_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Una Iglesia de diáconos casados y de obispos

Las estadísticas referentes a la subida y bajada de miembros del clero católico en los últimos años no dejan de ser sorprendentes. Hay, en efecto, un aumento de obispos: 4.071 en el 87 contra los 3.892 en 1982. Por el contrario, hay un descenso en el número de sacerdotes en una cifra aproximada de 6.000: eran 402.945, con una disminución de 6.697 respecto a 1982, y una flexión del 3,4% con respecto a 1978. Las disminuciones más elevadas se han verificado en Europa (10.000 sacerdotes menos respecto a 1982), en Oceanía (73 menos) y en ambas Américas (44 menos), mientras habían aumentado en África (1.636 más) y en Asia (2.403 más).Pero lo más curioso es que el único dato que registra incremento absoluto es el relativo a los diáconos permanentes casados: en 1982 eran poco más de 9.000, pero en 1987 subieron a 14.650, de los cuales 3.290 en ambas Américas, 1.400 en Europa y la gran mayoría en África y Asia.

Esto obliga a hacer reflexiones profundas sobre la tipología del presbítero católico. ¿Qué es lo que falla para que se produzca ese alarmante descenso? Recientemente se ha pretendido dar una respuesta científica en Alemania, acudiendo desde la teología al psicoanálisis; y en estos momentos en la nación germana ha empezado a estallar una nueva bomba teológica, quizá de mayores consecuencias que las lanzadas por el teólogo Hans Küng y la carta de los 163 teólogos reunidos en Colonia.

Se trata del profesor Eugen Drewenmann, muy conocido en Alemania pero absolutamente ignorado fuera de sus fronteras. Ninguna de sus obras ha sido hasta ahora traducida a otros idiomas, pero es probable que, como en los casos precedentes, este "proceso de acusación" contra el teólogo alemán funcione como amplificador para sus tesis. Sus libros no son fáciles; por el contrario, se trata de volúmenes de peso y muy detallados. Éstos son los más importantes: Strukturen des Bösen (Estructuras del mal), Psychoanalyse und Moraltheologie (Psicoanálisis y teología moral), Tiefenpsychologie und Exegese (Psicología de lo profundo y exégesis).

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

El volumen objeto de la investigación inquisitorial es el que ha salido últimamente: Kleriker. Psychodramm eines Ideals (Clérigos. Psicodrama de un ideal). El libro reanuda, como también los precedentes, el tema del psicoanálisis, en particular el de tipo jungiano. Pero esta vez Drewermann lo utiliza para poner al descubierto las debilidades y los fallos de la formación y de la vida sacerdotal y religiosa en la Iglesia católica. Un análisis despiadado y provocador contenido en un volumen de 900 páginas. Según Drewermann, la formación de los clérigos es "inhumana": los sentimientos y las emociones son reprimidos, se procede sistemáticamente a una despersonalización y a un reniego de la biografía de los individuos; total, que se impide la maduración adulta de las personas. Curas y religiosos se hacen así incapaces de responsabilidad y de decisión autónoma, recurriendo a la protección y al amparo de la autoridad eclesiástica y de la función ministerial que ejercen.

El caso Drewermann, que se abre casi al mismo tiempo que el próximo sínodo mundial de los obispos, que tendrá lugar en Roma en otoño, precisamente sobre el tema de la formación de los sacerdotes, tiene toda la pinta de convertirse en una bomba de relojería. El teólogo alemán es "enseñante libre" de teología sistemática en el Instituto Superior Eclesiástico de Paderborn, y ejerce privadamente la profesión de psicoterapeuta. Es también director de un programa televisivo en una emisora alemana, y esto le ha dado en su país una cierta notoriedad incluso fuera de los ámbitos académicos.

La investigación que sobre él ha ordenado el obispo de la diócesis ha desencadenado ya reacciones y ha calentado el clima eclesial: 120 profesores de teología han tomado la defensa de Drewermann, y una petición popular a su favor con 15.000 firmas le ha sido enviada a monseñor Degenhardt.

"Este libro podría convertirse para los eclesiásticos católicos en el libro más estimulante o bien, según los casos, en el libro más deprimente de los últimos 100 años". Éste es el Juicio que el semanario alemán Der Spiegel ha dado del reciente volumen de Eugen Drewermann Kleriker. Psychodramm eines Ideals (Clérigos. Psicodrama de un ideal).

El libro, que ya ha formado un embrollo en la Iglesia católica alemana, ¿podrá costarle a su autor la cátedra de teología sistemática en el Instituto Eclesiástico de Paderborn? Y en caso positivo, ¿por qué? Sencillamente, por haber afirmado y documentado en 900 páginas de análisis que la vida de los clérigos "está hecha a base de un molde". El juicio, sintético pero eficaz, es de la revista de los jesuitas de Zúrich Orientirung, que en el número del 31 de enero pasado le dedica una larga recesión firmada por el capuchino Dietrich Wiederkehr, profesor de teología fundamental de la Facultad de Teología de Lucerna.

Según Orientirung, la tesis de fondo de Drewermann tiene una exactitud preñada de consecuencias. "La existencia del clérigo", escribe el autor de la recensión, "en su pensamiento, sentimiento y actividad, en su consciente y, aún más, inconsciente ámbito de vida, está subyugada por un predominio del interés institucional y de la función profesional, frente a los cuales el sujeto, la propia experiencia y el propio pensamiento creativo y crítico apenas tienen posibilidad de emerger".

En su volumen Drewermann refiere con mucho relieve numerosas historias de vida y de sufrimiento psicológico de sacerdotes y religiosos. "No se le echa en cara al terapeuta Drewermann", explica Wiederkehr, el que no relate la multiplicidad de casos análogos en una breve, estrecha y por ello mismo vacía abstracción. La generalización habría tenido más fácilmente abierta la puerta a la escapatoria, gracias a la cual la Iglesia-institución puede limitarse a un vago y genérico acto de penitencia, de una autoacusación global y de una autoabsolución".

"Aquí ya de una vez", insiste Orientirung, "la Iglesia misma está obligada a una concreta confesión de pecado, al reconocimiento de una culpa que ha perjudicado a personas y de una injusticia llevada a cabo para con individuos".

El periódico quincenal de los jesuitas suizos explica la tesis de Drewermann en pocas palabras: una creciente clericalización en la formación y en la vida de los religiosos, que hace de ellos simples repetidores del dogma eclesiástico y del magisterio, más bien que testigos de una fe vivida; ejecutores mecánicos de órdenes y leyes impuestas por la Iglesia, más bien que personas capaces de decisiones y de diálogos. Frustraciones e incoherencias emergen así sobre los dos consejos evangélicos de castidad y pobreza. Orientirung recomienda a los proplos lectores "que se pongan frente a las dolorosas historias de sufrimientos, a las experiencias de tristeza y de castraciones psicológicas, tal como quedan documentadas en el libro a través de biografías y tragedias de vida y de relaciones. Y que no se minimicen estos desarrollos patológicos y estas devastaciones de la psique, reduciéndolos a desagradables casos individuales, que no pueden perjudicar la pureza del sistema. Aquí tenemos que ver en verdad", concluye Wiederkehr, "con formas estructurales y sistemáticas de violencia de la Iglesia".

El conflicto está servido. ¿Cuál será la actitud de los diversos grados que rigen en esta inmensa Iglesia católica, tan poco monolítica en la realidad a pesar de la unanimidad que se pretende ofrecer a los grandes medios de comunicación?

José María González Ruiz es canónigo lectoral de la catedral de Málaga.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_