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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La tentación de Kohl

HELMUT KOHL, canciller de Alemania Occidental, ha salvado con holgura la difícil prueba que representaba para él el congreso del partido democristiano (CDU), celebrado estos días en Bremen y cuyo objetivo principal era galvanizar a sus miembros antes de las varias confrontaciones electorales que se avecinan. En los últimos meses se ha producido una erosión constante de la CDU en las preferencias del electorado. A la pérdida, en 1988, del enclave democristiano de Berlín Oeste y, simultáneamente, del Estado de Hesse -singularmente de la alcaldía de Francfort- siguió un severo varapalo en las elecciones al Parlamento Europeo en junio. No es de extrañar que ahora el socio mayoritario del Gobierno federal contemple con angustia el panorama que conduce a las elecciones generales de diciembre de 1990: comicios municipales en Westfalia-Renania el 1 de octubre y elecciones regionales en el mismo land y en los de Baja Sajonia y Sarre en primavera.El canciller quería enfrentarse a tan complejo panorama encabezando un partido controlado directamente por él. Y así, ha optado por prescindir del hasta ahora secretario general, Heiner Geissler, un hombre partidario de mantener la independencia de la CDU respecto del Gobierno y que ha sido el representante de la corriente de la izquierda democristiana. Por otra parte, alarmado por la ascendiente marea de la extrema derecha y por su propia y creciente pérdida de popularidad e imagen, el canciller pretende recuperar un discurso político conservador para volver a atraer un electorado muy sensible a los cantos de sirena del ultranacionalismo representado por el Partido Republicano.

El puente que debe acercar el partido al Ejecutivo es el nuevo secretario general Volker Rühe, un político fiel a Kohl, propuesto por el canciller y elegido de forma aplastante en sustitución de Geissler. Rühe, experto en temas internacionales, ya fue utilizado por Kohl y por el propio Genscher (el liberal ministro de Asuntos Exteriores) como eficaz emisario enviado a Washington en el momento de la crisis de la modernización de los misiles de corto alcance, durante la pasada primavera. El nuevo secretario general de la CDU es además un experto en un área de política exterior que, en este momento, tiene gran trascendencia: la de las relaciones interalemanas y los problemas del Este europeo.

Pero la apelación a un electorado nacionalista, sobre todo en la actual situación, puede hacer caer a la CDU en una difícil trampa. El rebrote del nacionalismo alemán y la cuestión de los refugiados alemanes orientales que por miles han cruzado en estos días la frontera húngara hacia la libertad han vuelto a poner brusca e incómodamente de moda el tema de la reunificación de las dos Alemanias. Y si los 10.000 o 12.000 refugiados y la generosa acogida que se les dispensa en la RFA están siendo una excelente baza de propaganda para el Gobierno de Bonn, y por ende para la CDU de Kohl, la otra cara de la moneda amenaza con crearle situaciones difícilmente sostenibles. La reunificación -un objetivo "constantemente perseguido por Occidente sin que nadie creyera realmente que se conseguiría", según el recientemente fallecido periodista norteamericano, el inolvidable James Markham- es ahora una posibilidad real.

Pero se trata de algo que no afecta sólo a Alemania, sino al futuro mapa de Europa y, por extensión, del mundo. Y en lo que casi todos los expertos europeos -incluidos muchos alemanes- están de acuerdo es en que el futuro proceso de acercamiento entre los dos Estados alemanes no debería propiciar en ningún caso el resurgimiento de un ultranacionalismo de tan amarga memoria para la historia de la humanidad. Y mal haría la CDU en, por motivos electorales, quedar rehén de un electorado cuyas exigencias colocarían al partido en una delicada situación en el interior, frente a sus socios de coalición, y en el exterior, ante el resto de países europeos.

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