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Polonia desplaza a Latinoamérica en los debates de la asamblea del Fondo Monetario Internacional

Enric González

Polonia tiene embelesadas a las grandes potencias económicas. El nuevo Gobierno polaco ha recibido la más cálida acogida que pueda imaginarse en el Fondo Monetario Internacional (FMI), en el Banco Mundial y en el Grupo de los Siete (G-7). Los núcleos de poder de la asamblea anual del Fondo y del Banco, clausurada ayer en Washington, han invertido más tiempo y entusiasmo en estudiar y celebrar el desmantelamiento de los sistemas económicos de planificación central en los países del Este europeo, con Polonia al frente, que en repasar el funcionamiento del Plan Brady sobre reducción de deuda externa.

La delegación polaca asistió a la asamblea de Washington estaba encabezada por el ministro de Finanzas, Leszek Balcerowicz, un hombre joven y de aspecto tímido al que aparentemente sorprendió el interés que su persona suscitaba. Seis de los siete ministros de Finanzas del G-7 (los de Estados Unidos, Japón, RFA, Francia, Reino Unido e Italia) se entrevistaron con él. El séptimo, el ministro canadiense, no pudo hacerlo porque Balcerowicz tenía ya repleta la agencia. Su presencia era imprescindible en los cócteles y festejos que florecen en torno a esta asamblea anual; de no comparecer el ministro polaco, la recepción más brillante podía darse por fracasada. La media docena de técnicos que acompañaba a Balcerowicz tuvo que multiplicarse para que nadie se quedara sin sentar un polaco a su mesa.El esfuerzo de los delegados de Polonia no quedará, sin embargo, sin recompensa. Parece seguro que los países ricos, con Estados Unidos al frente, concederán al Gobierno de Varsovia una ayuda urgente de 1.500 millones de dólares, aunque el presidente norteamericano, Georg Bush, se negó ayer a confirmar ese préstamo. Balcerowicz detalló que 1.000 de los 1.500 millones solicitados se destinarían a crear una reserva de divisas que permitiera estabilizar los tipos de cambio de la moneda polaca, que ayer mismo sufrió una devaluación del 20% frente a las divisas occidentales dirigida a conseguir un tipo de cambio único y a acabar con la especulación y el mercado negro. Los 500 millones de dólares restantes se emplearían en la importación de bienes como fertilizantes y medicamentos.

El director del FMI, el francés Michael Camdessus, tuvo que negar rotundamente a preguntas de los periodistas que el entusiasmo por Polonia se debiera a algún tipo de sentimiento anticomunista. Un director del Banco Mundial, Stanley Fischer, opinó que la cuestión polaca suscitaba interés por el reto que planteaba. "El Banco Mundial", dijo, "tiene una considerable experiencia en la ayuda a países en desarrollo para que adopten las medidas de ajuste económico apropiadas, pero saben mucho menos acerca de cómo conseguir el control macroeconómico cuando la estructura empresarial básica de las economías de mercado no existe". Fischer se aventuró a predecir que Polonia, y los demás países del Este embarcados en el proceso de reforma, "difícilmente podrán evitar altas tasas de inflación" durante el cambio.

Las ayudas

Hasta el momento, Polonia ha recibido 170 millones de dólares de Estados Unidos y 120 millones de la Comunidad Europea para la importación de alimentos, más otros 90 millones de dólares prestados por Francia, 40 millones aportados por el Reino Unido para formación profesional y 45 millones de dólares llegados de Suecia para la protección del medio ambiente. El grueso de la ayuda está por llegar: el FMI tiene en cartera la concesión de 2.500 millones de dólares que, según dijo Camdessus, "podría empezar a entregarse antes de fin de año", y Estados Unidos estudia la aportación global de otros 4.000 millones de dólares, solicitados por Polonia a la Administración y a bancos privados. Un factor adicional de gran importancia es la ayuda "sin condiciones ni límites" prometida a los líderes del sindicato Solidaridad por altos funcionarios del Gobierno de Bonn, según informa esta semana el semanario Bussiness Week.Polonia tiene actualmente una deuda externa que supera los 35.000 millones de dólares, de los que 13.000 se adeudan a bancos comerciales. Dicha deuda supone el 55,7% de su producto interior bruto (PIB). Su balanza comercial está prácticamente equilibrada.

Mientras Polonia disfrutaba de un papel estelar, los países latinoamericanos, que habían concentrado la atención en anteriores asambleas, quedaron relegados a un oscuro segundo plano. Sólo Argentina, cuyo presidente, Carlos Menem, se paseaba el miércoles por la noche por Georgetown (el barrio típico de Washington) en busca de un lugar donde bailar y tomar una copa, ha salido con bien de la reunión.

La concesión por parte del Fondo Monetario de un crédito stand by (entregado a plazos y condicionado al cumplimiento de los compromisos gubernamentales en materia de ajuste económico) permitirán, en teoría, que Argentina inicie conversaciones premilinares con sus bancos acreedores. Pero los bancos no parecen estar para nadie. Sólo el Citicorp y el Lloyds han declarado su intención de tomar parte en el sonado acuerdo de reducción de deuda alcanzado este verano con México, cuyo éxito se daba por seguro hace un mes y ahora se ve en peligro.

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