llama desde hace tiempo la demagogia de los hechos.
El edil, que ha tenido la indelicadeza de declarar que volvería a hacer lo mismo en idénticas circunstancias, alega que si los bomberos salieran de la ciudad cada vez que hubiera un fuego ésta quedaría desasistida ante hipotéticos incendios. Conclusión: la vida de un niño de pueblo vale menos que la posible muerte de un capitalino.
La larga, estable y relajada caterva de funcionarios, especialistas y cargos electos han sido incapaces de ponerse de acuerdo para apagar un fuego en las inmediaciones de la ciudad. Todos tuvieron explicaciones coherentes para lo ocurrido, pero ninguno logró convencer a nadie de nada. El sentido común debe primar sobre cualquier decisión municipal, provincial o nacional. Lo contrario -que es lo que ha ocurrido en este lamentable asunto- es aceptar el hecho de que la jerarquía, cualquiera que sea, debe prevalecer sobre la supervivencia humana y, después, abrir cartillas de ahorro para los allegados. Una sinrazón.