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Tribuna:LA REFORMA DEL SISTEMA SANITARIO
Tribuna
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Un gran paso adelante

Ante la perspectiva de la reforma de la sanidad española, el autor de este artículo analiza algunas de las contradicciones de los actuales servicios y defiende la necesidad de que se dé un gran paso adelante realizando un exhaustivo chequeo técnico para saber cómo funciona la sanidad y con qué recursos cuenta.

El Ministerio de Sanidad ha resuelto con diligencia el mandato del Congreso de los Diputados por el que se instaba al Gobierno a crear una comisión de expertos para el análisis, evaluación y mejoras del sistema nacional de salud.La comisión, creada en el seno del Consejo Interterritorial de Salud y presidida por Fernando Abril Martorell, ha fijado ya las fases y el calendario del trabajo, que deberá estar concluido en abril de 1991. Un plazo justo y razonable si se tienen en cuenta la urgencia que hay en disponer del informe en su totalidad y la magnitud y la trascendencia del encargo.

La propuesta de crear la comisión, hecha por el CDS y que tuvo el apoyo del PSOE, IU, el PNV y el Grupo Mixto, va a permitir que dispongamos en nuestro país, como sucede en otros países desarrollados, de un estudio de esta naturaleza.

La Comisión Lalonde en Canadá, el Informe Griffiths en el Reino Unido, las task forces en Estados Unidos, el Informe Dekker en los Países Bajos, con el sugestivo título de Voluntad de cambio, son algunos de los ejemplos notables de cómo las sucesivas reformas de los sistemas sanitarios se han realizado a partir de estudios en profundidad de las nuevas necesidades, de cómo influyen los cambios sociales en los servicios sanitarios y de cómo muchas deficiencias podrían haberse evitado con un conocimiento más hondo de la producción y distribución del producto sanitario.

No podemos, si queremos ser auténticos, eludir el análisis de nuestra sanidad. En primer lugar, porque necesitamos verificar y exponer las contradicciones intrínsecas que, como constantes perversas, sufre nuestro sistema sanitario. En segundo lugar, porque los servicios sanitarios de los países desarrollados, y el nuestro no es una excepción, se enfrentan a nuevos -o agudizados- fenómenos que están incidiendo en la sanidad. Los cambios epidemiológicos, relacionados o no con las mutaciones demográficas y las nuevas actitudes sociales, la presión incesante del acelerado progreso técnico-médico y la necesidad de armonizar los múltiples intereses que se dan en el escenario sanitario obligan a los sistemas sanitarios, su ámbito y sus características, a contestar a las sacudidas que produce este torrente de tendencias.

No se trata de ignorar las deficiencias que sufren los españoles como resultado de una errónea política sanitaria, sino de que dichos errores no se petrifiquen y que los incorporemos, con hechos, al debate sanitario de Occidente, ocupado en diseñar reformas y establecer prioridades.

En España, además, hay otra razón para necesitar de un estudio de este tipo. En los últimos años hemos asistido al fenómeno en el que personas, grupos y sectores relacionados con la sanidad iban reconociendo paulatinamente problemas y condicionamientos propios de ésta, la mayoría de ellos no nuevos -aunque se calificaran como tales-, que enriquecían su información acerca de la complejidad de la teoría y política sanitarias.

Pero ha sucedido que esa acumulación de información -aprendizaje, por otra parte, no coetáneo-, en vez de facilitar el intercambio fructífero de opiniones contrapuestas o coincidentes acerca de lo que había que hacer, se convertía en pantalla tras la que se parapetaba una ideologización superflua e ineficaz, que elevaba a debate sanitario lo que no era sino pugna de prurito informativo.

Es necesario que algo nos convierta esa información en conocimiento para que el debate de la política sanitaria se plantee sin evasivas y realmente se sepa en qué discrepamos y en qué coincidimos. No para endurecerlo, sino para facilitar la comprensión y el acuerdo y evitar el torneo político estéril.

Dificultades

La defensa del sistema sanitario público, la protección de la salud, el mantenimiento de la calidad en las prestaciones asistenciales, son una conquista a la que no puede renunciar un moderno Estado social. Es necesario reconocer, por tanto, cuáles son las dificultades que tiene la sanidad puesta a su servicio para obtener la satisfacción del enfermo y la identificación, con su funcionamiento, de los profesionales que en ella trabajan. Es decir, dos índices fundamentales de su calidad.

Es Estado de bienestar, en el que se inserta el servicio público de la sanidad -y, dicho sea de paso, también el modo de cómo el sector privado puede ser más útil a la sociedad-, necesita constantemente cubrir sus puntos débiles. Uno de ellos es atender a las demandas crecientes de una sociedad que se hace en él próspera y solicita más prestaciones y mayor confort, y sobre la que inciden además variables, muchas deseadas, pero cuyas consecuencias y apremios financieros y técnicos hay que dominar en consenso.

Por ejemplo, afortunadamente, cada vez hay más personas mayores, pero con ello crece el número de personas más vulnerables y dependientes, a quienes los avances de la medicina y la atención social deben mantener el mayor tiempo posible con la mayor autonomía deseada. Pues, por mucho que la atención médica al anciano se desarrolle cada vez más sobre un lecho de asistencia social, no podemos ignorar que la garantía de su longevidad confortable está, precisamente, en la calidad de la vigilancia médica, por tenue que ésta aparezca. ¿Cómo incide ello en el sistema sanitario y, por tanto, en el Estado de bienestar?

Es obligado considerar que el consumismo proyecta sobre la demanda sanitaria exigencias que el sistema sanitario difícilmente pue de satisfacer y, probablemente, no debe. ¿No es alguno de los componentes de la oferta sanitaria discutible como bien público?

No es necesario extenderse en ejemplos, que serían numerosos, ya lo hemos señalado, ni en sus consecuencias y repercusiones. La comisión de expertos, en el seno del Consejo Interterritorlal de Salud, está plenamente justificada. Creemos que debe ser un gran paso adelante. Ojalá que pueda ofrecer lo que necesita mos. Porque modernizar no se consigue sin capacidad para superar el conflicto y la desazón.

Las cuestiones favorablessiempre son más fáciles de resolver. La sanidad española necesita que se la provea de un chequeo técnico objetivo para hacer frente a lo fácil y a lo difícil, y sobre el que podamos apuntar nuestras coincidencias y discrepancias políticas para que su modernización sea posible y firme.

Carlos Revilla es diputado y portavoz de Sanidad del CDS.

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