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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Dos iluminaciones

La pasión de Camille Claudel es la respuesta europea a las grandes superproducciones espectaculares de Hollywood. Se trata de ofrecer al espectador un producto encabezado por dos estrellas -Depardieu y Adjani son, al otro lado de los Pirineos, tan divinos como Dustin Hoffman y Meryl Streep en casi todo el mundo-, en el que se biografila un gran personaje marginado de la cultura oficial y sus enciclopedias, se realiza un eran trabajo de recreación de época y se dispone de los figurantes necesarios en cada momento.Todo esto al servicio de una ficción que se quiere interpretación de hechos reales, por la que se entrecruzan Paul Claudel, Claude Debussy, Auguste Rodin y otras figuras del cambio de siglo, en la que Freud y el circo se dan la mano mientras se pretenden desvelar, en público y ante la cámara, los misterios del Arte y del Alma Humana.

La pasión de Camille Claudel

Director y guionista: Bruno Nuytten. Intérpretes: Isabelle Adjani, Gerard Depardieu, Madelaine Robinson, Alain Cuny, Laurent Grevill, Jean-Pierre Sentier. Fotografía: Pierre Lhomme. Música: Gabriel Yred. Francesa, 1989. Título original: Camille Claudel. Estreno en Madrid: cine Lumiere.

El resultado es una película ganadora de cinco premios Cesar -el Óscar francés-, un Oso de oro en el Festival de Berlín para Isabelle Adjani y la admiración respetuosa de los consumidores de la literatura de semanarios especializados en grandes reportajes ilustrados.

La escultora Camille Claudel aparece en la pantalla como un espíritu superior poseida por una imparable fiebre creadora que sólo peligra porque también la atraviesa otra fiebre, la de la locura, propiciada por su exigencia de pureza artística, sus decepciones amorosas y la sombra de un padre empujándola a la búsqueda del absoluto.

Corrección

El director, Bruno Nuytten, antiguo y excelente director de fotografía, lo rueda todo con corrección pero de forma plana. Sus atrevimientos se limitan a un montaje muy seco y brutal para evitar el alargamiento de las secuencias o a empalmar tres planos sin, de pronto, preocuparse por las normas académicas. El resto son decisiones de producción o de la estrella, que puede proponerle a Rodin jugar a la gallinita ciega con las esculturas o ponerse a modelar furiosamente, con rabia, cuando cree que así expresa su desasosiego interior.La música de Yred, muy mahleriana, procura subrayar el carácter sublime de cada momento y no transmite el menor sentido del humor. Tampoco la sensualidad un tanto bestial de Rodin y una buena idea de puesta en escena como es el recurrir muy a menudo a la mirada de un tercero, ajeno al drama, para puntuar las situaciones, generan ese humor que protege del engolamiento.

Dos planos justifican la película. En el primero vemos la torre Eiffel a medio construir, así, como de pasada, y eso sí nos sitúa en el momento y clima; el segundo es el de la espalda desnuda de Camifie posando para Rodin, blanca, de una calidad marmórea. Son dos iluminaciones, el resto es pura ilustración.

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