Lucir de modistilla
Me dirijo a los lectores de su periódico para contarles una pequeña historia matritense.
Desde que tengo uso de razón (hagan la cuenta, ahora tengo 25 años) recuerdo mi ilusión de que mis padres me comprasen un traje típico, el de modistilla, o, lo que es lo mismo, de madrileña. No creo habarles atosigado nunca con la compra de un traje de gitana, que en aquel entonces también estaba de moda que las niñas nos vistiéramos de volantes.
De toda esta historia se saca algo en común con la actualidad, que es el hecho de que casi nadie vista de modistilla y luzca su precioso traje por las verbenas. Y esto ¿por qué? Porque no existen las verbenas, a no ser que demos ese nombre a aquellos minirrecintos que utiliza el Ayuntamiento de Madrid para poner dos puestos de churros, tres chiringuitos y unos coches de choque, donde plantan unos andamios y unas tablas y colocan a una señora que canta en castellano (en el mejor de los casos) alguna que otra canción de otros tiempos y alguna que otra sevillana. Sí, señores lectores, sevillanas en San Antonio y salsa en San Isidro.
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Espero que en las fiestas de San Isidro las personas encargadas de su organización actúen en consecuencia con ellas.
Remontémonos a los tiempos de Felipe y Mari Pepa, de Julián y Susana, que Madrid se lo merece. ¿No creen? -