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Francia, la RFA y el Benelux, a punto de suprimir sus fronteras comunes

Cinco países europeos (Francia, la República Federal de Alemania y los tres del Benelux), integrados en el llamado Grupo de Schengen, se disponen por fin a suprimir sus fronteras internas, pero el grueso de la Comunidad Europea no es proclive a seguir por la misma senda. Parece ya inevitable que el 1 de enero de 1993, cuando entre en vigor el mercado único, las mercancías circularán frecuentemente entre los Doce con más facilidad que las personas.

Cinco de los seis miembros fundadores de la CE acordaron el 14 junio de 1985, en la localidad luxemburguesa de Schengen, suprimir los controles en sus confines comunes, "si es posible antes del 1 de enero de l990", y para lograrlo negociaron un texto de 137 artículos en el que sentaban las bases de una política de armonización de criterios para la concesión de visados, derecho de asilo, clasificación de armas de fuego y creación de una amplia red informática (SIS) sobre personas buscadas.Aunque subsistían problemas menores las cosas fueron por buen camino hasta el 14 de diciembre, cuando Bonn anuló la ceremonia de firma del acuerdo, prevista para el día siguiente en Schengen. La caída del muro de Berlín daba de momento al traste con el proyecto de este banco de pruebas, que debía ser ejemplo para el resto de la CE.

Helmut Kohl pidió entonces que se incluyese rápidamente en el acuerdo a Alemania Oriental, lo que significaba en la práctica que la frontera exterior de Schengen hubiese sido la línea Oder-Neisse y no la que separa a las dos Alemanias. Sus cuatro socios se negaron en redondo porque desconfiaban de los controles fronterizos de la policía de un Estado en descomposición, pero seis meses después la perspectiva de la inminente unificación germana y las garantías proporcionadas por Bonn sobre la impermeabilidad del confin oriental les han hecho cambiar de opinión.

Para vencer las reticencias de Francia y del Benelux, la RDA también ha puesto algo de su parte para contener el flujo de inmigrantes rumanos que viajan a Berlín Este con la intención de cruzar al Oeste. Sin llegar a denunciar los acuerdos sobre supresión de visados con los países balcánicos, el Consejo de Ministros de la RDA decidió en mayo autorizar sólo la entrada de viajeros del sureste de Europa que posean una invitación de familias o instituciones germanas.

Reunión en La Haya

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Gracias a estos gestos los ministros del Interior o de Asuntos Europeos de los integrantes de Schengen se reunen hoy en La Haya para perfilar el convenio, y los jefes de las principales delegaciones han anunciado que se firmará este mes , probablemente el 29. Después deberá ser ratificado por los Parlamentos y, en el mejor de los casos, entrará en vigor el 1 de enero de 1992, un año antes que en el conjunto de los Doce.

A medida que se acerca 1993, crece, sin embargo, el escepticismo sobre el desmantelamiento de las fronteras intra-comunitarias entre los no firmantes de Schengen. El miembro español del grupo de coordinadores europeos para la supresión de fronteras, Rafael Pastor, no duda en afirmar que, "de no mediar un empujón de alto nivel (cumbre europea), no habrá libre circulación, sino medidas para facilitar el cruce".

"En los dos años y medio que tenemos por delante nos queda el 75% del trabajo por hacer", señala Pastor. "No trabajaremos a la velocidad necesaria para acabar a tiempo si no hay suficiente voluntad política". "Nos falta desde la normativa de la frontera exterior de la CE hasta la doctrina de la política común de visados". "En este aspecto incluso hemos retrocedido", añade aludiendo a la decisión de Bonn y Roma de suprimir por su cuenta el visado para húngaros y checoslovacos.

España esbozó un acercamiento a Schengen durante su presidencia de la CE -el director de Asuntos Consulares, Herminio Morales, hizo una gira europea- para anticiparse al plazo fijado por el Acta Única, pero el grupo alegó que debía resolver primero sus problemas internos. Una vez solucionados, parece poco probable que desee ampliarse a España e Italia, que goza de un estatuto de observador.

Madrid y Roma tendrán probablemente que esperar a un hipotético acuerdo entre los Doce para que desaparezcan sus fronteras pirenaica y alpina. Hasta entonces España deberá conformarse con que en algunos pasos fronterizos se instaure el control único, es de cir, que sean los policías franceses o los españoles los que, por turnos, requieran a los viajeros la documentación.

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