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Entrevista:

"Durante años pedí perdón por ser mujer"

El libro de memorias de la periodista francesa lleva 20 semanas entre los más vendidos

Pachatte, la gata de Françoise Giroud, ronronea entre los brazos de su ama. Ésta se sienta en un butacón de cuero, rodeada por todas partes de estanterías con libros que llegan hasta el techo. Giroud está en plena forma: acaba de terminar uno de sus dos artículos semanales para Le Nouvel Observateur y se dispone a recrear de nuevo algunos de los momentos más importantes de su vida. El presidente François Mitterrand va a aparecer dentro de un rato en la televisión para hablar de la crisis del Golfo, y ésa es la condición temporal que Giroud y el entrevistador imponen a la conversación."Conozco a François Mitterrand desde hace casi 40 años", dice Giroud. "Me une a él una vieja complicidad, si es que puede decirse eso de un presidente de la República. Mitterrand es un político puro: paciente, culto -lo que es raro entre los de su especie-, de una gran sangre fría y una habilidad diabólicas".

Pregunta. En Francia, usted ha sido la primera mujer guionista, la primera en dirigir una revista política y una de las primeras en formar parte de un Gobierno. Ahora, ésas son cosas prácticamente normales qué atribuye ese cambio espectacular en sólo 20 años de la condición femenina?

Respuesta. Lo que ha cambiado en primer lugar es la idea que las mujeres se hacen de ellas mismas. Las mujeres han tomado confianza en sus posibilidades y se han visto felizmente invadidas por un deseo enorme de afirmar su presencia en la sociedad. Ellas mismas han creado una nueva imagen de la mujer, y eso ha cambiado todo. La píldora y la autorización del aborto han sido también asuntos capitales en ese proceso.

Rechazo

P. Cuenta usted que recibió su primera lección el día mismo de su nacimiento. Su padre quería un niño, y al verla dijo: "¡Qué mala suerte!". ¿Cómo se enteró de ese rechazo, del que dice haber tardado mucho tiempo en recuperarse?R. Todo el mundo me lo contó: mi madre, mis familiares, el servicio doméstico. Pero probablemente yo lo supe desde el primer momento: los bebés lo entienden todo. Despreciada por el primer hombre de mi vida, pedí perdón durante décadas por no ser un muchacho. Basé mi vida en intentar demostrar que una chica puede hacerlo tan bien como los muchachos.

P. En 1931, a los 15 años de edad, usted comenzó a trabajar como script-girl en la industria cinematográfica francesa. ¿Cómo era el ambiente?

R. Infecto, corrompido por el derecho de pernada. Yo fui eliminada de una película porque no quise pasar un fin de semana en Deauville con un productor. El tipo me despidió diciéndome: "Pequeña, no irás muy lejos en este negocio".

P. Sin embargo, hizo los guiones de una veintena de películas y colaboró en otras 40. Y el cine le dio la satisfacción de trabajar con Jean Renoir en los diálogos de La grande illusion.

R. En efecto. Si más tarde, cuando dirigí Elle y L'Express, pude transmitir a algunos de mis redactores el placer de entregarse en el trabajo fue gracias a Renoir. Él me enseñó el arte de sacar lo mejor que tienen los hombres y mujeres que diriges, y de este modo hacerles felices a ellos mismos.

P. Su encuentro con André Gide es muy divertido. Usted iba a trabajar como secretaria del escritor y cuando fue a visitarle a su apartamento se lo encontró intentando aprender a manejar un yoyó. Usted le enseñó a usar el yoyó. ¿Qué le enseñó él a usted?

R. Gide me aportó la costumbre de frecuentar a gente famosa desde muy joven. Eso me liberó para el resto de mi vida del hecho de dejarme impresionar por las celebridades.

P. Como ministra de Cultura con Valéry Giscard d'Estaing, usted organizó los funerales de André Malraux en el Louvre. En vez de una foto del difunto puso en la presidencia del acto la de un gato faraónico. ¿Le hubiera gustado eso a Malraux?

R. Sí. Estoy completamente segura. Malraux era la expresión misma de la nobleza. Todo era grande en él; lo contrario de la mediocridad.

P. Al final de la II Guerra Mundial, tras haber pasado un periodo en manos de la Gestapo, usted se convierte en periodista. Comienza dirigiendo la revista Elle.

R. Sí, mientras estaba embarazada, y luego atendiendo

mi bebé. La Filosofía de Elle era que no hay independencia femenina posible sin independencia económica.

P. ¿Cómo eran sus relaciones con Simone de Beauvoir?

R. Me resultaba muy antipática. Era de esas personas que lo saben todo de todo. En El segundo sexo hay cosas buenas, sobre todo la idea de que una no nace mujer, sino que se convierte en mujer. Pero hay otras cosas de una terrible inmadurez, como el rechazo violento de Simone de Beauvoir de la maternidad. Ese rechazo es una estupidez. La historia ha probado que las mujeres pueden tener hijos y también trabajo y poder.

P. L'Express fue uno de los terrenos donde Albert Camus, colaborador de la revista, y Jean-Paul Sartre, que la criticaba por "burguesa" y "enemiga del pueblo", desarrollaron su célebre polémica intelectual. Sartre predicaba entonces que el marxismo es el "horizonte inevitable" de la humanidad. El tiempo ha dado la razón a Camus frente a Sartre.

R. Por completo. Sartre era un espíritu fecundo, pero su análisis era falso. Muchas cosas, su fealdad, el odio a su padrastro y otras, le empujaban a la rebelión contra la sociedad. Yo compartía ese sentimiento de rebelión, pero el problema de Sartre era que se ahogaba en Marx.

Escéptica

P. ¿Cómo pudo usted escapar a la hegemonía marxista sobre su generación?R. Fue un milagro, porque siempre estuve rodeada de comunistas entusiastas y de compañeros de viaje. Pero yo soy muy refractaria a los dogmatismos. No me gustan los curas, y creo que los curas y los marxistas son la misma cosa: gente convencida de estar en posesión de la verdad. A mí me gustan los escépticos, los que dudan de todo, salvo de algunas certidumbres morales.

P. Usted fue secretaria de Estado para la Condición Femenina y luego ministra de Cultura con Giscard d'Estaing. Muchos de sus amigos de izquierda se enfadaron entonces con usted.

R. Mi hija también se enfadó. Pero hay que hacer justicia a Giscard. Fue el primer dirigente europeo que introdujo a varias mujeres en el Gobierno y apoyó a fondo la ley del aborto de Simone Veil. Él probó que la línea entre machistas y feministas no coincide necesariamente con la división entre la derecha y la izquierda.

P. De todos los trabajos que ha desempeñado, ¿cuál escogería para una segunda vida?

R. El periodismo. Ser periodista significa que pasas todo el tiempo ocupándote de tu oficio, pero tu oficio consiste en ocuparse de todo. Es extraordinario. Paul Valéry decía: "Lo siento, no puedo evitarlo, todo me interesa". Es un lema que hago mío.

P. ¿Qué está escribiendo ahora?

R. Una biografía de Jenny Marx, la mujer de Marx. Me divierte escribir sobre Marx ahora que no está de moda.

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