La llegada de los subcampeones a Buenos Aires fue apoteósica
Decenas de miles de argentinos se lanzaron ayer a las calles de Buenos Aires para recibir de forma apoteósica a los subcampeones mundiales. La cantidad de gente en la autopista que une Buenos Aires con el aeropuerto de Ezeiza, a unos 25 kilómetros del centro, y en las calles de la capital retrasaron la llegada del autocar que llevaba a los futbolistas hasta la sede del Gobierno, la Casa Rosada, donde les esperaba el presidente, Carlos Menem, y otros miembros del gabinete, y que, al cierre de esta edición, aún no se había producido.En la plaza de Mayo se habían congregado durante varias horas unas 40.000 personas, que entonaban cánticos y vitoreaban a Argentina a pesar de la lluvia y el frío reinante, unos siete grados, en un húmedo día de invierno. Había pancartas con textos como "¡gracias, campeón!" o "¡Maradona, volvé, Argentina te ama!" [el as denunció a la salida de Roma las prácticas mafiosas, en su opinión, de la FIFA: "Nunca más le daré la mano a su presidente, el brasileño Joáo Havelangel. Otra calificaba a los futbolistas como "héroes de la patria". No faltaba la que resumía el sentimiento de la afición sobre el árbitro de la final: "Codesal, ladrón". Una joven dijo: "Si traicionó a su país, Uruguay, nacionalizándose mexicano, ¿cómo no nos iba a traicionar a nosotros?".
Los cánticos de la muchedumbre eran los habituales en las campos de fútbol argentinos. Pero en esta ocasión se había modificado el texto con fuertes insultos contra Italia y los italianos. "¡Italia, hijos de puta; la puta madre que te parió!", fue uno de los más coreados. El canciller argentino, Domingo Cavallo, en la Casa Rosada, comentó estos gritos y trató de quitar hierro al asunto cuando dijo: "Esta actitud es pasajera, estoy seguro. Lo mismo que será pasajero el sentimiento y el apasionamiento de los italianos en contra de Argentina". [El Ayuntamiento de Nápoles ha propuesto dar a Maradona su ciudadanía de honor].
El regreso del equipo argentino coincidió con la celebración del 1742 aniversario de la independencia y con el final de un desfile cívico-militar, que duró cinco horas. Se había especulado con la posibilidad de que los futbolistas llegasen para sumarse al acto, pero esta idea encontró resistencias entre algunos miembros de la selección y se preparó la recepción en la Casa Rosada.