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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sanchez Asiaín

DEL MISMO modo que cuando se escriba la historia definitiva de la transición política española de una dictadura a una democracia el nombre de Adolfo Suárez brillará por encima de los demás, a la hora de estudiar la transición económica de un régimen proteccionista a la Europa única de 1993 uno de los protagonistas más distinguidos será un banquero: José Ángel Sánchez Asiaín.Este vasco peleón, que dejando la presidencia del Banco Bilbao Vizcaya (BBV) ha conseguido acabar con la crisis más profunda -y más incomprensible, si no acudimos a la explicación de los intereses personales- de la primera entidad financiera de nuestro país, ya había pasado a la historia del último tercio del siglo XX español con su teoría de las fusiones bancarias: para evitar los terremotos económicos, que tendrán su epicentro en el año 1992, es preciso, entre otras cosas, adecuar el sistema financiero de forma que con la libre circulación de capitales España no se convierta simplemente en una sucursal más de las grandes entidades bancarias europeas y conserve una buena parte de su capacidad y de su autonomía crediticia.

Sánchez Asiaín lo intentó dos veces; es decir, no sólo se reveló como el auténtico intelectual orgánico de la banca española, sector poco inclinado a la modernidad y a la brillantez imaginativa, como hemos visto en las últimas semanas, sino que convirtió sus palabras en hábito de actuación, provocando la ruptura del tradicional y retrógrado statu quo financiero nacido de la guerra civil. Es decir, fue coherente: primero aspiró a unir el Banco de Bilbao con un Banco Español de Crédito cuya alternativa era renovarse o morir. Cuando fracasó al cambiar el escenario y tuvo razones para olvidar, de nuevo asumió el riesgo, se levantó inmediatamente y aprovechó las ambiciones legítimas de otro banquero lleno de fuerza -Pedro Toledo- para aunar esfuerzos y, mediante la fusión de las dos entidades vascas, conseguir un banco presentable por el mundo y competitivo en el entorno europeo. En el momento en que esta fusión ha estado en peligro ha sido necesaria su renuncia para salvarla.

El reconocimiento que el sistema financiero debe a la figura de Sánchez Asiaín ya ha sido adelantado por el gobernador del Banco de España, Impelido a una intervención imprescindible en la crisis del BBV. En la carta dirigida por Mariano Rubio a los consejeros del banco afirma que, "en circunstancias normales, la desaparición de don Pedro Toledo hubiera llevado a la presidencia única a don José Ángel Sánchez Asiaín, ya que la copresidencia no podía tener otro sentido que evitar la elección entre uno de los dos presidentes. La personalidad de don José Ángel Sánchez Asiaín refuerza esa conclusión, dada su brillante carrera bancaria en el Banco de Bilbao, que bajo su presidencia fue uno de los primeros bancos que inició su modernización, con unos resultados muy destacados dentro de la banca española. De hecho, sería una pérdida muy importante para el BBV renunciar a la presidencia de una de las personalidades más descollantes dela vida económica española, sobre todo en unos momentos difíciles para la institución".

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A pesar de una recomendación tan sensata, la legitimidad de la presencia de Sánchez Asiaín en la cúpula del BBV no ha sido corroborada por el veto que los Consejeros del antiguo Banco de Vizcaya hicieron a su persona.

Pero le sustituye Emilio Ybarra, vicepresidente del BBV hasta ahora y vicepresidente del antiguo Banco de Bilbao hasta la fusión. Es decir, el coláborador más directo de Sánchez Asiaín, al menos en la última década. Ybarra deberá actuar, con mano de hierro y guante de seda, por la senda que S ánchez Asiaín le ha enseñado durante tantos años: un solo banco, un solo presidente. Sólo con ese tacto se podrán cerrar las profundas grietas que han estado a punto de dar al traste con una de las operaciones más imaginativas generadas en la sociedad civil española.

La intervención del Banco de España para dar desenlace a la crisis del BBV -a petición de los dirigentes del mismo- ha provocado una salida correcta al contencioso, aunque esa intervención deba considerarse como un mal menor necesario para evitar la, catástrofe. No ha estado bien lo que ha acabado correctamente. Los egoísmos, la excesiva ambición o los protagonismos insensatos de grupos o de personas de los órganos rectores del Banco Bilbao Vizcaya quedan ahí como ejemplo a no imitar. Como antinomia explícita al compromiso de Sánchez Asiaín, que continuará en la comisión delegada del banco. Casi todas esas culpas se han expiado por la vía de un expediente pragmático -la solución arbitral externa-, de forma que los pecados de soberbia se han lavado con una cura de humildad. La unidad de gestión y la gobernabilidad del banco, aun con las muletas de la autoridad monetaria, han sido salvadas.

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