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Armada habló dos veces con el Rey el 23-F

Don Juan Carlos y Sabino Fernández Campo impidieron el acceso a la Zarzuela del presunto 'Elefante Blanco'

El general Alfonso Armada, de 61 años en aquellos momentos, se propuso al Rey como presidente del Gobierno en la tarde del 23 de febrero de 1981, como única solución para evitar el enfrentamiento en el Ejército. Armada, que 11 días antes había tomado posesión como segundo jefe del Estado Mayor, no recibió respuesta de don Juan Carlos: el Rey pasó el teléfono al secretario general de su Casa, Sabino Fernández Campo, y éste le exigió su palabra de honor de que no invocaría al Rey. Armada, el presunto Elefante Blanco del 23-F -si es que puede utilizarse en serio de esa denominación- jugó muy fuerte, después de que el Monarca y Sabino Fernández Campo, tomaran la crucial decisión de denegarle el acceso a la Zarzuela.

Son las seis y media de la tarde del 23-F. En el cuartel general de la División Acorazada Brunete, situado en El Pardo (Madrid) ya se ha conocido, a, través de un transistor, la ocupación del Congreso de los Diputados, el "hecho sonado" anunciado por los golpistas unos minutos antes. El general Luis Torres Rojas, gobernador militar de La Coruña que se ha presentado inopinadamente, y el coronel San Martín, jefe del Estado Mayor de la división, se han quedado, en el despacho del general Juste, jefe de la división.Hay una cuarta persona en ese despacho: el general Joaquín Yusty, jefe de artillería de la división Brunete, que por dos veces pregunta por qué no se llama al capitán general de la I Región Guillermo Quintana Lacaci, para confirmar las órdenes del Rey de poner en marcha las tropas.El coronel San Martín intenta evitar esa gestión: replica que al capitán general ya le habrá informado Milans del Bosch. Yusty sugiere también la posibilidad de enlazar con el general Armada, cuyo nombre había sido mencionado como garante de la operación.El general Juste, que ha pensado en lo sucedido en Melilla el 17 de julio de 1936 -cuando el comandante genera` de la plaza, leal al Gobierno, fue detenido por los sublevados al intentar oponerse al alzamiento- se levanta hacia el teléfono. Torres Rojas y San Martín se impacientan: "Estamos perdiendo tiempo". Ni uno ni otro le impiden llamar, no obstante: pero le instan a que, si quiere comprobar la información recibida, empiece por Armada en la Zarzuela.Así pues, fueron los golpistas los que indujeron a Juste a iniciar una gestión que, a la postre, resultó fatal para ellos. Juste pidió a su ayudante que le pusiera en comunicación con el general Sabino Fernández Campo, secretario general de la Casa del Rey. Éste atendía otra llamada. Al cabo de pocos minutos entró en el cuartel general la llamada de respuesta de Fernández Campo. A la pregunta de si Armada estaba en la Zarzuela, el secretario de la Casa Real dio aquella respuesta ya histórica: "No, aquí no está". Y ante la insistencia de Juste: "¿Pero esperáis que vaya?", la segunda negativa de Fernández Campo: "No se le espera".

Al colgar el teléfono, Sabino Fernández Campo no pudo reprimir una exclamación, que oyeron otras personas presentes en ese momento en su despacho: "¡Huy, huy, huy!". Salió del despacho y subió a toda prisa al de la planta superior. El Rey estaba hablando por teléfono. Apenas tuvo unos segundos para indicarle algo. Don Juan Carlos tapó el auricular y le dijo:

-Es Armada: dice que quiere venir a explicar lo que ocurre.

Sabino Fernández Campo movió el dedo índice de la mano derecha, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Fernández Campo estaba conmocionado por la información que le había dado el general Juste, que no había tenido tiempo material de explicar con detalle al Monarca. Don Juan Carlos reflexionó un instante, retiró la mano del auricular y le dijo a Armada que se quedara en el Estado Mayor del Ejército, con el general Gabeiras, y que le mantuvieran informado.Un hombre enfadado

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El 18 de diciembre del año anterior, el Rey había recibido a Armada en la Zarzuela y le había mostrado el borrador del mensaje que pensaba dirigir a los españoles en Navidad. En esa ocasión, el Rey apareció en las pantallas de televisión sin la compañía de su familia -que había sido habitual en los años anteriores- y con un llamamiento a encauzar las luchas políticas. Después hubo más contactos entre Armada y el Rey.

El 12 de febrero, Armada tomó posesión del cargo de segundo jefe de Estado Mayor. Había mostrado su interés por hablar con Su Majestad a la ma.yor brevedad. Don Juan Carlos pidió a Sabino Fernández Campo que hiciera un hueco en su agenda el viernes 13 de febrero. Ya estaba designado Leopoldo Calvo Sotelo como el candidato a la presidencia del Gobierno, como sabían todos los españoles a través de los medios de comunicación, y también se había iniciado la ronda de consultas del teniente general Milans del Bosch con otros generales, como sólo sabíafi los interesados. Milans preguntaba a unos si creían que la propuesta de nombramiento de Calvo Sotelo iba a resolver la "grave situación" de la patria; a otros les consultaba, directamente, la necesidad de reconducir la salida a la crisis política con la puesta en práctica de la solución Armada.

Algo grave debió de contarle Armada al Rey en la mañana del 13 de febrero. Ciertamente, no le avisó de la inminencia de un golpe de Estado, sino de la inquietud del Ejército. Don Juan Carlos le remitió al vicepresidente de Seguridad y Defensa, Manuel Gutiérrez Mellado. "El Rey lo ha hecho mal, el Ejército se va a dividir", le espetó Armada a Gutiérrez Mellado.

Armada planteó al vicepresidente del Gobierno -ya dimisionario en aquellos momentos- un verdadero memorial de críticas. Censuró al Gobierno y a las personas al servicio del Rey por haber "organizado muy mal" el viaje de don Juan Carlos al País Vasco, la semana anterior, en el que el Rey fue abucheado por cargos electos de Herri Batasuna en la Casa de Juntas de Guernica. Una situación delicada que don Juan Carlos había resuelto perfectamente, y que Televisión Española -con Fernando Castedo recién incorporado a la dirección general de RTVE- decidió no ocultar a los españoles. Pero a muchos jefes de las Fuerzas Armada.s, y desde luego a toda la extrerna derecha, aquel incidente en Guernica le había parecido una encerrona al símbolo del Estado en tierra separatista. ErA el discurso de un hombre que, sin duda, creía, poder hacerlo mejor.

Don Juan Carlos habló directamente con Armada en la tarde del 23 de febrero, cuando apenas había transcurrido media hora desde el asalto al Congreso. Hay un error en muchas de las versiones conocidas hasta ahora de ese hecho, error que se trasladó, incluso, a la sentencia del Consejo Supremo de Justicia Militar. No hay duda de que don Juan Carlos conversó personalmente dos veces con Armada el 23 de febrero de 1981. Y tampoco hay duda de que, en la primera conversación, el Rey deneg a Armada el permiso para acudir a la Zarzuela. Tras colgar el teléfono, es seguro que Fernández Campo dio detalles al Rey de su conversación con el general Juste. Así se enteró don Juan Carlos de que el nombre del segundo jefe de Estado Mayor, su antiguo preceptor, era invocado como garantía del sospechoso movimiento de tropas que se había iniciado en la división Brunete."Pues me votan"A partir de ese momento crucial de la tarde del 23-F, los acontecimientos se precipitaron. El general Gabeiras abandonó la sede del Cuartel General del Ejército para reunirse con los demás miembros de la Junta de Jefes de Estado Mayor, y Armada se quedó al frente de dicho Cuartel General y rodeado de generales y jefes de las distintas divisiones del Estado Mayor. En un momento determinado, el despacho y el antedespacho del general Gabeiras, temporalmente ocupado por Armada, se convirtieron en el centro de una verdadera asamblea de generales.

Entre las nueve y las diez de la noche -resulta verdaderamente dificil precisar la hora, a tenor de las informaciones disponibles-, el general Armada tomó la iniciativa: esta vez llamó él a la Zarzuela y pidió hablar con el Rey.

El contacto se produjo. Las personas que estaban en ese momento en el despacho del Rey le notaron gestos de incomodidad y de enfado mientras escuchaba a Armada. Le interrumpió. Le dijo que le pasaba el teléfono a Sabino Fernández Campo. Éste tomó el auricular que le tendía el Rey: Armada se propuso a sí mismo como jefe del Gobierno.Armada aseguró que la mayoría de las capitanías generales estaban a favor de esa solución. Afirmó que la Zarzuela no había valorado en toda su importancia la dimensión de lo que estaba sucediendo. Anunció repetidamente la división del Ejército si no se instrumentaba la solución planteada por él. "Yo puedo ir al Congreso en nombre del Rey; me ofrezco de presidente del Gobierno para salvar el enfrentamiento en las Fuerzas Armadas".

Los que estaban en el despacho escucharon las objeciones de Sabino Fernández Campo: Ésta fue una de ellas: "¿Pero cómo' crees tú que van a votarte los diputados, que están amenazados por las armas?". Y Armada se jugó el todo por el todo: "¡Pues claro que me votan!".

Sabino Fernández Campo exigió a Armada su "palabra de honor" de que no iba a acudir al Congreso en nombre del Rey; le aconsejó, "como amigo", que se volviera atrás. El hombre que había estado en el centro de todas las conspiraciones -el Elefante Blanco, si se quiere usar esta expresión- jugó muy fuerte hasta el último momento.

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