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NECROLÓGICAS

José Entrecanales Ibarra, ingeniero de Caminos

No es difícil, aunque sí resulte doloroso, verse forzado a rememorar, por sus destacados valores humanos y profesionales, la figura de quien ha sido uno de nuestros bien llamados notables; y hay que hacerlo, precisamente, porque a los pocos momentos de que se han roto, con su muerte, los vínculos inmediatos de admiración y afecto que le mantenían presente entre nosotros, el recuerdo divulgado de los que fuimos alumnos suyos debe envolver cariñosa y laudatoriamente a la noticia triste.Don José Entrecanales, que fue, desde su cátedra de Puentes y Cimentaciones, maestro de los ingenieros de Caminos que hoy calificaríamos de moins Jeunes, también lo ha sido de los que lo son más, y que están, o han estado, formando parte de esa pléyade de técnicos que, en la empresa constructora que él creó, y que perpetúa su apellido, construye grandes obras dentro y fuera de nuestro país. Con su mismo ímpetu vocacional de constructor, ejerció la docencia en la Escuela de Caminos y dirigió con firme y cordial autoridad a sus múltiples colaboradores. Las siete de la mañana era la hora en que reclamaba informes y, transmitía órdenes y consejos a todos ellos en los más distantes lugares donde se hallaran. Sus mensajes eran tan escuetos y rápidos en su habitual y expresiva locuacidad que, en ocasiones, sorprendían al interlocutor, que tardaba en reconocer el acertado alcance que contenían. En sus clases, tras recomendar diversos textos extranjeros, solía marcar, como lección de un día para otro, la lectura de uno o varios de ellos; y ante la disculpa del idioma por parte de algún alumno, recriminaba por no saber saltar sobre la pequeña dificultad de las lenguas. De asombrosa capacidad de asimilación, unida a su vehemente deseo de comunicarla en el transcurso de sus clases, era frecuente que se le pidieran aclaraciones ante la. dificultad en seguirle; a lo que siempre accedía, casi disculpándose. De su amabilidad, simpatía y enorme cultura daba pruebas también cuando, en su vida social, departía con personalidades intelectuales, literarias y artísticas en tertulias a las que le gustalba asistir y en las que solía hacer gala de amenidad e ingenio en los más variados temas de conversación.

Nacido en Bilbao pocos días antes de empezar el siglo, hijo de un conocido y benéfico médico pediatra, acabó su carrera de ingeniero de Caminos en Madrid a la temprana e infrecuente edad de 21 años. Dio sus primeros pasos profesionales en el puerto de su ciudad natal, pero al poco tiempo fue reclamado por el primer empresario español de aquella época, el ingeniero y constructor Eugenio Rivera. Con él entraron en la empresa Eduardo Torroja y Francisco Fernández Conde; buen trío representativo de la versión ingenieril de la generación del 27, émula de la literaria, como señaló con acierto José Ortega. Fue en Sevilla, en la construcción del puente de San Telmo, donde José Entrecanales halló el primer hito de su futura trayectoria profesional. Allí utilizó por primera vez en España el aire comprimido para excavar en seco, desde campanas sumergidas, la cimentación de la obra. Allí conoció a un experto y sabio maestro de obras llamado Távora. Era 1924, y la razón social que unió a ambos ya ha empezado a sobrevivirlos y ya están juntos, de nuevo, para tranquilamente comprobar que ha quedado en buenas manos, las que sólo tienen que seguir un ejemplo: el del gran ingeniero, gran español y gran hombre que fue José Entrecanales Ibarra.

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