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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mendaille y la justicia

TODAS LAS razones -legales, diplomáticas y políticas- aconsejaban la presencia del presunto miembro de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), Georges Mendaille, en el juicio que se celebra ante el tribunal de Pau (Francia)¡ contra los integrantes del comando que presuntamente estuvo a sus órdenes en la realización de varios atentados contra miembros de ETA en territorio galo. Este supuesto reclutador de mercenarios de los GAL, detenido el 9 de febrero de 1989 en España y reclamado inmediatamente por la justicia francesa, se ha librado por el momento de sentarse en el banquillo de los acusados y de responder de sus presuntos crímenes gracias a la calma con que el Gobierno español -hace más de nueve meses que el asunto espera entre sus manos- está deshojando la margarita de su extradición a Francia.Sin duda deben existir poderosísimos argumentos -sólo conocidos por el Gobierno español- para prolongar una situación tan anómala como la que se está produciendo en el caso del gal Mendaille. Ni se le juzga en España -el procedimiento abierto por la justicia española fue archivado ante la solicitud de extradición por la justicia francesa-, ni se permite que se le juzgue en Francia. Ello da pie, además, a que se viertan acusaciones tan graves como las del fiscal francés que actúa en el juicio de Pau, que no ha dudado en señalar que el motivo por el que Mendaille no ha sido entregado a Francia no es otro que el de la protección policial de que goza en España.

Esté o no en lo cierto el fiscal francés -y sería una imputación calumniosa impropia de un fiscal hacer una acusación de este calibre sin datos que la avalen-, lo que sí parece obvio es que la reticencia española a entregar a Francia al gal Mendaille refleja un cierto deterioro en el clima actual de la cooperación franco-española contra el terrorismo, producido a partir del descubrimiento de que un comando de ETA, integrado por ciudadanos franceses, se ha dedicado durante años a asesinar y a secuestrar en territorio español.

El ministro del Interior, José Luis Corcuera, ha recurrido argurnentalmente al principio de reciprocidad para no entregar a Mendaille hasta que Francia no haga lo propio con el dirigente histórico de ETA Isidro Garalde, Mamarru, y con otros dirigentes de la banda terrorista pendientes de extradición a España. Sin duda la reciprocidad es.básica en una política equilibrada de cooperación entre Estados, pero ésta debe trascender los balances puntuales -favorables o desfavorables para las partes en un momento determinado- e integrarse en una perspectiva global. Desde este punto de vista, y a pesar de los altibajos, divergencias y malentendidos habidos en el ya largo periodo de colaboración franco-española en la lucha contra el terrorismo, puede decirse que el resultado final es -por el momento- altamente positivo para los dos países. Sobre todo cuando, a punto de desaparecer las fronteras comunitarias, es ya impropio considerar que el terrorismo de un país es asunto de su exclusiva incumbencia. Sería inconcebible -y ello al margen de intrínsecas razones de justicia y de ineludibles deberes de actuación contra el delito- que España diera la impresión de que con su actitud ampara a un delincuente reclamado por un país de cuya colaboración tanto necesita para acabar con el terrorismo etarra.

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