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Suspendido el baile de la Ópera en Viena a causa de la guerra del Golfo

El tradicional baile de la ópera en Viena, que se realiza todos los años en febrero, fue suspendido ayer por orden del canciller federal austriaco, Kurt Waldheim, argumentando que "no se puede estar bailando mientras hay guerra". Los organizadores de este acontecimiento social, que iba a celebrarse el próximo 7 de febrero y que tenía la mayor parte de las entradas vendidas, habían anunciado hace una semana que en caso de estallar la Guerra en el Golfo Pérsico el baile sería inmediatamente cancelado.El baile de la Ópera es uno de los mejores productos de exportación de la imagen de Austria y se ha convertido en el evento social del año. Algunos de los asistentes al acto viven una noche fastuosa y otros una noche de palos. Mientras se baila y se saluda a los magnates financieros que llegan a Viena procedentes de todo el mundo, a políticos, aristócratas y celebridades, fuera de la Ópera la policía despeja a los manifestantes. El año pasado el Ministerio del Interior envió a 3.000 policías que cercaron todas las calles adyacentes al incinumental edificio para dar paso sólo a los participantes.

El edificio de la Ópera quedó destruido a finales de la II Guerra Mundial, y fue restaurado hace poco más de 40 años. Desde entonces se ha seguido con la tradición de presentar en sociedad durante el baile a 800 jóvenes graduados, que ensayan durante meses el vals de la apertura. El teatro, en esa única velada del año en que no pierde dinero, se transforma para convertirse en una gran pista de baile. Se sacan todas las butacas de terciopelo y se engalanan los palcos con flores. Un palco para seis personas con champaña incluído y servido en champanera de plata costaba el año pasado entre un millón y un millón y medio de pesetas.

Klaus Peymann, director del Burgitheater, que trabajó junto a Thomas Bernard en la producción de sus obras, afirmó en el último baile de la ópera que éste era "una ofensa y una demostración de riqueza a todas luces". Klaus Peymann agregó que el baile "se ha transformado en algo ridículo en el que se encuentra una pequeña capa social autoaduladora".

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