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Concreciones a un debate

Desde hace unas semanas se ha suscitado un intenso debate sobre el derecho de autodeterminación a partir de la aprobación en el Parlamento de Cataluña de una propuesta que recuerda la vigencia del citado derecho, reconocido a todos los pueblos, sea cual sea su latitud.Como ocurre con frecuencia, parece que en este debate se ha polemizado, por parte de algunos, por lo que ellos han pretendido observar de extraño e incómodo en él, y se ha llegado a afirmaciones realmente curiosas, como es aquella que reconoce que el pueblo catalán ya se autodeterminó en 1979 en relación al actual Estatuto de Autonomía y que, por consiguiente, ya no corresponde ejercitar este derecho jamás; algo tan peregrino como sería que alguien nos argumentara que, como sea que hace unos meses hemos celebrado elecciones, ya no corresponde repetirlas con posterioridad.

¿Será necesario recordar que el derecho de autodeterminación es vigente en cualquier comunidad y que, de hecho, se ejercita continuamente ante todo tipo de situaciones y cuestiones? Porque -sigamos recordando- autodeterminación equivale, sencillamente, a decidir, a optar, a priorizar, y, como es lógico, es necesario ejercitarlo cada día.

Hay quien afirma que el debate que se ha producido sobre el derecho a la autodeterminación es provechoso porque clarifica posiciones y permite situar la evolución de cada fuerza política y sus sensibilidades. Seguramente. Pero lo que opino que resultaría claramente negativo sería que continuásemos instalados en esta teórica discusión sin descender a las razones que laten en el fondo de la rápida e importante actualidad conseguida por este debate.

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¿Cuáles son, en mi opinión, las razones que explican la especial importancia de este acuerdo del Parlamento catalán? Sencillamente que reflejan la insatisfacción existente tras 10 años de aplicación del Estatuto de Autonomía de Cataluña en cuanto a su relación con el Gobierno del Estado.

La reciente conmemoración de los 10 años de este Estatuto ha sido muy elocuente, la sesión que celebró el Parlamento fue en general de un tinte escasamente optimista.

¿Esta situación es irreparable y hemos de resignarnos a desaprovechar gran parte de las oportunidades que ofrece esta circunstancia histórica? En modo alguno, la depresión que experimenta el Estatuto de Autonomía de Cataluña, y en general la organización autonómica del Estado español, es el resultado de una política que ha pretendido reducir al mínimo posible esta realidad y en buena parte lo ha conseguido, pero, como era precisable, resurge imparable su reivindicación.

La actual situación autonómica es el resultado de un constante recorte legislativo por parte de las leyes de Bases, que irrumpen de forma clara en el campo propio de los Parlamentos Autonómicos y los limita a la simple función de control de los, respectivos Ejecutivos de cada Comunidad. La situación actual en cuanto a inversión pública, al menos en Cataluña, nos indica, según un reciente estudio, que el 65% es decidida directamente por los organismos generales del Estado. La situación actual continúa manteniendo en las comunidades autónomas una Administración periférica y figuras propias de otro modelo de Estado, como son los gobernadores civiles, sin que se aprecie ningún deseo por parte del Gobierno de Madrid por racionalizar el esquema. La situación actual contempla cómo han desaparecido las competencias exclusivas por parte de las comunidades autónomas; en la situación actual se constata cómo el sistema de financiamiento está muy alejado de las necesidades...

Así podríamos seguir describiendo el panorama autonómico, y concluiríamos que el modelo de Estado en las Autonomías ha recibido en los últimos años un claro frenazo y una constante inclinación hacia un neocentralismo.

Es lamentable y es inquietante porque debemos recordar que el Estado de las Autonomías no es ni un capricho ni un lujo, es la cristalización de la diversidad congénita que ofrecen los pueblos que integran el Estado español, y que, por ignorar esta realidad, los últimos tres siglos de nuestra historia han sido una continuada serie de violencias y rencores. Por consiguiente, es del máximo interés general que el Estado de las Autonomías avance y no se diluya o marginalice. El Estado de las Autonomías es un proyecto de gran alcance, nada más y nada menos, que el de construir la historia sumando energías a base de respetar el carácter plurinacional que ofrece. Fue y es una gran esperanza; fue y es una necesidad.

Pero nadie puede, intentar desviarla hacia una simple descentralización departamental. Autonomía presupone poder político, poder para decidir, para priorizar ante los problemas. Autonomía es sinónimo de respeto a la mayoría de edad de los pueblos.

Joaquim Ferrer es portavoz de¡ grupo parlamentario de Convergència i Unió en el Senado.

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